Despu¨¦s de la huelga
LA HUELGA general convocada por los sindicatos y apoyad¨¢ por muy diversos sectores de la sociedad asturiana obtuvo un eco casi.absoluto y un desarrollo en el que los actos de violencia fueron muy minoritarios. As¨ª pues, los fines inmediatos de los convocantes parecen conseguidos. Al citar estos fines nos referimos estrictamente al alcance y repercusi¨®n de la movilizaci¨®n, pero no a los remedios contra los males -la desindustrializaci¨®n, el paro- que ella denunciaba. Pasada la jornada, hecho recuento del n¨²mero de participantes, expresada la satisfacci¨®n por la ausencia de incidentes graves y felicitadas por ello las centrales, confortados en definitiva los dirigentes sindicales por el ¨¦xito obtenido, los problemas de Astur¨ªas siguen siendo los que eran la v¨ªspera de la huelga.Ello es as¨ª porque tales problemas no dependen, o no decisivamente, de la voluntad pol¨ªtica que la movilizaci¨®n aspiraba a sacudir. Efectivamente, la huelga supone un duro golpe contra el Gobierno. Quiz¨¢, como declar¨® Nicol¨¢s Redondo, un golpe tan fuerte o m¨¢s que el que supuso el 14-D. Incluso, si alguien se empe?a, an¨¢logo al golpe que la huelga de los mineros brit¨¢nicos supuso para el Gobierno- y el partido- laborista a finales de los setenta (y que inaugur¨® la d¨¦cada thatcherista). Pero la reindustrializaci¨®n que necesita Asturias dificilmen te se acelerar¨¢ porque los socialistas sean desenmascarados o porque tal o cual ministro sea puesto en su lugar por las fuerzas combinadas que ayer se manifestaron en el Principado (y las.que aplaudieron desde fuera de ¨¦l). Por'el contrario, esa industrializaci¨®n s¨®lo puede acelerar su ritmo mediante la negociaci¨®n.
Aquello que s¨ª est¨¢ al alcance del Gobierno, el intento de canalizar inversiones -p¨²blicas o privadas- hacia el Principado mediante incentivos diversos, supone otro tipo de conversaciones, en otro lugar distinto de la calle. Por ejemplo, el proyecto Dupont: 100.000 millones de inversi¨®n, un millar de empleos. Pero para ello se necesita el consenso de empresarios, sindicatos y las Administraciones central y auton¨®mica. Y si una de las patas de la mesa falla, fracasar¨¢ el conjunto que se pretende obtener.
Siempre podr¨¢ discutirse si el esfuerzo ha sido suficiente, o si determinadas industrias que han sido canalizadas hacia otras zonas industriales en declive, como el Pa¨ªs Vasco, tendr¨ªan que haberse ubicado en Asturias. Pero, al mar en de lo que al respecto puedan opinar los ciudadanos de esos otros territorios -y todos los contribuyentes, en general-, la decisi¨®n final no depende s¨®lo o principalmente de la Administraci¨®n, sino de los promotores privados, nacionales o extranjeros. Asturias cuenta con indudables ventajas comparativas -las asociadas a su tradici¨®n industrial- para atraer inversiones productivas; pero todas ellas se desvanecen (siempre pasa as¨ª en las decisiones econ¨®micas) frente a los factores de inestabilidad o incertidumbre.
Ser¨ªa insultar a la inteligencia de los dirigentes sindicales considerar que desconocen esa realidad. Saben que la atracci¨®n de industrias sustitutivas no depende decisivamente de las administraciones p¨²blicas, y no ignoran que la huelga resulta m¨¢s bien contraproducente para ese objetivo. Si pese a ello han planteado la movilizaci¨®n como una prueba de fuerza ha: sido porque entre sus objetivos figuraba tambi¨¦n la obtenci¨®n de un nuevo aplazamiento del proyecto de acabar con el actual sistema de Subvenciones a la miner¨ªa (y a otros sectores).
Aceptar la presi¨®n y volver a aplazar la adopci¨®n de decisiones respecto a Hunosa significar¨ªa agravar un problema que ya est¨¢ fuera de todo control. El argumento de que primero hay que crear los nuevos tmpleos y luego cerrar los pozos improductivos o ruinosos es falaz: s¨®lo deteniendo la hemorragia de fondos p¨²blicos podr¨¢ canalizarse una parte de ellos al est¨ªmulo de actividades con futuro. Pero tampoco se puede pedir un acto de fe sobre el cierre de los pozos y dejar la negociaci¨®n industrial para m¨¢s adelante, sin fechas definidas. Las toneladas de demagogia que est¨¢n siendo arrojadas sobre el problema no deber¨ªan oscurecer esa evidencia.
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