L¨ªmites morales del capitalismo
El colapso de la econom¨ªa dirigida en lo que hasta hace unas semanas se conoc¨ªa como Uni¨®n Sovi¨¦tica no es meramente una crisis en la elecci¨®n de un sistema econ¨®mico, socialismo real o capitalismo. Desde luego ser¨ªa un alivio poder decirnos a nosotros mismos que las pr¨®ximas d¨¦cadas van a ser dif¨ªciles porque no existen precedentes para una transici¨®n desde una planificaci¨®n centralizada a una econom¨ªa de mercado descentralizada, pero esa transici¨®n, con las ideas de los j¨®venes y brillantes economistas sovi¨¦ticos y occidentales, adem¨¢s de la ayuda t¨¦cnica de las democracias capitalistas desarrolladas, se lograr¨ªa del modo m¨¢s exitoso.El colapso econ¨®mico sovi¨¦tico no s¨®lo ha desembocado en un caos. Inmediatamente ha reforzado a una mafia, ya existente, que durante d¨¦cadas ha controlado, de forma progresiva, la asignaci¨®n de los recursos madereros y minerales, el transporte (o la falta del mismo) de alimentos a las ciudades y el desv¨ªo de todo tipo de productos, tanto industriales como agr¨ªcolas, del sistema de distribuci¨®n oficial al mercado negro. Y, en medio de la confusi¨®n de los ¨²ltimos dos o tres a?os, ha tenido lugar un r¨¢pido ascenso de todo tipo de corrupci¨®n econ¨®mica y social.
Muchas de las nuevas cooperativas est¨¢n dominadas por especuladores que se apresuran a monopolizar los servicios y las tecnolog¨ªas m¨¢s esenciales. Gran parte de la privatizaci¨®n de la industria ha significado simplemente que los appar¨¢tchiki del partido han podido adquirir t¨ªtulos privados en factor¨ªas y otras empresas que ellos mismos hab¨ªan. administrado mal como oficiales nombrados por el partido. Nuevos millonarios, id¨¦nticos a los g¨¢nsteres occidentales o a los dictadores del Tercer Mundo que les precedieron, han abierto cuentas en bancos suizos. Tanto la prensa rusa como la occidental a menudo relatan historias que recuerdan a las de la Alemania a?o cero de 1945 y 1946: sexo a cambio de cigarrillos, medias de seda o drogas; importes de taxis pagados en d¨®lares, de modo que permiten al taxista ganar m¨¢s en unas pocas horas de lo que la mayor¨ªa de los trabajadores sovi¨¦ticos ganan en un mes; mercado negro de armas de alta tecnolog¨ªa, etc¨¦tera.
A los admiradores cr¨ªticos del capitalismo en el Primer Mundo, los nuevos fen¨®menos que est¨¢n teniendo lugar en la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica les resultan lamentablemente familiares. Por una parte, el capitalismo combinado con cierta medida de libertad pol¨ªtica ha proporcionado un nivel de vida m¨¢s elevado que nunca a una importante proporci¨®n de habitantes de Europa, a los pa¨ªses de la cuenca del Pac¨ªfico y al mundo anglohablante. Por otra parte, las mafias, la corrupci¨®n financiera, el colosal da?o ecol¨®gico, forman parte de la vida cotidiana en la mayor¨ªa de las econom¨ªas m¨¢s exitosas.
En el mundo ¨¢rabe, el capitalismo ha aportado prosperidad s¨®lo a los jeques del petr¨®leo, a los traficantes de armas y a un pu?ado de empresarios proveedores de las mercanc¨ªas de lujo que adquieren los jeques y los turistas occidentales. M¨¢s hacia el Este, en India, Pakist¨¢n, Birmania e Indonesia, las enfermedades producto del hambre y las epidemias que afectan a las masas ya no son tan comunes como sol¨ªan serlo, pero el capitalismo no ha beneficiado m¨¢s a la inmensa mayor¨ªa de estos pueblos de lo que lo ha hecho a los campesinos, a los paisanos y a los n¨®madas de Oriente Pr¨®ximo.
En ?frica, como escribi¨® Franz Fanon a principios de los cincuenta, los dirigentes coloniales occidentales han sido reemplazados por dinast¨ªas nativas, dictadores y bur¨®cratas que explotan y desprecian a los nativos con tanta crueldad como lo hicieran los europeos. En algunas zonas de Egipto y Libia, as¨ª como en algunas ciudades del Magreb, existe una clase artesana y peque?a empresaria algo mayor que en la ¨¦poca colonial, pero la inmensa mayor¨ªa de africanos analfabetos no se ha beneficiado en modo alguno del celebrado capitalismo del Primer Mundo.
En M¨¦xico, Argentina y Chile existe alguna que otra posibilidad de que en un futuro pr¨®ximo una especie de capitalismo al estilo del Primer Mundo, generosamente acompa?ado de sobornos a los militares y de una extendida corrupci¨®n entre los funcionarios, aporte, con el tiempo, alg¨²n beneficio a la poblaci¨®n general. Pero en la Cuba comunista, dado su estancamiento dictatorial, los campesinos comen mejor, reciben mejor educaci¨®n y asistencia m¨¦dica que los campesinos mestizos e indios del resto de Am¨¦rica Central y del Sur.
En consecuencia, el exitoso capitalismo ha sido estrictamente un fen¨®meno del Primer Mundo. La teor¨ªa y el planteamiento marxistas han fracasado del modo m¨¢s miserable en Europa del Este y en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, as¨ª como en China, donde el Gobierno comunista est¨¢ tratando de retener la autoridad pol¨ªtica e ideol¨®gica introduciendo muchas caracter¨ªsticas del capitalismo. Fuera del Primer Mundo, tanto el capitalismo democr¨¢tico como lo que quede del socialismo al estilo sovi¨¦tico ofrecen muy poca esperanza a la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Probablemente, esa mayor¨ªa se aferre a su tradici¨®n religiosa y ¨¦tnica como forma de proteger su sentido de identidad contra los extra?os y contra el explotador poder del capitalismo. Pero, como v¨ªctimas tanto del capitalismo como del comunismo en la ¨²ltima mitad de siglo, se vuelcan desesperadamente hacia las formas m¨¢s r¨ªgidas de sus tradicionales creencias religiosas, ¨¦tnicas y tribales.
En lo que a m¨ª respecta, no veo ninguna salida puramente pragm¨¢tica para el actual estancamiento. El desarrollo de las, econom¨ªas de mercado descentralizadas es una condici¨®n necesaria, pero en modo alguno suficiente, y sin ¨¦l sabemos que la injusticia y la ineficacia econ¨®micas continuar¨¢n de modo inevitable. Pero el capitalismo salvaje que en la actualidad est¨¢ creciendo en la anterior Uni¨®n Sovi¨¦tica, junto con las mafias, la corrupci¨®n moral y financiera, la monopolizaci¨®n de los escasos recursos naturales y la exportaci¨®n de la riqueza nacional a an¨®nimas cuentas bancarias en Suiza y el Caribe, no va a proporcionar el marco justo o estable necesario para una nueva sociedad.
Aun a riesgo de sonar completamente ut¨®pico, debo decir que la econom¨ªa de mercado debe regirse por algunas normas morales para que el mundo no corra el riesgo de caer en una especie de guerra hobbesiana de todos contra todos. Los Gobiernos deben proteger un m¨ªnimo nivel de vida general para sus pueblos, al margen de lo que el mercado determine, como precio del pan, la leche o las vacunas. Los Gobiernos deben establecer una norma general para el mantenimiento de un aire y agua limpios, al margen de lo que hagan los poderes de mercado no regulados. Los Gobiernos deben repartir los escasos recursos y modificar sus pol¨ªticas de impuestos, de modo que premien la producci¨®n y la distribuci¨®n de los verdaderos productos y servicios. Los Gobiernos deben controlar la transferencia de capital para que los dictadores, los traficantes de droga y los nuevos millonarios sovi¨¦ticos no puedan ocultar millones de d¨®lares en cuentas bancarias secretas.
No podemos cerrar los ojos ante las obvias faltas del capitalismo s¨®lo porque el socialismo haya fracasado. Esos errores hist¨®ricos se encuentran entre las principales razones por las que el movimiento socialista lleg¨® a crecer en un principio. Otras alternativas, tanto evolucionarias como revolucionarias, sin duda se desarrollar¨¢n en el futuro si no se establecen estos l¨ªmites a los que me he referido en el capitalismo de mercado. Y me refiero a ellos como una dimensi¨®n moral porque su justificaci¨®n no es esencialmente econ¨®mica, aunque beneficiar¨ªan a la mayor¨ªa de los sectores de la econom¨ªa. Su principal justificaci¨®n es la m¨ªnima solidaridad humana, sin la cual los ricos se enriquecer¨¢n m¨¢s y los pobres empobrecer¨¢n, hasta que la esencia de la civilizaci¨®n desarrollada sea destruida.
es historiador.Traducci¨®n: Carmen Viamonte.
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