Tres orejas y un dedo

El dedo de Espartaco, una fisura seg¨²n un doctor apellidado Duque, puede haber tenido algo que ver en el agradecimiento que el p¨²blico mostr¨® a Joselito en forma de dadivosa generosidad a la hora de pedir trofeos. Lo de Espartaco, que aqu¨ª nadie crey¨®, es m¨¢s que una fisura en un dedo, otra fisura en su carrera. Es curioso que un p¨²blico tenga tan santa paciencia como para agradecer a una figura el que venga a torear en una feria importante. Y es que entre la mu?eca de Mora y el dedo de Espartaco, parece como si las lesiones de este tipo proliferasen a finales de temporada.Para colmo de desdichas, la empresa, con la plaza llena y a precios muy altos, sustituy¨® a la figura por un torero modesto (al menos de momento), con lo que se ahorr¨® una cantidad m¨¢s que considerable, mirando, por tanto, m¨¢s a su negocio que a satisfacer al p¨²blico.

Dejando aparte la generosidad del p¨²blico y la presidencia, se ha de decir que Joselito tuvo una buena tarde, sobre todo en su primero, al que tore¨® relajad¨ªsimo con el capote y sin echar el habitual paso atr¨¢s. Con la muleta realiz¨® casi toda la faena en los medios, toreando con ambas manos con temple, quietud y embarcando muy bien la noble embestida del de Los Bayones. El colof¨®n de la medida faena fue precioso, con ayudados por bajo flexionando la rodilla, molinete y afarolado. En el quinto no estuvo tan medido, porque insisti¨® en demas¨ªa con un toro muy aplomado, pero como m¨¢s vale pillar a Joselito en una tarde con ganas, como ¨¦sta, que en una de sus muchas melanc¨®licas, pues el p¨²blico lo dio por bien empleado y le obsequi¨® con una oreja.

Ra¨²l Aranda no consigui¨® sujetar a su primero, ¨²nico lidiado de los dos anunciados de El Torre¨®n, que el p¨²blico ovacion¨® injustamente en el arrastre porque se hab¨ªa resistido a doblar, olvidando lo huido que fue en la muleta. Pero el cuarto fue otro cantar, de una nobleza y una suavidad extraordinarias, y Aranda lo aprovech¨® a modo, haci¨¦ndole una bonita y recia faena, ligando los muletazos y d¨¢ndolos en toda su extensi¨®n, todo en los medios. Quien es capaz de torear as¨ª, deber¨ªa ocupar otro lugar en el escalaf¨®n. Faena de dos orejas que malogr¨® con los aceros.

Luguillano, que sustituy¨® a Espartaco, no encontr¨® el toro que necesita para realizar su toreo barroco y preciosista y la cosa qued¨® en un quehacer r¨¢pido, despegado, agarrotado y perfilero, con la mirada en exceso pendiente del callej¨®n y sin conseguir el acoplamiento con sus poco dif¨ªciles oponentes.