Luces y sombras de una sentencia
A juicio del articulista, la sentencia del texto, demuestra claramente que en una juicio contra los polic¨ªas Amedo y Dom¨ªnguez, con las reservas que se?ala en el texto, demuestra claramente que en una democracia nadie est¨¢ autorizado para ejercer la violencia al margen de la ley.
Al final pas¨® lo que muchos barrunt¨¢bamos desde que comenz¨® el juicio: que Amedo y Dom¨ªnguez fueron condenados por seis asesinatos frustrados y no por los homicidios como se tem¨ªa, y que nos quedamos sin saber definitivamente quien o quienes estaban detr¨¢s o por encima, y de d¨®nde sal¨ªan los fondos con que se pagaban a los ejecutores materiales de los atentados o sus reuniones, viajes y cenas en restaurantes y hoteles de lujo.Tampoco se les conden¨® por pertenencia o colaboraci¨®n con banda armada, a pesar del car¨¢cter organizado y estable del grupo violento que formaron y cuyos actos hab¨ªan preparado, apoyado o inspirado de alg¨²n modo. Aun as¨ª, les caen un porr¨®n de a?os, m¨¢s de 100 para cada uno, de los que pueden cumplir un m¨¢ximo de 30 que, con las rebajas penitenciarias, se pueden quedar en la mitad o quiz¨¢ en menos; por no decir nada de indultos, reg¨ªmenes abiertos, permisos de fin de semana y otras facilidades de las que ambos condenados se pueden beneficiar como todo hijo de vecino. Todo ello, naturalmente, si el Tribunal Supremo o el Constitucional, en caso de recurso, no disponen otra cosa.
Esta sentencia ser¨¢ recibida, como todas las que culminan alg¨²n caso conflictivo, con divisi¨®n de opiniones, no ya s¨®lo por los abogados de la defensa y de la acusaci¨®n que, como es l¨®gico, arriman el ascua a su sardina, sino por una opini¨®n p¨²blica dividida entre los que consideran que los ahora condenados son unos h¨¦roes y que contra el terrorismo todo vale, y los que en cambio opinan que el terrorismo de Estado o desde el Estado es el peor de todos los cr¨ªmenes y el que realmente conmueve los cimientos de la civilizaci¨®n y de la democracia. El tribunal no comparte, desde luego, las tesis de los primeros, pero tampoco del todo las de los otros, porque, en todo caso, parece no querer equiparar a los condenados con la banda terrorista cuyas acciones dieron lugar a sus actos.
Pero discrepancias ideol¨®gicas aparte y m¨¢s all¨¢ de la pasi¨®n con que se suelen discutir estos hechos, est¨¢ la voz de la raz¨®n representada en este caso por un tribunal de justicia, ¨²nica sede donde hay que decidir y solventar los conflictos sociales de cada d¨ªa. Y el tribunal en ning¨²n momento ha dado la raz¨®n a la raz¨®n del Estado, ni nadie que haya intervenido en el proceso de forma oficial ha dicho o mantenido que contra el terrorismo todo vale o que los hechos de los que eran acusados los hoy condenados eran actos heroicos que deb¨ªan ser premiados en lugar de castigados.
Hechos probados
El defensor de los polic¨ªas se ha cuidado muy mucho de admitir tan siquiera en los casos en los que las pruebas eran m¨¢s concluyentes es que sus defendidos tuvieran la menor participaci¨®n en los hechos de los que se les acusaba. No se trataba, pues, de valoraciones pol¨ªticas sino de hechos probados, entre los que el tribunal, en su libre apreciaci¨®n de la prueba, ha estimado corno tal la relaci¨®n inducci¨®n-inducido entre los se?ores Amedo y Dom¨ªnguez y los ejecutores de algunos de los atentados que, obviamente, como no pod¨ªa ser de otro modo por la concurrencia de la agravante de precio, ha considerado constitutiva de participaci¨®n en al menos seis asesinatos frustrados.
Un buen golpe para los que en alg¨²n despacho secreto todav¨ªa piensan que tienen licencia para matar o que de sus actos s¨®lo responden ante Dios o ante la historia. En una democracia nadie est¨¢ autorizado para ejercer la violencia fuera de los cauces legales y mucho menos que nadie los que precisamente tienen encomendada como tarea profesional la defensa de la democracia y de sus reglas y normas fundamentales de convivencia.
Este es, seg¨²n creo y con todas las reservas puntuales que merecen algunos extremos de la sentencia, el mensaje y la ense?anza que podemos sacar todos de ella.
Francisco Mu?oz Conde, catedr¨¢tico de Derecho Penal de la Universidad de Sevilla.
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