Una isla dentro de otra
Los sovi¨¦ticos que quedan en Cuba viven en guetos, alejados de las costumbres de la isla
ENVIADO ESPECIAL Una discreta peregrinaci¨®n se sucede diariamente en horas de la tarde por La Rampa o la calle L de la capital habanera. El punto de destino es la oficina postal del hotel Habana Libre, el viejo Hilton de la ¨¦poca de Fulgencio Batista, cuyos tel¨¦fonos han sido a lo largo de las tres ¨²ltimas d¨¦cadas testigos de los mayores secretos exportados o importados de la Cuba castrista. Hoy, el hotel Habana Libre alberga a menos revolucionarios de ?frica o Am¨¦rica que viajaban a La Habana para conocer ese laboratorio ideol¨®gico que en su d¨ªa fue el r¨¦gimen castrista y s¨ª, en cambio, a m¨¢s turistas que se desplazan a la isla desde Europa atra¨ªdos por los encantos del tr¨®pico.
Los peregrinos son sovi¨¦ticos que buscan, ya con la paciencia que los a?os procuran para entender la parsimonia del cubano, una l¨ªnea telef¨®nica internacional para poder entrar en contacto con los familiares en su pa¨ªs de origen. Pasan desapercibidos por las calles sin que nadie muestre el m¨¢s m¨ªnimo signo de atracci¨®n o comprensi¨®n hacia ellos. Caminan solitarios, mal vestidos y sudorosos o advirtiendo rudeza en su comportamiento p¨²blico, por otro lado muy cuestionado porque en los 30 a?os que llevan en la isla han sido unos de los mayores agitadores a lo miserable del mercado negro, dados los privilegios en abastecimiento que ellos manten¨ªan en la ¨¦poca dorada de las relaciones entre Mosc¨² y La Habana.Son los bolos, apelativo que los cubanos emplean para definir al cooperante sovi¨¦tico -tosco y deforme a su entender- que la isla abriga en todos sus rincones.
El cubano se ha re¨ªdo siempre del sovi¨¦tico. No es el europeo elegante y con d¨®lares que viene a hacer turismo sino un extranjero fr¨ªo y distante que se topa con dificultades de aclimataci¨®n en un pa¨ªs que le resulta distinto y muy lejano en sus costumbres y h¨¢bitos. Nadie en la calle les reclama ni nadie les da compa?¨ªa.
Y son una isla dentro de otra isla.
Luna de miel
Los cubanos, por mor de esa luna de miel que otrora sostuvieron los reg¨ªmenes comunistas de La Habana y Mosc¨², han digerido durante 30 a?os cultura dirigida sovi¨¦tica, han tenido que proveer sus casas de electrodom¨¦sticos y todo tipo de utensilios procedentes de ese pa¨ªs e incluso se han visto obligados a estudiar ruso. Lo han hecho siempre con desinter¨¦s porque, pese a los 8.000 kil¨®metros que separan La Habana de Mosc¨², en Cuba lo sovi¨¦tico s¨®lo ha interesado al r¨¦gimen y nunca a la calle. "Ya hace 11 a?os hu¨ªamos de los cines cuando anunciaban pel¨ªculas rusas", comenta una joven cubana que estudi¨® ingenier¨ªa en la URSS y que conoce a fondo su cultura.
En Cuba hay tres tipos de sovi¨¦ticos: los diplom¨¢ticos que se concentran en el siniestro y voluminoso edificio que rompe la belleza de la Quinta Avenida habanera, los t¨¦cnicos que dependen de la llamada misi¨®n diplom¨¢tica que tiene su sede en un edificio de la punta de Miramar, y los militares estrat¨¦gicamente acantonados en la isla.
Entre ellos hay profundas diferencias. Mientras los diplom¨¢ticos viven bien y sin ning¨²n tipo de diferencia social que les separe de sus hom¨®logos de otros pa¨ªses, los t¨¦cnicos est¨¢n en estos momentos dif¨ªciles casi al rasero del cubano medio, con algunas excepciones en cuanto a prebendas. Los militares son la gran inc¨®gnita de una cooperaci¨®n que, pese a haber llegado ya pr¨¢cticamente a su fin, es a¨²n clasificada como alto secreto.
Los sovi¨¦ticos viven en guetos dentro de la isla, alejados de las costumbres cubanas y, en suma, del pa¨ªs que los alberga, con la excepci¨®n del contacto -diario que le proporciona su actividad.
La misi¨®n econ¨®mica est¨¢ en pleno proceso de liquidaci¨®n. Se calculan en unos 10.000 el n¨²meros de t¨¦cnicos en los mejores tiempos de las relaciones entre Mosc¨² y La Habana, pero ahora s¨®lo se cuentan por centenares. La primavera pasada gener¨® un importante ¨¦xodo que ya desde tiempos atr¨¢s, a ra¨ªz de la perestroika, se estaba produciendo de manera creciente.
Por otra parte, el nuevo aspirante sovi¨¦tico a la cooperaci¨®n internacional se niega a viajar a Cuba porque este pa¨ªs no le proporciona las suficientes divisas que necesita para sobrevivir. "En otros tiempos esto era una delicia", comentaba una cooperante sovi¨¦tica con mas de cinco a?os en la isla. "Ten¨ªamos posibilidades de reservar hoteles e incluso alquilar peque?as guaguas para recorrer la isla. La mayor¨ªa de la gente ya se ha ido".
Entre la calle 31 y 18 de La Habana, un antiguo convento de ursulinas alberga una impresionante escuela -tres o cuatro veces mayor que un colegio de la URSS- para hijos de cooperantes. Hoy esta escuela resulta demasiado grande para el n¨²mero de alumnos que siguen all¨ª sus clases en ruso.
En opini¨®n de algunos sovi¨¦ticos con a?os en Cuba, "la falta de disciplina y la indolencia tropical" han sido los principales factores de separaci¨®n. Para los cubanos, alegres y latinos en su comportamiento, los bolos con su rudeza se aislan a s¨ª mismos. "Siempre nos ha dado la sensaci¨®n de que viven peor que nosotros", comenta un profesor.
Hubo un momento en que Pravda e Izvestia sobresal¨ªan abundantes por los buzones de los repartos de Flores, Coronela, El N¨¢utico o Alamar los grandes guetos sovi¨¦ticos de La Habana, a excepci¨®n del m¨®dulo militar de Kholy, y el denominado hotel Focsa, un gigantesco edificio que se alza en pleno barrio de El Vedado. Hoy el peri¨®dico casi no llega y alg¨²n que otro interesado en la actualidad de su pa¨ªs se ve obligado a leer Literaturnaia Gazeta con al menos tres y cuatro meses de retraso porque sus ejemplares llegan a la isla por barco. "Les pedimos a nuestros compatriotas que nos traigan de la URSS cebollas antes que peri¨®dicos", afirma una cooperante.
No pasan de 7700
En los mejores tiempos de las relaciones entre Cuba y la URSS hubo 40.000 militares sovi¨¦ticos desplazados en la isla. Era el oto?o de 1962, cuando el r¨¦gimen de La Habana se enfrent¨® a Washington en la denominada crisis de los misiles.
Hoy, pese a que Mija¨ªl Gorbachov los cifr¨® recientemente en 11.000, no pasan de 7.700, de los cuales 2.800 pertenecen a la brigada de instrucci¨®n que pronto saldr¨¢ de la isla, otros 2.800 son asesores militares y unos 2. 100 realizan actividades para la inteligencia, especialmente en el centro de escuchas de Lurdes, la mayor base de telecomunicaciones de la URSS fuera de sus fronteras.
Matrimonios mixtos
Todo este contingente militar moviliza tambi¨¦n a un millar de personas en calidad de familiares.
Los matrimonios mixtos duran poco. Es m¨¢s el cubano que se casa con una sovi¨¦tica en la URSS y regresa con ella a Cuba que el proceso a la inversa. En la mayor¨ªa de los casos el matrimonio fracasa y la sovi¨¦tica regresa con sus hijos a su pa¨ªs.
Un cooperante sovi¨¦tico en actividades industriales, econ¨®micas o incluso cultura les y pedag¨®gicas cobra como mucho 527 pesos (el cambio oficial es de un peso por un d¨®lar y en mercado negro 17 pesos un d¨®lar) y como m¨ªni mo 360, repartidos en un 40% de moneda nacional cubana y el resto mediante talones en rublos fuertes (2,6 respecto al valor oficial) que suelen en viar a su pa¨ªs. Tambi¨¦n percibe una parte a?adida en proporci¨®n a su sueldo en d¨®lares que del salario mayor representa unos 80 y en el menor unos 60. Compra en tiendas especiales, m¨¢s cercanas ahora al casi desaparecido mercado libre paralelo tubano que a las diplotiendas que s¨®lo admiten divisas occidentales, y una vez al mes se les permite acceder al economato de la misi¨®n econ¨®mica sovi¨¦tica para obtener productos importados de su pa¨ªs, especialmente alimentos enlatados.
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