Muere Fred McMurray, uno de los grandes rostros de la comedia americana
El actor estadounidense Fred McMurray, uno de los rostros cl¨¢sicos de la comedia americana, muri¨® el martes en Santa M¨®nica (California) a consecuencia de una neumon¨ªa. McMurray contaba 83 a?os y en sus momentos de mayor esplendor estuvo considerado como uno de los hombres m¨¢s ricos de Estados Unidos. Recuerdos de una noche, El apartamento, Horizontes azules o As¨ª mueren los valientes son unos cuantos t¨ªtulos de su amplia filmograf¨ªa.
Hay grandes actores y actores de los grandes. Fred McMurray era de los primeros. Los grandes son un rebote c¨®smico de la naturaleza de lo que ellos mismos suelen ser escasamente responsables, y los grandes, los responsables a tiempo completo de lo que en vida fueron.McMurray era, como todo gran actor, hijo de su tiempo y a la vez progenitor colectivo del mismo. Y su tiempo fue el de los a?os 40 y 50, los del primer gran triunfo cosmopolita de la civilizaci¨®n americana. El que sigui¨® a la gran promesa, no quien la formul¨®. Por ello, fue el actor de los ep¨ªgonos de Capra. El tipo de comedia en el que su presencia parec¨ªa inevitable se halla magn¨ªficamente encarnada por El huevo y yo, con Claudette Colbert, en la que una pareja de ciudad trata de iniciar una nueva vida en el medio rural del granjer¨ªo protestante americano, y lo consigue superando toda clase de peque?as amenidades.
Lejos de las grandes cruzadas, de las extrapolaciones m¨ªtico-l¨ªricas de los mejores filmes de Capra, el personaje que entonces acredit¨® McMurray se propon¨ªa objetivos mucho m¨¢s mortales. Aquellos en los que la historia de estupendos matrimonios -como entonces probablemente tampoco exist¨ªan- enfrentados a sinsabores que ahora har¨ªan re¨ªr por su inocencia, inevitablemente llegaba a un punto en el que los protagonistas se miraban a los ojos y uno de ellos dec¨ªa: "Est¨¢n tocando nuestra canci¨®n". No exactamente Kramer contra Kramer.
Pero Fred McMurray, precisamente porque era un actor completo, capaz de escamotearse camale¨®nicamente a s¨ª mismo, compuso tambi¨¦n en la fase bajomedieval de su carrera tipos muy distintos. Fue detective de m¨¢s que dudosa moralidad pero atractivas debilidades en La casa n¨²mero 322, la primera pel¨ªcula como protagonista de Kim Novak, y, sobre todo, el alto ejecutivo que seduce a Shirley MacLaine en la grandiosa El apartamento de Billy Wilder.
McMurray no hubiera podido nunca ser una estrella, como lo fueron Clark Gable o Humphrey Bogart, quiz¨¢ porque interpretaba demasiado. No sab¨ªa, no pod¨ªa, o no quer¨ªa, ¨²nicamente dejarse ante la c¨¢mara, que es privilegio exclusivo de los que pueblan las constelaciones.
Cuando hoy lo recordamos se nos representa como un var¨®n de inequ¨ªvoca procedencia americana, en la edad indefinida de los primeros actores de la ¨¦poca. M¨¢s de 40 y menos de 55. Se dir¨ªa que su vida cinematogr¨¢fica se ancl¨® s¨®lidamente en esos l¨ªmites y que nunca interpret¨® su edad, sino que adquiri¨® muy pronto una, la m¨¢s c¨®moda posible, para instalarse en ella dentro de una envidiable longevidad. Nunca fue del todo joven, aun que tuviera los a?os biol¨®gicos para ello, ni nunca lleg¨® a bregar con la decrepitud del oto?o.
En la fabricaci¨®n de los astros de hoy en d¨ªa hay un v¨¦rtigo sin poso que nos expone a los mayores desatinos. Todo lo contrario, el Hollywood que encarn¨® McMurray. Entonces no se llagaba ni pronto, ni tarde, sino al final de un camino. Prodigios los ha habido, por supuesto, en todas las ¨¦pocas. Fred McMurray no necesit¨® serlo. El actor, en cambio, hab¨ªa cursado con las mejores calificaciones toda una carrera.
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