"Ya nadie me llevar¨¢ al sur "
Cabo de Gata, Almer¨ªa, invierno. Un joven se pasea en moto sin rumbo fijo, sin destino aparente. Parece desorientado: pronto sabremos que, desde Par¨ªs, se ha ido al Sur en busca de un viejo amigo que es, en el fondo, su propia historia, su misma sombra. La carga va por dentro: desde su secuencia inicial, El hombre que perdi¨® su sombra nace de la fecunda relaci¨®n entre lo que se ve y lo que se sugiere, entre la aparente calma de unas im¨¢genes incluso banales y la brutal realidad que estas mismas im¨¢genes esconden. Alain Tanner regresa a los viejos temas de su cine. Vuelve a poner ante los ojos del espectador las vivencias nada excepcionales de unos personajes extra?ados de s¨ª mismos, a los cuales les resulta dif¨ªcil vivir en un mundo para ellos m¨¢s y m¨¢s incomprensible.
El hombre que perdi¨® su sombra
Direcci¨®n y gui¨®n: Alain Tanner. Fotografia: Jos¨¦ Luis L¨®pez Linares. M¨²sica: Ari¨¦ Dzierlatka. Producci¨®n: Gerardo Herrero, Alain Tanner y Paulo Branco, EspafiaSuiza-Francia, 1991. Int¨¦rpretes: Francisco Rabal, Dominic Gould, Angela Molina, Valeria Bruni-Tedeschi. Estreno en Madrid: Renoir, Azul y Luchana.
Tanner construye su discurso sin alharacas, sin falsos ¨¦nfasis ni grandes, bien sonantes palabras. Lo hace a partir de una est¨¦tica que constituye en s¨ª misma una postura ¨¦tica: un rechazo expl¨ªcito de las formas habituales del cine de consumo, del empleo rutinario del plano-contraplano. Sus movimientos de c¨¢mara dibujan envolventes secuencias que el montaje hace largas, su tempo narrativo induce siempre a la reflexi¨®n, jam¨¢s al impacto emocional, al chantaje del suspense. El suizo cuenta una historia simple, que parece complicarse un tanto con la llegada de la esposa de Paul y de una antigua amante que, a la postre, intioducir¨¢n otro de los temas habituales en su cine, los problemas que afrontas hombres y mujeres en sus relaciones afectivas.
Pero lo importante es que, detr¨¢s de esa peripecia casi banal en su planteamiento (no as¨ª en su cuidado, terso desarrollo), se esconde un duro, cruel diagn¨®stico sobre nuestro presente. Al final de su viaje, Paul se ver¨¢ solo ante un mundo hostil, admirablemente remarcado por un paisaje vac¨ªo, una ¨²ltima secuencia que es tal vez la mejor rodada por Tanner en muchos a?os. Su desamparo es el de quienes, en estos tiempos, no ven otra salida que la desesperanza. Con Antonio se va toda una generaci¨®n, una conciencia interrogante, combativa: no parece que Paul vaya a asumir algo m¨¢s que su soledad, su abatimiento. "Pi¨² nessuno lo porter¨¢ in Sud", y en el Sur se queda enterrada para siempre su propia sombra. En todo caso, Jon¨¢s tendr¨¢ en el a?o 2000 cualquier cosa menos un futuro de ut¨®pica esperanza.
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