Rusia y el v¨¦rtigo de la libertad
Fue Kierkegaard quien habl¨® del "v¨¦rtigo de la libertad" como expresi¨®n del esc¨¢ndalo de tener que elegir sin un otro, sin un esquema de valores o un supery¨®. Es lo que hoy vive Rusia como experiencia vecina al caos: el paso de un sistema de valores invariable, afirmado con todo el peso de la raz¨®n de Estado y con un sistema filos¨®fico-pol¨ªtico absoluto (una verdadera teolog¨ªa laica), a una mera libertad sin tradici¨®n y sin contenidos precisos.Tanto en Rusia como en varios pa¨ªses del Este se vive en una inquietante dimensi¨®n dostoievskiana. El mundo pensado por Dostolevski, que parec¨ªa ya cosa del pasado, retorna con su tr¨¢gica vigencia. Es incre¨ªble que a m¨¢s de un siglo de la muerte del genial autor y despu¨¦s de 74 a?os de marxismo cient¨ªfico aparezcan los mismos -demonios que transformaron a la familia Karamazov en los atridas del mundo moderno. Fue precisamente Iv¨¢n Karamazov quien le dice a su hermano: "Si Dios no existe, entonces todo est¨¢ permitido". (En la novela, la consecuencia de este razonamiento conllevar¨¢ el parricidio y el posterior suicidio de Iv¨¢n, que hab¨ªa impulsado c¨ªnicamente al hermanastro idiota a cometerlo). De Kierkegaard a Dostoievski hay un brev¨ªsimo paso. En todo caso, ambos ense?aron que la libertad puede ser tan peligrosa como la falta de ella. Para que la libertad no se transforme en v¨¦rtigo y esc¨¢ndalo se exige un esquema de valores; sin ¨¦l, todo se desmoronar¨¢, sea en la vida de cada individuo como en la de toda una naci¨®n.
S¨ª, Dios ya no existe: era el partido (con el KGB como su expresi¨®n inquisitorial), y Gorbachov disolvi¨® ambos de un plumazo de grav¨ªsimas consecuencias. Una vez m¨¢s ech¨® el ni?o con el agua de la ba?adera. Porque Rusia sin dios (sea Jehov¨¢, el zar, Stalin o el partido) se precipita en la misma perplejidad de Iv¨¢n Karamazov: "Si ya no existe, entonces todo est¨¢ permitido".
Se mat¨® al dios de un ucase y su lugar amenaza ocuparlo el viejo demonio ruso de la anarqu¨ªa. Se lo ejecut¨® sumariamente sin antes plasmarse esa ideolog¨ªa liberal que es todav¨ªa ajena un pa¨ªs sin ninguna tradici¨®n en ese campo. Adem¨¢s, sin partido, ?c¨®mo difundir esa voluntad naciente m¨¢s all¨¢ del limitado espacio que puede abarcar la voz de Yeltsin?
Lo cierto es que no se sabe bien qu¨¦ jinete ser¨¢ capaz de cabalgar el tigre que se liber¨®. Rusia est¨¢ zambull¨¦ndose en el v¨¦rtigo y puede arrastrar al precario orden mundial. No se ven estadistas con visi¨®n clara, ni en Rusia ni en Occidente. Los balbuceos de la Comunidad Europea son casi pat¨¦ticos. Estados Unidos recomienda "centralizaci¨®n urgente" (justamente lo que aplaudi¨® cuando Yeltsin la demol¨ªa), control de armamentos y la ingenua panacea: de las multinacionales: la democracia liberal de mercado, la magia del mercado f¨¢ctico, sin ideolog¨ªa.
El liberalismo econ¨®mico es una inocua recomendaci¨®n que s¨®lo puede hacerse desde la cultura econ¨®mica de Occidente. En este momento de la crisis rusa equivale a recomendarle anteojos a un ciego o pretender curar a un elefante febril con inyecciones de agua mineral.
Se programan s¨®lo remiendos imprescindibles. Ante la inminencia del invierno se enviar¨¢ una ingente ayuda alimentaria (de alimentos subvencionados que desplazar¨¢n al de los proveedores tradicionales. ?La ayuda al Este la terminar¨¢n pagando Argentina y Australia!).
El problema del mininacionalismo se toma incontenible. No s¨®lo no se le frena, sino que pasa a Occidente (casos del Alto Adigio, Pa¨ªs Vasco, Catalu?a, etc¨¦tera). Hay que comprender el problema en el Este como una reacci¨®n de car¨¢cter cultural. No hay azar ni mala fe: cesado el supery¨® del partido y de la ideolog¨ªa, ante el caos de los Iv¨¢n Karamazov, las etnias y regiones se refugian en sus tradiciones, por primarias que parecieren. Buscan en las semisoterradas culturas una forma de orden -o de conjuraci¨®n del caos- que ya no puede venir desde Mosc¨².
Es por esto que aparecen, como fugados del siglo XVIII, solemnes starostas vestidos con traje t¨ªpico, cosacos con morriones y cananas haciendo declaraciones ante la televisi¨®n, y tiranuelos regionales que se proponen fronteras y ej¨¦rcitos como los que hoy ya combaten en Yugoslavia. Los popes resurgen con sus barbas medievales y sus voces lit¨²rgicas.
Asia se asiatiza y en el Sur se islamiza (el proceso de la desbordada perestroika conlleva un triunfo del fundamentalismo isl¨¢mico que podr¨¢ tener mucho peso internacional).
En lo econ¨®mico, la desarticulaci¨®n de la URSS hace impensable por ahora la transformaci¨®n de la gran industria y del agro. Hay un capitalismo improvisado, tramposo y levantino. Es el capitalismo de los especuladores y acaparadores. La televisi¨®n francesa acaba de recorrer Mosc¨² mostr¨¢ndonos taxistas que piden cinco d¨®lares por viaje (rechazando dos billetes de 100 rublos), y que por 20 d¨®lares proporcionan una chica. La privatizaci¨®n en un restaurante consiste en decirle al cliente que no hay caviar (a menos que se d¨¦ un billete de 10 d¨®lares); a su vez, el maitre no puede asegurar el vino: oficialmente no hay, a menos que el cliente negocie con quien tiene la llave de la gambuza y obtenga un Chinandali por ocho d¨®lares.
Salchicheros improvisados, ventas de alcohol, prostituci¨®n novata, especulaci¨®n edilicia, hoteler¨ªa de cuartuchos, pornografia importada, cositer¨ªa. Los taxistas, organizados en mafias, se erigen en los ¨¢ngeles del mal en todo el Este. En una de las ciudades m¨¢s cultas del Este acaba de presentarse, con solemne asistencia del ministro de Cultura, la edici¨®n local del Playboy, con 22 revistas colaterales, mientras se cierran las casas locales de edici¨®n. Prolifera la subcultura tipo Andy Warhol, rock sudoroso y gritoneado, y mucha Madonna. (Uno tiene la suerte (le que descubran a Tommy Dorsey o que estrenen Seg¨²n pasan los a?os).
Pero nadie se anima con los problemas de fondo. Nadie sabe c¨®mo pasar al capitalismo sin tener capital y sin t¨¦cnica de gerencialidad. Nadie tiene soluciones. La experiencia de Alemania descorazona: a pesar de su enorme poder¨ªo y de tratarse del mismo pa¨ªs, les cuesta asimilar los problemas sociales de la anexi¨®n de la RDA. Para s¨®lo 15 millones de personas necesitar¨ªan unos 140.000 millones de d¨®lares. ?Qu¨¦ costar¨ªa transformar a esta Rusia infinita donde, salvo la m¨ªnima ¨¦lite, no se aprecia ni el capitalismo ni la democracia tal como la frivolidad informativa de Occidente lo quiere hacer creer?
A, todo esto, el sufrido, paciente y formidable pueblo ruso con su gran coraz¨®n. El pueblo de los artistas, investigadores, escritores, cient¨ªficos, t¨¦cnicos y trabajadores que siguen yendo cada ma?ana a sus labores, pese a la desilusi¨®n, pese al esc¨¢ndalo. Ven que todo se desmorona. Que la ciudad est¨¢ ganada por la mafia y el especulador. Sienten que vivieron como un enga?o y que est¨¢n preparados para otro mundo que hoy se descalifica. Crece la perplejidad. No hay respuestas filos¨®ficas ni valores.
Los Karamazov abandonan, como vampiro, la paz de las bibliotecas y se tornan actuales. Hay centenas de Iv¨¢n Karamazov por las calles del v¨¦rtigo ruso murmurando "Si Dios no existe, entonces todo est¨¢ permitido".
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