El lenguaje de cara al 92
La capitalidad cultural de Madrid en 1992 tendr¨¢ que salir del vagaroso estado de abstracci¨®n en que se encuentra, seg¨²n el autor del art¨ªculo, de modo que deje alguna huella en la cultura espa?ola. Huella que deber¨¢ pasar por una atenci¨®n al idioma, la manifestaci¨®n cultural m¨¢s importante de cualquier pueblo.
Tal vez sea ya un poco tarde para hilvanar unas reflexiones acerca del 92. No me refiero a la Olimpiada, ni a la Expo, ni al asunto de Col¨®n. Lo que me interesa es que a Madrid se le ha colgado, tambi¨¦n para ese a?o, la encomienda de la capitalidad europea de la cultura, o de la capitalidad de la cultura europea, que no se sabe qu¨¦. es peor.Seguramente no he hecho bien las cosas. He debido empezar a reflexionar antes, quiz¨¢ 200 o 300 a?os antes. Ya el profundo pensamiento-aleluya n¨²mero 15 de Camino, obra fundamental del beato marqu¨¦s de Peralta, aconseja muy bien aconsejado: "No dejes tu trabajo para ma?ana". Pero yo me confi¨¦ y lo fui dejando. Hoy ya es inaplazable.
Creo que esa capitalidad que ahora recae sobre Madrid irradiar¨¢ a toda Espa?a, como han irradiado la organizaci¨®n administrativa y el tejido burocr¨¢tico, y las redes de carreteras, de ferrocarriles, de rutas a¨¦reas... Casi todo es burocracia, casi todo son redes. Pero, irradie o no irradie, esa capitalidad tendr¨¢ que salir del vagaroso estado de abstracci¨®n en que se encuentra, de modo que el 92 deje alguna huella de su paso en la arena de las playas de nuestra cultura (que as¨ª gusta de expresar tan candente necesidad un amigo que yo tengo).
Estad¨ªsticas recientes se?alan que Madrid cuenta con 80.000 adultos analfabetos absolutos. En Espa?a hay 1.779.700 analfabetos totales. (Sospecho que, a estos efectos, totales y absolutos deben de ser la misma cosa). Y, adem¨¢s, en la regi¨®n hay un 24,2% de analfabetos funcionales, o sea, que malamente aciertan a firmar. Otra cosa son los que andan un poco flojos en ortograf¨ªa. Por ejemplo, en el trabajo mismo en que se nos facilitan esos datos, aparece un exahustivo con un ligero desplazamiento de la h -naturalmente, hacia la derecha-, que deber¨ªa haberse evitado.
Bombarderos o escuelas
Pero los analfabetos constituyen un problema de f¨¢cil soluci¨®n. ?Qu¨¦ necesitamos m¨¢s: 50 bombarderos o 500 escuelas? La respuesta correcta es muy sencilla. Cualquier ciudadano con un poco de sentido com¨²n sabe a qui¨¦nes tenemos que ense?ar a leer y a escribir, pero no hay ministro de Defensa que, cuando va al mercado a comprar los bombarderos, sepa a qui¨¦nes tiene que bombardear. Y hasta es posible que la cosa acabe sin bombardear a nadie, con la frustraci¨®n ministerial que tales contrariedades suelen producir. Pero, una vez hallada la respuesta, todo se reduce a que los ministros de Hacienda, de Defensa y d¨¦ Educaci¨®n se re¨²nan, y que el primero quite al segundo todo el dinero que para las escuelas necesite el tercero.
Lo que no se puede permitir es que la rutina se adue?e de las circunstancias que la capitalidad nos depara, porque la rutina siempre es in¨²til y car¨ªsima. Cert¨¢menes literarios, justas po¨¦ticas, actos acad¨¦micos... Todo eso est¨¢ muy bien, pero est¨¢ muy bien para todos los d¨ªas. Algo m¨¢s habr¨¢ que hacer, si no se quiere que el a?o 1992 vaya a pasar, como dec¨ªa un amigo que yo tuve, desapercibido.
Lo que a m¨ª deb¨ªa hab¨¦rseme ocurrido hace 200 o 300 a?os no se me ha ocurrido hasta ahora. Y no es la celebraci¨®n de ning¨²n acto en ning¨²n paraninfo, pongamos por caso. Ni siquiera es una celebraci¨®n. Se trata de abrir paso a una costumbre que nosotros iniciar¨ªamos en el 92, y que otros deben seguir cumpliendo en a?os y en siglos venideros. Y no se atribuya a. petulancia esto de hablar de siglos. ?Qu¨¦ culpa tiene nadie de que los grandes movimientos hist¨®ricos y culturales no sean cuesti¨®n de d¨ªas?
De momento, se?alemos que, en nuestra opini¨®n, la manifestaci¨®n cultural m¨¢s importante de cualquier pueblo es su idioma. En radios y televisiones p¨²blicas y privadas, en publicaciones, en congresos de todo tipo, son hoy frecuentes los coloquios en que se debaten temas muy diversos. Pero, cualquiera que sea el objeto del coloquio, hay siempre otro objeto subyacente sometido a juicio: es el idioma.
Enfoque particular
De igual modo que cada participante acude al coloquio con un enfoque particular del asunto que se va a discutir, as¨ª tambi¨¦n cada uno acude con su castellano (Constituci¨®n, 3, l). Pero, si uno de los participantes aporta un dato hist¨®rico, econ¨®mico, etc¨¦tera, que otro participante considera err¨®neo, lo m¨¢s probable es que la correcci¨®n no se haga esperar. En cambio, cuando el error se comete con el idioma, es muy raro que surja la correcci¨®n, bien porque se considera de mal tono corregir a alguien en su manera de hablar, bien porque nadie se siente demasiado seguro para hacerlo.
Los medios de comunicaci¨®n nos ofrecen formas de lenguaje hablado manifiestamente mejorables. Pero cualquier lector puede tropezar tambi¨¦n con textos igualmente mejorables, procedentes de instituciones acad¨¦micas y de autores que, en cierta medida, pueden imprimir car¨¢cter a la creaci¨®n literaria de nuestro tiempo. (Creo que los dos m¨¢s grandes creadores de lenguaje de este siglo -Unamuno y Valle-Incl¨¢n- no fueron especialmente respetuosos con las formas academicistas, pero ten¨ªan, cada uno a su modo, un sabio y profundo sentido del idioma. En la portentosa creaci¨®n literaria de Valle-Incl¨¢n, lo que m¨¢s portentoso me parece y m¨¢s me asombra es la genial simbiosis que fue forjando, d¨ªa tras d¨ªa, entre el castellano y su gallego originario, y con la que enriqueci¨® el castellano con nuevas significaciones, con nuevos ritmos, con nuevos estremecimientos).
Atender m¨¢s rigurosamente al lenguaje: ¨¦se es el contenido de la nueva' costumbre que debemos iniciar con motivo de la capitalidad cultural del 92. No s¨¦ si mi pretensi¨®n parecer¨¢ modesta, pero, cuando se trata de poner remedio a un mal que todos deseamos atajar, poco o nada importan pareceres arriba o abajo. Y si ahora la virtud de la modestia aconseja silencio, ser¨¢ que la modestia ha dejado de ser una virtud.
es ensayista y escritor.
Babelia
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