Los pueblos y la condicion de Estado
Con un dinamismo propio de las novelas de Isaac Asimov, tres d¨ªas de agosto nos transportaron a un pa¨ªs completamente diferente. Ahora Occidente debe relacionarse con este nuevo sistema y hacerlo sobre unas bases completamente distintas a las que exist¨ªan antes del 21 de agosto.Habiendo apostado por Mija¨ªl Gorbachov, que hab¨ªa proclamado la perestroika pero tambi¨¦n impedido cambios reales que, inevitablemente, habr¨ªan limitado su poder, Occidente intent¨® por todos los medios salvar a la URSS. Aunque acept¨® con entusiasmo la liberaci¨®n del Este europeo, Occidente neg¨® persistentemente el derecho a la libertad de los pueblos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Al centrarse en el tema del liderazgo y no prestar atenci¨®n a las aspiraciones nacionales de las rep¨²blicas, el mundo occidental demostr¨® ser profundamente antidemocr¨¢tico. Antes del golpe, su inter¨¦s en los asuntos sovi¨¦ticos giraba en torno al conflicto entre dos personalidades, Gorbachov y Yeltsin. Pero la cuesti¨®n era, de hecho, otra muy diferente: los pueblos de Lituania, Estonia, Ucrania Bielorrusia, Armenla o de cualquier otra naci¨®n, rep¨²blica o regi¨®n aut¨®noma, la misma Rusia, tienen el derecho a elegir su propia condici¨®n de Estado y su propio destino.
El 12 de marzo de 1990, Lituania se declar¨® independiente. ?Por qu¨¦ se ha tardado un ano y nueve meses en reconocer su legitimidad, as¨ª como la de Letonia y Estonia? ?Fue para permitir que las naciones que rechazaron la anexi¨®n original de los pa¨ªses b¨¢lticos por parte de Stalin llevaran a cabo actos dignos de sus sucesores? ?Fue para que la URSS pudiera establecer un bloqueo contra Lituania y arruinar de esta forma ambas econom¨ªas, la rusa y la lituana? ?Y la sangre derramada en Viena y Riga y, m¨¢s tarde, en Mosc¨²?
?Qu¨¦ podr¨ªa explicar el por que Occidente, desde el principio, se neg¨® a reconocer el derecho a la independencia de Eslovenia y Croacia? ?Fue por el ansia de sangre? ?Por qu¨¦ raz¨®n, ahora que la sangre ha sido derramada, la Comunidad Europea est¨¢ dispuesta a reconocer su legitimidad? ?Es m¨¢s f¨¢cil normalizar las relaciones internacionales despu¨¦s de un ba?o de sangre?
Las respuestas m¨¢s populares a estas preguntas suenan ahora m¨¢s que ingenuas: "Intent¨¢bamos ayudar a Gorbachov y a la perestroika, "espe r¨¢bamos preservar a la URSS" ?Y por qu¨¦? 'Para facilitar los tratos de Occidente con el pa¨ªs? ?Y qu¨¦ pasa con la gente qu vive en ¨¦l?
?Les es realmente indiferente a los dem¨®cratas occidentale c¨®mo le va a la gente bajo el totalitarismo? ?Es esa la raz¨®n por la que olvidan tan f¨¢cilmente todo, incluso una pesadilla como la de los tanques aplastando a los estudiantes en la plaza de Tiananmen?
Rusia fue la que, de todas las rep¨²blicas, jug¨® el papel principal en. la lucha por la autodeterminaci¨®n. De hecho, la ciudad de Mosc¨² lleg¨® a ser el campo de batalla definitivo en el conflicto que enfrent¨® al poder central -que estaba apoyado por el partido comunista, la burocrac¨ªa, los mandos del Ej¨¦rcito y las milicias del KGB- con Rusia, heterog¨¦nea y multinacional, pero a pesar de ello un pa¨ªs real por derecho propio con una poblaci¨®n de 140 millones de personas.
Despu¨¦s de haberse acostumbrado a relacionarse con un gigante ¨²nico y f¨¦rreamente gobernado, resulta sin duda dificil para Occidente aceptar la multiplicidad de fuerzas que emergen ahora como naciones nuevas y a¨²n sin definir.
Pero el mundo occidental tiene que darse cuenta de que los conceptos que definen lo que debe crearse en el territorio de la antigua URSS -expresiones como espacio econ¨®mico y espacio estrat¨¦gico-militar (de hecho, lo que necesitamos es un espacio defensivo-militar)- deben ir precedidos por la crea ci¨®n de un espacio democr¨¢tico.
Occidente debe replantearse no s¨®lo-la postura que ha mantenido en estos ¨²ltimos seis a?os, sino tambi¨¦n el propio concepto de la protecci¨®n de los derechos humanos. Esta protecci¨®n no deber¨ªa basarse en el lamentable paquete de ayudas de los acuerdos de Helsinki, ob tenido a cambio de la legitima ci¨®n de la divisi¨®n europea du rante la posguerra, sino m¨¢s bien en la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos, el principal documento de la hu manidad bajo la bandera de las Naciones Unidas.
La mayor¨ªa de nosotros he mos defendido durante d¨¦cadas los derechos del individuo que aparecen en sus 30 art¨ªculos. Y a¨²n as¨ª, pasamos por alto el pre¨¢mbulo, en el que se afirma: "Es necesario que los derechos humanos sean protegidos por el poder de la ley, de modo que una persona no tenga que utilizar el ¨²ltimo recurso de la rebeli¨®n contra la tiran¨ªa".
Estas palabras se refieren a naciones, no a individuos. Se refieren al derecho de los kurdos de Irak, de los lituanos, de los croatas o de los campesinos armenios de Nagorni Karabaj a luchar contra la tiran¨ªa. Ellos necesitan a la comunidad internacional, si bien no directamente una intervenci¨®n armada extranjera como la que solicitaron los kurdos y shi¨ªes de Irak, s¨ª al menos el apoyo diplom¨¢tico inmediato internacional en el caso de los pa¨ªses del Este de Europa, de la Rep¨²blica de Yugoslavia y de todas las rep¨²blicas de la antigua URSS que han proclamado su independencia.
El reconocimiento diplom¨¢tico y las actitudes positivas hacia estas declaraciones de independencia sirven para proteger uno de los derechos fundamentales, el de la autodeterminaci¨®n. Este reconocimiento puede a menudo evitar lo que, de otro modo, ser¨ªan derramamientos de sangre inminentes. Ninguna consideraci¨®n geopol¨ªtica ni la denominada realpolitik puede ser m¨¢s importante que la protecci¨®n de los derechos humanos y del derecho de un pueblo concreto a la autodeterminaci¨®n.
Es importante recordar que despu¨¦s de la II Guerra Mundial tuvo lugar una sustituci¨®n de conceptos en las leyes intemacionales, como sucede en otras ¨¢reas de la sabidur¨ªa, a menudo bajo la presi¨®n de los reg¨ªmenes totalitanos o fascistas.
Durante casi medio siglo hemos respetado el principio de inviolabilidad de las fronteras, pero se nos ha olvidado precisamente la raz¨®n de tal principio. Se acepta que las fronteras nac¨ªonales no pueden ser violadas desde fuera, como en Afganist¨¢n o Kuwait. Pero este concepto no se ha aplicado a Lituania o Eslovenla, por ejemplo, cuando sus habitantes o sus parlamentos leg¨ªtimos decidieron crear o restaurar su condici¨®n de Estado soberano. ?No es ¨¦ste, tambi¨¦n, un derecho inviolable?
Hasta el momento en que las leyes internacionales definan claramente y codifiquen los principios de inviolabilidad de fronteras y de autodeterminaci¨®n nacional, seremos incapaces de defender los derechos humanos -los derechos de los pueblos y de los individuos- en toda su amplitud.
Este es el tenia m¨¢s crucial y urgente en mi pa¨ªs en estos momentos.
El fallido golpe de Estado puso punto final a la existencia de la URSS. Se cre¨® un Gobierno provisional, pero los t¨¦rminos de su existencia y, lo que es a¨²n m¨¢s importante, ad¨®nde se supone que conduce esta transici¨®n no est¨¢n todav¨ªa definidos.
Es una situaci¨®n extra?a. Hay, en efecto, cerca de 2.500 diputados del pueblo sovi¨¦tico, pero b¨¢sicamente no existe una Uni¨®n, y no est¨¢ claro qu¨¦ es lo que van a hacer ahora. Y lo mismo puede decirse del S¨®viet Supremo de la URSS. Hace a?o y medio, este Congreso eligi¨® a un presidente de la URSS, pero nadie sabe ante qui¨¦n es responsable, y sus funciones son un completo misterio.
Sin embargo, contin¨²a, como antes, recibiendo a los dignatarios de varios pa¨ªses y firmando todo tipo de acuerdos. ?Qui¨¦n tendr¨¢ que respetarlos? ?Qui¨¦n ser¨¢ su leg¨ªtimo sucesor?
Existe una constituci¨®n, pero no el pa¨ªs para el que se cre¨®. Hay 12 rep¨²blicas que ya han declarado su independencia, pero carecen de constituci¨®n. Tres rep¨²blicas se han declarado independientes, de palabra y de hecho.
El resto de las rep¨²blicas est¨¢n estableciendo tratados mutuos, pero la naturaleza de estas rep¨²blicas var¨ªa ampliamente. En algunas, se rechaza abiertamente la ideolog¨ªa comunista, mientras que, en otras, los partidos comunistas cambian de nombre o camuflan su verdadera naturaleza y a los viejos l¨ªderes.
En muchas rep¨²blicas se producen derramamientos de sangre y violaciones de derechos humanos a gran escala. Todas se ven acosadas por la inflaci¨®n, una profunda crisis econ¨®mica y la falta de alimentos, de medicinas y de los productos b¨¢sicos. Todas sienten temor ante el invierno que se acerca. Todas necesitan. imperiosamente la ayuda occidental.
Proporcionar ayuda humanitaria es una obligaci¨®n de Occidente. Entre las cuestiones claves est¨¢n: ?a qui¨¦n debe dirigirse esta ayuda? ?C¨®mo puede distribuirse de modo que ayude a la gente y no al ej¨¦rcito, como sucedi¨® en Etiop¨ªa? ?C¨®mo puede favorecer a los procesos democr¨¢ticos?
Antes que nada, Occidente tiene que darse cuenta de que las transformaciones democr¨¢ticas pueden salir adelante s¨®lo desde las rep¨²blicas. Por consiguiente, ellas deben ser las ¨²nicas que reciban ayuda. Pero esto debe supeditarse al respeto obligatorio de los derechos humanos.
No es en la Declaraci¨®n de Derechos y Libertades, adoptada apresuradamente por el Congreso sovi¨¦tico, con gran alarde publicitario al inicio del golpe, en lo que debe basarse ese respeto, sino en la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y los acuerdos subsiguientes sobre derechos humanos. Las rep¨²blicas deben crear una legislaci¨®n que les obligue a regirse por la declaraci¨®n universal y ,los acuerdos.
Deben establecerse comisiones internacionales permanentes de observadores en todas las rep¨²blicas para controlar el respeto a los derechos humanos y a los derechos de las minor¨ªas. La ayuda a estas rep¨²blicas deber¨ªa decidirse sobre la base de los informes de las comisiones.
Estas delegaciones podr¨ªan crearse con la participaci¨®n de las comisiones de observaci¨®n de Helsinki de los pa¨ªses miembros del Consejo para la Seguridad y la Cooperaci¨®n en Europa y la comunidad internacional de derechos humanos.
Al mismo tiempo, deber¨ªa establecerse en Occidente un centro de supervisi¨®n para. la distribuci¨®n de la ayuda -as¨ª como controles locales para garantizar que ¨¦sta llegue a la gente- similar a la red que funcion¨® en Europa despu¨¦s de la Il Guerra Mundial.
Es muy importante que la ayuda a las distintas rep¨²blicas sea proporcional. Si Rusia recibiera m¨¢s de lo que le corresponde proporcionalmente, esto provocar¨ªa pogromos contra las minor¨ªas de habla rusa en otras rep¨²blicas.
Aunque todas las rep¨²blicas se enfrentan a problemas muy complejos, resulta particularmente cierto en el caso de Rusia. Dado su papel hist¨®rico e influencia real, Rusia ser¨ªa la primera en tratar de resolver el problema de la futura estructura pol¨ªtica de la antigua Uni¨®n.
Su elecci¨®n entre un futuro democr¨¢tico o totalitario influir¨¢ enormemente en el curso que seguir¨¢n las otras rep¨²blicas. Para convertirse en un Estado democr¨¢tico, tendr¨¢ que cumplir la promesa de autodeterminaci¨®n para sus electorados multinacionales y servir de ejemplo al resto de las rep¨²blicas. Tendr¨¢ que superar el peligro de pasar de ser un r¨¦gimen sovi¨¦tico, en el que la religi¨®n y el Estado son independientes, a Convertirse en un Estado Ideol¨®gico ruso ortodoxo. Tendr¨¢ que decir adi¨®s para siempre al papel mesi¨¢nico que Rusia ha desempe?ado a lo largo de los siglos.
?Es capaz el Parlamento de hacer todo eso? ?Es capaz de hacerlo Yeltsin?
?Puede Gorbachov repasar las lecciones de la perestroika y vivir sabiendo que el desarrollo democr¨¢tico de los pueblos de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica implica que ¨¦l, ser¨ªa el l¨ªder de un centro con funciones muy limitadas delegadas en las rep¨²blicas?
Todas estas condiciones son indispensables. De otro modo, la. victoria &ente a los golpistas no tendr¨¢ ning¨²n valor para el pueblo. Rusia se convertir¨¢ de nuevo en un Gobierno totalitario y lo ¨²nico que se habr¨¢ conseguido es cambiar una ideolog¨ªa por otra.
Copyright News Perspectives Quarterly, 1991, Distribuido por Los ?ngeles Times Syndicate.
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