El haraquiri feliz

Ninguna asamblea de socios es diferente de otra, por mucho que Gil se haya empe?ado en llamar la atenci¨®n organizando cinco donde los dem¨¢s se con forman con una. Fracaso total. Coloc¨® cortinas rojiblancas, un techo de lona rojiblanco, azafatas rojiblancas y m¨²sica de Luis Cobos para amenizar la espera. Pero no hubo espect¨¢culo sobresaliente. Lo de siempre: una formalidad cutre. El f¨²tbol ha generado una sociolog¨ªa en sus asambleas de la que no se salva nadie. El presidente es un celoso guardi¨¢n del honor del club m¨¢s que un riguroso gestor; los socios se dividen entre la mayor¨ªa silenciosa, los incondicionales y algunos opositores recalcitrantes. Se creen due?os del club cuando no lo son, falacia largamente consentida. Dentro de un a?o podr¨¢n serlo... si pagan por ello.El presidente procedi¨® al viejo truco de calentar el ambiente. "Hoy parece que se decide el mundo en nuestra casa", anunci¨®. Dicho todo esto aludi¨® a terroristas (enti¨¦ndase periodistas), a campa?as orquestadas y a enemigos exteriores no identificados. Siempre debe haber enemigos exteriores, qu¨¦ ser¨ªa si no del f¨²tbol. Surgi¨®, entonces, el opositor recalcitrante (dos exactamente), que siempre suele intervenir antes de que le toque porque no puede esperar m¨¢s; se amarra a alguna queja indiscriminada y se sienta cuando es abucheado. Interviene luego el incondicional que pide la hoguera para los contestatarios y m¨¢s respeto hacia la presidencia. La presidencia contesta humilde pero magn¨¢nima: "No quiero que en mis asambleas nadie se quede con una duda" Gil no fue original ni por exceso, que es su cualidad sobresaliente. Siempre hay detalles al margen para abundar en el color. A destacar uno: Gil fue abuelo a las 18.43 horas, "de una ni?a preciosa" seg¨²n anunci¨® ceremonioso el asesor jur¨ªdico. La nieta de Gil mereci¨® los aplausos de los socios. ?se el objetivo final de una asamblea: estimular la satisfacci¨®n por los colores y aplaudir las consignas del jefe, aunque invite a los socios a un haraquiri. Como dejar de ser due?os del Atl¨¦tico. En realidad no lo hab¨ªan sido nunca. Estaban para aplaudir y pagar.
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