Los tres errores de Fraga
Resulta penoso comprobar que el paso del tiempo no ha hecho sino acentuar los fallos -notorios- de esa gran capacidad intelectual y pol¨ªtica que responde al nombre de Manuel Fraga. Alguien coment¨® con acierto, hace ya algunos a?os, a poco de cerrarse el primer tramo de la transici¨®n democr¨¢tica: "El problema de Fraga es que tiene un gran enemigo. Y ese enemigo se llama Manuel Fraga". Don Manuel es -siempre lo ha sido- incapaz de reconocer sus errores temperamentales; en consecuencia es tambi¨¦n incapaz de corregirlos.Dejando de lado otros de menor monta (pero decisivos para entorpecer su camino en la pol¨ªtica espa?ola), cometidos durante su segunda gesti¨®n ministerial -bajo la presidencia de Arias: primer Gobierno de la Monarqu¨ªa-, yo empezar¨ªa por se?alar dos que son ya historia. Ante todo, el que se concret¨® en su primer empe?o electoral, de cara a las elecciones de 1977 para las Cortes constituyentes: me refiero al cartel de los siete magn¨ªficos. Cuando la inmensa mayor¨ªa de la sociedad espa?ola pugnaba por desprenderse del ¨²ltimo lastre de la dictadura, ya ag¨®nica tras la fase permisiva de Arias Navarro, bajo la legalidad a¨²n vigente del franquismo, a Fraga no se le ocurri¨® cosa mejor que poner en juego los restos m¨¢s presentables del r¨¦gimen enterrado en noviembre de 1975, incluyendo entre los autoproclamados magn¨ªficos al propio ex presidente que acababa de caer por su incapacidad notoria para desprenderse del legado y de la nostalgia franquistas. Era como pretender esbozar un futuro de libertad mediante la apelaci¨®n a las figuras m¨¢s prestigiosas de la dictadura -condenada por los espa?oles a puro pasado-. La derrota aplastante en las urnas fue consecuencia l¨®gica de tan notorio error. Cierto que, al menos esta vez, Fraga pareci¨® aprender la lecci¨®n: su repudio, en 1979 -segundas elecciones convocadas por Su¨¢rez-, de la pretendida derecha democr¨¢tica espa?ola, caballo de Troya del blaspi?arismo, dej¨® ya inequ¨ªvocamente vinculado su nombre al irreversible camino de la democracia reci¨¦n instaurada. Un art¨ªculo publicado en Abc -'La derecha posible'- resum¨ªa una de las m¨¢s decisivas contribuciones de Fraga al afianzamiento democr¨¢tico. "No es posible", subrayaba el pol¨ªtico gallego en aquel texto, "realizar la derecha v¨¢lida para la Espa?a de hoy sumando una serie de personalidades y movimientos dispares, muchos de ellos orientados a visiones nost¨¢lgicas de un mundo que no ha de volver ... ". Quedaban repudiadas sus propias actitudes de la anterior campa?a electoral, la. de los siete magn¨ªficos.
El segundo -esta vez grav¨ªsimo- error de Fraga, nunca reconocido por ¨¦l como tal, fue el que le llev¨® a imponer a sus seguidores la abstenci¨®n en el refer¨¦ndum sobre nuestra permanencia en la OTAN, convocado por el PSOE en cumplimiento de sus compromisos electorales. Hasta aqu¨ª Fraga -su partido, Alianza Popular; la Coalici¨®n Democr¨¢tica- hab¨ªa defendido la presencia espa?ola en la gran organizaci¨®n defensiva de Occidente. La campa?a abstencionista ten¨ªa, pues, un solo sentido: provocar un traspi¨¦ al partido gobernante capaz de hacerle caer del poder, -porque si se sumaba el no de los disidentes -no pocos entre los propios votantes de aqu¨¦l con la abstenci¨®n de la derecha fraguista, en alza tras las elecciones de 1982, pod¨ªa so?arse con una derrota en las urnas y, en consecuencia, con una crisis de Gobierno. Ahora bien, esta t¨¢ctica supon¨ªa traicionar lo fundamental -la posici¨®n internacional de Espa?a- a lo secundario -la permanencia o no de los socialistas al frente del Estado-. El oportunismo de Fraga traicionaba su propia imagen de estadista, y adem¨¢s creaba el desconcierto y la divisi¨®n en las filas de sus seguidores. Y, en efecto, de tal calibre fue este error, que contribuy¨® decisivamente a provocar la crisis de la Coalici¨®n Democr¨¢tica y, a la larga, el desplazamiento del propio Fraga de la presidencia de AP.
El tercer error es tan reciente que todav¨ªa no es historia, sino pura actualidad: las consecuencias del mismo resultan, pues, imprevisibles. Me refiero a la tan comentada visita a Fidel Castro. Hasta ahora se hab¨ªa venido condenando desde la derecha fraguista -y desde el empe?o centrista conducido por Aznar- cualquier concesi¨®n ben¨¦vola al ¨²ltimo dictador americano, y las cr¨ªticas a Felipe Gonz¨¢lez cuando llev¨® a cabo su visita a Cuba todav¨ªa resuenan en nuestros o¨ªdos. Y es que, en efecto, s¨®lo una t¨¢ctica de aislamiento -de cerco cerrado- puede hacer saltar el r¨¦gimen estalinista todav¨ªa instalado en las Antillas en torno a Fidel. Que Fiaga se presente poco menos que como defensor del pueblo cubano frente al bloqueo impuesto por el "imperialismo yanqui" olvidando que esa situaci¨®n est¨¢ respaldada por la OEA, e ignorando la oposici¨®n democr¨¢tica cubana, exiliada en Miami o en Europa, y a la que, por, cierto, Fraga se avino a marginar en su visita, asintiendo al veto de Fidel, durante sus idas y venidas del brazo del dictador, es algo tan in conebible que el PP se ha visto obligado a no reaccionar -el evasivo comentario de Aznar sobre las "bobadas" que se dijeron del viaje no es otra cosa que el socorrido echar balones fuera-. El partido se atiene a un disciplinado silencio, que bien podemos traducir como expl¨ªcita condena; y el ¨®rgano de prensa -m¨¢s incondicional a Fraga no ha podido contener su indignaci¨®n.
Porque resulta, despu¨¦s de este sonado disparate, poco menos que imposible salvar la imagen de don Manuel, convertido en magn¨ªfica plataforma de propaganda para el incombustible Castro, quien, demostrando una envidiable capacidad de reflejos, se agarr¨® a ¨¦l apenas descendi¨® del avi¨®n que le tra¨ªa a La Habana y no le solt¨® hasta que, ya a punto de iniciar el regreso, le honr¨® diciendo que estaba m¨¢s a la izquierda que algunos hombres de izquierda (!!); y a¨²n tuvo palabras de gratificante recuerdo para la ¨¦poca franquista, a la que tambi¨¦n Fraga sirviera. Al fin y al cabo, hay un nexo com¨²n entre las dictaduras, sean de derechas o de izquierdas: la negaci¨®n de la libertad. Pero semejante planteamiento, impl¨ªcito en la intenci¨®n de Fidel hubo de resultar sumamente enojoso para Fraga, que, al fin y al cabo, fue uno de los primeros contestatarios del franquismo desde dentro. En el elogio al supuesto izquierdismo de Fraga hubo de percibir ¨¦ste el m¨¢s sonrojante rapapolvo a su iniciativa ultramarina: hasta en la televisi¨®n pudo registr¨¢rsele el pavo.
De los tres errores de Fraga, tal como los hemos seleccionado, el primero liquid¨® sus perspectivas electorales en 1977; el segundo rompi¨® la Coalici¨®n Democr¨¢tica y propici¨® el cambio en la presidencia del PP; el tercero puede llevar impl¨ªcito -a la corta o a la larga- un cisma en ¨¦l propio partido. Pero, claro es, don Manuel no reconocer¨¢ jam¨¢s que se ha equivocado de nuevo. Acaba de decirlo: "El paso del tiempo me ha cargado tanto de raz¨®n en mis ideas que ahora no las voy a cambiar". Como de costumbre, todo se reduce a sostenella y no enmendalla.
Ciertamente, Fraga tiene un gran enemigo. Y ese enemigo se llama Fraga.
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