Palabras para Castro
El autor exhorta al jefe de Estado cubano, en una carta abierta, "empecinarse en mantener un sistema a todas luces inhabilitante de libertades m¨²ltiples", ya que ello s¨®lo puede abocar al "fracaso ma?s tr¨¢gico", y le pide que cambie, que sea "arriesgado revolucionario" de nuevo.
Comandante, hace meses intent¨¦ charlar con usted en ese caim¨¢n caribe?o que es Cuba. La isla tan querida para los espa?oles, quienes, 33 a?os atr¨¢s, cuando el asalto al cuartel de Montada, s¨ªmbolo de la ca¨ªda de Fulgencio Batista, cre¨ªmos que comenzaba una nueva ¨¦poca de libertad y justicia, tras largos a?os de opresi¨®n y de represi¨®n. La conversaci¨®n fue imposible, me coment¨®, bastante nervioso, el funcionario diplom¨¢tico, porque de responder a 10 preguntas que le hab¨ªa formulado por escrito, a solicitud suya, "el comandante hubiera desvelado sus planes nacionales e internacionales". Pero a usted somos muchos los que todav¨ªa le concedemos cierto grado de credibilidad revolucionaria, toda vez que, en nuestra juventud, vibramos con su gesta y vitoreamos el castrismo frente a otras opresiones y represiones, en esta misma Espa?a. S¨ª, comandante Castro, somos muchos los que guardamos una severa deuda con cuanto hizo. Sobre todo con la decisi¨®n ?le no hincar la rodilla ante ese omnipotente baalita norteamericano, que le bloquea sin piedad.
Perm¨ªtame, pues, que, llevado de esta cuasi nost¨¢lgica admiraci¨®n, le comunique una serie de cosas que, en junio reciente, sus adl¨¢teres, y usted mismo, impidieron poder Comunicarle, entre mi comprensi¨®n, dado el momento hist¨®rico, y mi decepci¨®n, por el mismo motivo.
En primer lugar, comandante, no les tenga miedo a determinadas cesiones o rectificaciones o modificaciones de su primera l¨ªnea revolucionaria. Aquellos tiempos del 59 han cambiado, Dios sabr¨¢ si para bien o para mal, pero la verdad es que son otros. Y empecinarse en mantener un sistema a todas luces inhabilitante de libertades m¨²ltiples solamente puede arrimarle al fracaso m¨¢s tr¨¢gico. Si usted, comandante, no cambia en profundidad la orientaci¨®n revolucionaria, agilizando un marxismo-leninismo totalmente peculiar y anquilosado ya; el IV Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC) puede convertirse no solamente en su tumba hist¨®rica, sino tambi¨¦n en la tumba de toda su obra anterior. No le deseo tanto descalabro. Sea tan inteligente como Iector de los tiempos", sea tan valiente como "arriesgado revolucionario", otra vez.
Un tal presidente Bush
Pero es que adem¨¢s no debiera olvidar que de Miami hacia el Norte manda con mano de hierro y como supremo ¨¢rbitro, ya en solitario, de la vida internacional un tal presidente Bush, rodeado de estrellas y barras aupadas por tormentas del desierto y lindezas parecidas. Con este personaje nunca se juega en vano. Y estar¨ªa bien, por mucho que le cueste, que nos cueste, alargar una manita, en un gesto m¨ªnimamante amable, para que entonces ¨¦l debiera, ante la opini¨®n p¨²blica internacional, abrir el cerrojo del vitri¨®lico bloqueo, permiti¨¦ndoles vivir a los cubanos como seres humanos. Podr¨¢ ser un tanto humillante, pero tener al amigo americano como enemigo yanqui es actualmente, desastroso. Y mientras este se?or presidente del Norte diga que a usted se le deja morir como a un perro, nadie, cr¨¦ame, le echar¨¢ una manita caritativa.
Y, en fin, no se olvide del pueblo real y de la realidad de su pueblo. Son muchos los que le adoran, pero tambi¨¦n hay muchos otros que est¨¢n hasta el gorro de su comandante. Me lo dijeron en garitos infectos y en habitaciones min¨²sculas convertidas en casas unifamiliares, en La Habana y en Santiago, en campo y en ciudad. Lo admiran, pero abundan cada vez m¨¢s los que comienzan a no sentir simpat¨ªa por usted. Y sobre todo por los m¨²ltiples cuerpos represivos organizados por su hermano Ra¨²l. Y es que su gente, comandante, pasa hambre, pasa carest¨ªa de lo que en Occidente tiramos al cubo de la basura, y se vende al extranjero por una cena o unos jeans. S¨ª, es as¨ª. Y usted o lo sabe o est¨¢ enga?ado. Ante el dolor de su gente, aut¨¦ntica due?a de Cuba, que nunca puede serlo ese anquilosado Partido Comunista Cubano, ante ese dolor, comandante, ni caben "principios eternos", ni caben "revoluciones pendientes
De todo esto habr¨ªamos charlado en junio. Pero o usted en persona o sus peque?ajos adl¨¢teros impidieron nuestra conversaci¨®n, que esperaba con aut¨¦ntica ilusi¨®n hist¨®rica, pero tambi¨¦n dispuesto a resultarle un tanto molesto por indiscreto.
Buena suerte, comandante Castro, mito de anta?o. Me importaba es ser honesto con usted, pero sobre todo ser honesto con el pueblo cubano, al que he llegado a respetar y amar tanto. No le defraude. Porque hasta los caudillos m¨¢s caudillos tienen un l¨ªmite en su caudillaje. Cordialmente, uno que crey¨® por completo en usted. Y que, en la actualidad, todav¨ªa descubre cierta vibraci¨®n nost¨¢lgica mirando su barbado retrato, comandante.
Norberto Alcover es jesuita y profesor de Teor¨ªa de la Comunicaci¨®n en la Universidad de Comillas Madrid.
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