Lo complejo en Nadine Gordimer
Uno debe de escribir sobre aquello que nos abri¨® horizontes, mucho m¨¢s sobre lo que de alguna manera ha conformado nuestra sensibilidad o ha confirmado propias tendencias anteriores. La obra de Nadine Gordimer de finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta oper¨® as¨ª sobre quien descubr¨ªa entonces ?frica y buscaba cu¨¢l fuese el procedimiento narrativo que conjugase un saludable temor ante la literatura instrumentada por la pol¨ªtica con la conciencia del alcance social y pol¨ªtico de una obra. Nadine Gordimer nos desvel¨® la complejidad de una sociedad que aparec¨ªa como sencilla en su manique¨ªsmo racista. Desde sus primeras narraciones recogidas en The soft voice of the serpent, Six feet of the country, Friday's footprint, hasta su primer intento de transmitir un an¨¢lisis global de la sociedad surafricana, y tambi¨¦n su versi¨®n de los elementos que determinan a la naturaleza humana, A world of strangers.
Descubr¨ª la obra de la novelista en su pa¨ªs, a finales de los a?os cincuenta y comienzos de los sesenta. Desde entonces, la he seguido, no ya como acceso a un mundo cuyo dilema apreci¨¦ muy joven, sino como a una maestra en transmitir lo que queda m¨¢s all¨¢ de la trama. Pertenece a esa escuela de escritores anglosajones que no pierden en la novela la capacidad de sorpresa y de inquietud que subyace en los grandes cuentistas. Hacer aparecer la realidad tras los actos de los hombres, de repente, en un momento, en verdad eran epifan¨ªas.
El enemigo encerrado
Dos temas, me pareci¨® entonces, impregnaban la concepci¨®n que Gordimer ten¨ªa del hombre y de la sociedad: el papel disruptivo del inocente -o de quien aparece como tal- en la vida de los dem¨¢s, y que el enemigo encerrado en el interior de todo hombre moderno y conformista es la mala conciencia. La amenaza m¨¢s insidiosa e interior. No ya en la Sur¨¢frica blanca del apartheid, sino en todo el mundo moderno. "Y as¨ª la conciencia nos vuelve a todos cobardes", monologuea Hamlet. El inocente rompe la autosatisfacci¨®n del adaptado. Desde no ya la mala conciencia, sino desde la proclamaci¨®n de la culpa, en Dostoievski. "Cuando el santo o el inocente interfieren en la vida habitual de los que no lo son, ¨¦sta se altera por la p¨¦rdida de su suficiencia", dec¨ªa Tierni en la ¨¦poca (Concepci¨®n del mundo e ideas pol¨ªticas de Dostoievski).
La culpa en el autor ruso era trasgresi¨®n del orden divino, y comprend¨ªa la posibilidad de regeneraci¨®n por su asunci¨®n. Para la escritora de la cotidianidad surafricana, la mala conciencia -"Ca¨ªn, ?qu¨¦ has hecho de tu hermano?"- no culmina en una catarsis religiosa, sino que se convierte en la masa gris sobre la que se vive la felicidad o el drama.
Los dos temas de Gordimer estaban ya en Graham Greene. El inocente que est¨¢ naturalmente al margen de las convenciones rompe el orden y desencadena la tragedia. El inocente, el ajeno y, sobre todo, el amor. El amante oculto de El fin de la aventura puede ser Dios, pero es m¨¢s general que el amante tropiece con algo que no puede soportar el contraste constante del amor como puede ser la sociedad. El americano inocente desencadena un atentado; tambi¨¦n, la buena intenci¨®n de Scobie en The heart of the matter o la inocencia indiferente de Quarry en One burnt out case, la tragedia. Tambi¨¦n en las primeras obras del actual premio Nobel. Greene es, tal vez, la influencia m¨¢s perceptible en Gordimer. Otras influencias provienen de la misma tradici¨®n surafricana.
En Greene, el tema de la ca¨ªda del hombre se inscribe, en lo que se refiere a su obra brit¨¢n¨ªca -es decir, en aquella que no escoge el escenario de los pa¨ªses en desarrollo-, en una dimensi¨®n irrenunciable en la cultura brit¨¢nica: la divisi¨®n en clases y la conciencia omnipresente de las clases. Incluso, o sobre todo, en el lenguaje y en el acento (Pigmali¨®n como el mejor panfleto fabiano). En el mundo de Gordimer, clase y raza son lo mismo. Hay, pues, menos matizaciones de clases.
El mundo de la obra de la surafricana es d¨²al: el de la segregaci¨®n racial en un mundo industrial en el que los negros eran proletariado o subproletariado -Johanesburgo, sobre todo- y el de la llanura, el veld, con su capacidad de regeneraci¨®n. Cuando se inicia Gordimer, hab¨ªa aparecido una obra de incidencia en el an¨¢lisis novelado de la sociedad de los colonos: la de Doris Lessitig The grass is singing.
Una sociedad en la que los contactos son enormemente dif¨ªciles y en la que cada grupo erige su propio gueto. "Un mundo de extra?os", pues. El drama del surafricano liberal era estar pose¨ªdo por el convencimiento de que era imprescindible y urgente el di¨¢logo racial, y saber que en un alto porcentaje tales esfuerzos estaban condenados al fracaso.
Literatura vern¨¢cula
Escrito a finales de los a?os sesenta, as¨ª se titulaba el ep¨ªgrafe de un ensayo sobre la literatura nativa surafricana. Se hab¨ªa pasado de la mitificaci¨®n de la vida tribal o de las misiones y de la armon¨ªa entre naturaleza y hombre a la descripci¨®n de los lumpen de las locations: Alexandratownship, Soweto, etc¨¦tera. La Sur¨¢frica de la primera literatura vern¨¢cula, la de la obra de, por ejemplo, Thomas Nafolo, hab¨ªa conducido a la que pon¨ªa en duda la identidad africana como proclamaba Ezekiel Mphalele en un ensayo manifiesto. Tambi¨¦n para los africanos cultos y urbanizados las batallas comenzaban a ser interiores. La evoluci¨®n en la literatura de los blancos es otra de las influencias en Gordimer. Del universo arm¨®nico de los cl¨¢sicos, The story of an african farm, de Olive Schreiner, tan a tono con las sagas de los highlands de Kenia, de Elpseth Huxley, o The red trees of Thika -no de Karen Blixen, m¨¢s cosmopolita-, se pasa a la denuncia moralista y pol¨ªtica de Llora, amado pa¨ªs o de Demasiado tarde el phalarope, de Alan Paton. Paton es directo, comprometido, casi evang¨¦lico; en su voz resuenan los salmos y las condenas del Viejo Testamento, Gordimer es comprometida, pero indirecta, insidiosa, cerca al lector; es sutil, matizada y muy mort¨ªfera para la injusticia racial. Los temas abordados por la novelista en aquella su primera ¨¦poca la acompa?an durante 30 a?os. La obra cobra complejidad, equilibrio, pero no abandona su perspectiva inicial. As¨ª en The conservationist, Burghers daughter o A party of honour.
En su comienzo, en el panorama narrativo surafricano estaban los cl¨¢sicos con su literatura arm¨®nica -de las praderas, dir¨ªamos-, sean en lengua inglesa o afrikaans: Venter, Plomer... Tambi¨¦n la literatura de denuncia en lengua inglesa y el comienzo de la b¨²squeda de su ident¨ªdad por los autores de las locations o del exilio.
Pero, progresivamente, la posici¨®n de Gordimer va a coincidir con la evoluci¨®n de ciertos grupos blancs. Lo m¨¢s novedoso: la de los afrik¨¢ners. Es una evoluci¨®n al principio silenciosa. El movimiento tiene por centro la ciudad y la Universidad de Stellenbosch, el coraz¨®n afrik¨¢ner, en la provincia de El Cabo. De ah¨ª se extender¨ªa una posici¨®n que, manteniendo las tradiciones y aun mitos del pueblo b¨®er, denuncia la inmoralidad y la imposibilidad del apartheid. Autores afrik¨¢ners como el dramaturgo Fuggard o los novelistas Coetze y De Brink sit¨²an tambi¨¦n las grandes batallas en la conciencia interior de los blancos.
Escritora urbana
Nadine Gordimer es una escritora urbana. Sus dilemas no son -como en De Brink, por ejemplo- los de las peque?as ciudades perdidas en el veld, los dorps. No principalmente. Sino la encrucijada en una sociedad en r¨¢pido cambio econ¨®mico y de concentraci¨®n urbana entorpecida por el apartheid. Pero en su formaci¨®n -en su ni?ez y juventud- operan los mitos de la naturaleza como fuente de regeneraci¨®n. Es algo parecido a la literatura de la frontera en Estados Unidos. Puede ser la escritora ¨¢cidamente cr¨ªtica sobre las conductas y esnobismo de los miembros de una partida de caza en el Limpopoo. Pero, buena surafricana, se lava de la pegajosa grasa de las incertidumbres y crueldades raciales en los arroyos que bajan de las Drakensberg o en las pozas verdinegras del norte del Transvaal. Hace unos meses cay¨® en mis manos una narraci¨®n de la autora en The Guardian. Narraba su redescubrimiento de una reserva natural en Zambia, en la que hab¨ªa estado 30 a?os antes. Nadine Gordimer volv¨ªa a la juventud y descargaba el saco de la responsabilidad moral y social del escritor.
Nos habla de una laguna aparentemente cubierta de grandes, inmensos cantos rodados que comienzan a moverse: son los dorsos de decenas de hipop¨®tamos. Hay en su narraci¨®n la satisfacci¨®n de su juventud: "Aunque no lo cre¨¢is, he visto m¨¢s de 40 hipos juntos". En la noche sigue un sendero que atraviesan miles de insectos luminosos. Vigila la fauna nocturna, invisible bajo el sol. La habitante del suburbio elegante de Johanesburgo, la militante de la causa anti-apartheid, se sumerge en ese momento de ?frica anterior a la ca¨ªda, al pecado y al hacinamiento industrial. ?frica aparece siempre como reci¨¦n lavada ante nuestros ojos. En cada amanecer. Este es un mundo total, ignoto, una revelaci¨®n, no un mundo de extra?os.
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