La defensa com¨²n europea
La cuesti¨®n de la defensa ha jugado siempre un papel esencial en el proceso de la construcci¨®n europea. Las maniobras actuales se inscriben, pues, en la continuidad de varias d¨¦cadas.En 1950, la pol¨ªtica europea de Francia se hallaba dominada por la desconfianza hacia Alemania. Para hacer frente a la amenaza sovi¨¦tica, Estados Unidos exig¨ªa el rearme alem¨¢n. En parte para evitar el peligro de una nueva Wehrmacht, Francia propuso la creaci¨®n de una Comunidad Europea de Defensa (CED), es decir, un verdadero ej¨¦rcito europeo. Despu¨¦s de cuatro a?os de agitados debates, la Asamblea Nacional rechaz¨® la CED el 30 de agosto de 1954. El Tratado de Roma, en 1957, que instituy¨® la Comunidad Europea y el Euratom, fue en gran medida como una reparaci¨®n.
La Comunidad, fundada sobre la idea de la uni¨®n econ¨®mica, estuvo, pues, desde su origen marcada por una necesidad indirecta, pero de suma importancia: la cuesti¨®n de la defensa.
Despu¨¦s del fracaso de la CED, la organizaci¨®n para la defensa europea no pod¨ªa ser m¨¢s que atl¨¢ntica. El Tratado de Bruselas cre¨® la Uni¨®n Occidental entre el Reino Unido, Francia y el Benelux, que se firm¨® el 17 de marzo de 1948 para responder al peligro alem¨¢n. Transformada por los acuerdos de Par¨ªs de octubre de 1954, se convirti¨® en la Uni¨®n de la Europa Occidental (UEO). Esta estructura fue, en cierta medida, reducida al papel de un paso previo para la entrada de la Rep¨²blica Federal de Alemania en la OTAN.
Con el general De Gaulle, Francia se esforz¨® en conseguir la primac¨ªa de una Europa europea. El Plan Fotichet fue, en 1961-1962, la ¨²ltima tentativa expl¨ªcita de Par¨ªs para crear una uni¨®n de Estados europeos que implicaba una pol¨ªtica exterior y una pol¨ªtica de defensa comunes. Pero Adenauer no pod¨ªa aceptar el hecho de tener que elegir entre Par¨ªs y Washington. De Gaulle no continu¨® tampoco su pol¨ªtica de acercamiento a Alemania y, al mismo tiempo, fue tomando cada vez m¨¢s distancia con respecto a Estados Unidos. Llegando hasta las ¨²ltimas consecuencias de su l¨®gica, en 1966 decidi¨® retirar a Francia del mando integrado de la OTAN.
Un cuarto de siglo ha pasado desde entonces. Todas las circunstancias han cambiado profundamente con el hundimiento de la URSS. Ya no existe una amenaza sovi¨¦tica propiamente dicha. Alemania se ha reunificado. La Comunidad de los Seis ha aumentado y se encuentra desestabilizada por la cohorte de candidatos que se agolpan a su puerta. El mundo parece totalmente diferente y, sin embargo, la forma en la que se presenta el porvenir de Europa occidental recuerda asombrosamente la problem¨¢tica de la posguerra.
La consolidaci¨®n de Europa occidental es una necesidad vital, no para afrontar el peligro rojo, sino para preservar un polo de estabilidad en un continente amenazado ya por el caos. De ah¨ª la respuesta de Maastricht. Pero no puede haber uni¨®n europea s¨®lida sin una defensa com¨²n, pues en la vida internacional el diplom¨¢tico y el soldado est¨¢n unidos como hermanos siameses. ?Podr¨ªamos imaginar el ¨¦xito de la diplomacia de George Bush sin el poder de sus armas? Sadam Husein no cedi¨® ante el secretario de Estado Baker, sino que fue vencido por el general Schwarzkopf.
Se ha dicho y escrito mucho que Europa se ha desacreditado en la crisis yugoslava. No teniendo a¨²n las estructuras necesarias, no pod¨ªa hacer mucho m¨¢s, y deber¨ªamos alegramos de que a pesar de las diferentes inclinaciones los pa¨ªses miembros se hayan puesto de acuerdo para tomar una misma posici¨®n. Lo que el tema yugoslavo pone de manifiesto es que existen ya situaciones en Europa que no dependen directamente de la OTAN ni son de su competencia; en efecto, ning¨²n pa¨ªs miembro se encuentra amenazado y tampoco atentan contra los grandes intereses norteamericanos, y, sin embargo, el recurso a la fuerza armada tal vez podr¨ªa evitar muchas desgracias.
En 1991, como en 1950, la cuesti¨®n de la defensa se encuentra, pues, en el centro del debate sobre el porvenir de nuestra Comunidad, esencialmente con las mismas discrepancias. Desde finales de 1989, Washington ha intentado poner la Alianza Atl¨¢ntica como la principal estructura de cooperaci¨®n occidental. Alemania contin¨²a considerando a Estados Unidos como el principal interlocutor. El continente europeo se encuentra en un estado de turbulencia y la reunificaci¨®n alemana est¨¢ resultando demasiado costosa para que nuestro vecino pueda permitirse el lujo de tomar distancias con respecto a una Am¨¦rica que tanto como la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Gorbachov ha conseguido unir a su pueblo. La iniciativa Baker-Genscher del 3 de octubre con vistas a institucionalizar las relaciones entre la OTAN y los pa¨ªses del Este trata, sin duda, de defender la elecci¨®n atl¨¢ntica.
Al mismo tiempo, el canciller Kohl parece que comprende plenamente la importancia a largo plazo de una Europa m¨¢s europea: de ah¨ª su carta com¨²n con el presidente Mitterrand, del 6 de diciembre ¨²ltimo, preconizando una mayor funci¨®n para la UEO, y su acuerdo con Francia para que la noci¨®n de identidad europea en materia de defensa sea plenamente reconocida, a pesar de las reticencias americanas, en su declaraci¨®n de Copenhague, as¨ª como la nueva proposici¨®n de Mitterrand y Kohl del 14 de octubre. Francia, por su parte, se guarda ya de presentar como alternativa la elecci¨®n atl¨¢ntica o la elecci¨®n europea.
La fidelidad inglesa al punto de vista norteamericano es una constante en la historia contempor¨¢nea. Sin embargo, la proposici¨®n ¨ªtalo-brit¨¢nica del 4 de octubre puede ser interpretada como un ligero movimiento del Reino Unido en la direcci¨®n europea. Mientras el ministro italiano de Asuntos Exteriores mostraba su satisfacci¨®n por la nueva iniciativa franco-alemana, su colega brit¨¢nico se limitaba a expresar su temor ante una duplicaci¨®n de esfuerzos con la Alianza Atl¨¢ntica.
La estructura de la defensa europea no est¨¢ todav¨ªa puesta a punto. El documento de Mitterrand-Kohl del 14 de octubre contiene a¨²n grandes zonas de sombra. Pero de aqu¨ª en adelante ciertas actitudes pueden tener una gran significaci¨®n. Par¨ªs ya no descarta la posibilidad de la presencia militar alemana en suelo franc¨¦s, ya que ser¨ªa imposible imaginar una defensa europea sin un m¨ªnimo de estacionamientos militares cruzados.
Desde hace dos meses, el actual presidente de la Comunidad, el primer ministro holand¨¦s, Lubbers, explica a todo el que quiere o¨ªrle que 1a discusi¨®n sobre la defensa es sem¨¢ntica". Par¨ªs y Bonn se esfuerzan en demostrar lo contrario. Ahora, lo que tienen que conseguir urgentemente es transformar sus ideas en realidades.
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