El vuelo negro
Es una vieja imagen. Desde hace mucho tiempo, el vuelo negro, el vuelo de los cuervos, designa la amenaza de fuerzas o poderes reaccionarios. Inicialmente, del oscurantismo clerical; ya entrado nuestro siglo, del fascismo. En este sentido figuraba la expresi¨®n en una estrofa del Canto de los partisanos, que la muerte de Yves Montand llev¨® inesperadamente el pasado s¨¢bado a las emisiones de televisi¨®n. A primera vista, parec¨ªa algo tan lejano como la militancia en la izquierda del actor-cantante. La letra evocaba temas olvidados. La ocupaci¨®n nazi de Francia. Los luchadores de la Resistencia. El pa¨ªs donde los hombres pod¨ªan abrigar sue?os, quiz¨¢ la Uni¨®n Sovi¨¦tica.Sin embargo, casi medio siglo m¨¢s tarde ser¨ªa ingenuo afirmar que la amenaza del vuelo negro ha desaparecido.
En la propia Francia, libre ya de la amenaza alemana, son sus propios derechistas, apoyados en el rechazo racista contra la poblaci¨®n ¨¢rabe, los que planean sobre la democracia, apuntando la posibilidad de un orden fundado en la xenofobia y en la intolerancia. En Italia, la calma actual sucede a los estallidos de 1990, de gran violencia, contra las minor¨ªas de color en las mismas ciudades que han simbolizado durante siglos la culminaci¨®n del humanismo europeo. En Alemania, tras la reunificaci¨®n, se hace casi normal una caza del emigrante que recuerda las antiguas persecuciones. Y en Espa?a, con niveles muy inferiores de poblaci¨®n inmigrada, son los gitanos los que suscitan unos movimientos de oposici¨®n en los cuales se funden componentes de distinto tipo, desde la protesta contra la marginaci¨®n y el rechazo de la droga hasta la xenofobia pura y dura.
No hay, pues, razones para un optimismo que lleve a cerrar los ojos ante el proceso que viene desarroll¨¢ndose en los ¨²ltimos a?os. El hecho de que en ninguno de los pa¨ªses citados el fascismo suponga hoy una amenaza tangible para el orden democr¨¢tico no significa que su amenaza sea despreciable de cara al futuro. Tampoco en los a?os veinte parec¨ªa una fuerza pol¨ªtica capaz de alcanzar el poder, m¨¢s all¨¢ de la excepci¨®n italiana. Y adem¨¢s, tampoco es preciso que los objetivos racistas o fascistas sean cumplidos por una organizaci¨®n que incorpore los s¨ªmbolos y la parafernalia de los movimientos totalitarios cl¨¢sicos. As¨ª, en Francia pueden ser m¨¢s peligrosos Chirac y Giscard d'Estaing que Le Pen, una vez que aqu¨¦llos asumen los postulados de ¨¦ste. En el caso espa?ol, est¨¢ bien reciente el ejemplo de las condenas generalizadas contra la actitud de los vecinos que rechazaban un asentamiento gitano; nadie protesta, en cambio, cuando discretamente el asentamiento es suprimido por un presidente de comunidad socialista. Es decir, m¨¢s que las formas, lo importante es que no avancen las propuestas que injustificadamente potencien o se deriven de la discriminaci¨®n.
Por otra parte, los antecedentes no son, en nuestro caso, como para sentirse tranquilos. Es cierto que la d¨¦bil presencia de minor¨ªas ex¨®genas ha hecho posible que el racismo resulte en tiempos contempor¨¢neos m¨¢s d¨¦bil en Espa?a que en los pa¨ªses de su entorno. Sin embargo, no fue as¨ª siempre. En la prehistoria de la naci¨®n, el mismo san Isidoro, que en el siglo VII compone el primer elogio de Hispania, escribe tambi¨¦n dos libros Contra iudaeos, donde ya se exponen los principales argumentos antisemitas de la Edad Media. Ante todo, proclama la maldad intr¨ªnseca del jud¨ªo por ocultar deliberadamente la verdad. Es la misma imagen que encontraremos en uno de nuestros m¨¢s hermosos monumentos rom¨¢nicos, en el siglo XII, el sepulcro de la iglesia de San Vicente en ?vila. En cuanto al homicidio ritual, la crucifixi¨®n del ni?o cristiano por la raza deicida lo vemos en lugar tan pr¨®ximo como el claustro de la catedral de Toledo, cuando ya la relativa armon¨ªa de las tres religiones ha cedido paso, con los Reyes Cat¨®licos, a una persecuci¨®n que alcanza en nuestro territorio las dimensiones de una aut¨¦ntica soluci¨®n final (salvo alg¨²n criptojudaizante aislado que promover¨¢ un hilo de continuidad en sus pr¨¢cticas, incre¨ªblemente vigente hasta nuestros d¨ªas). Pero la supresi¨®n de los disidentes religiosos, hace m¨¢s de dos siglos, no evita un legado de intolerancia. Por algo el libro-confesi¨®n de Franco se titula Raza, en tanto que la noci¨®n hisp¨¢nica de la limpieza de sangre ha de encontrar un sorprendente portavoz hacia el futuro en el fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana.
Para terminar, fuera o no expresi¨®n de continuidad respecto de este pasado racista, la vocaci¨®n persecutoria de los espa?oles de ambos bandos durante la guerra civil es prueba de que ¨¦sta ha sido cualquier cosa menos una tierra de tolerancia.
La consecuencia es bien simple. Los espa?oles no est¨¢n vacunados contra el racismo, y la tolerancia es algo a construir y a defender aqu¨ª y ahora, no s¨®lo como postulado ideal, sino como exigencia ajustada a las condiciones de nuestra sociedad. En este sentido, no parece que aqu¨ª racismo y fascismo respondan al modelo alem¨¢n, como ingredientes de fondo de la mentalidad social, gestados larvadamente desde el siglo XIX, convertidos en hegem¨®nicos en los a?os treinta y luego in suficientemente erradicados. La variante espa?ola se aproximar¨ªa m¨¢s a la francesa: la propensi¨®n totalitaria surgir¨ªa corno sentimiento difuso entre las capas populares, producto de la insatisfacci¨®n econ¨®mica y social, y del rechazo de las minor¨ªas, sobre las que se carga la condici¨®n de chivos expiatorios. Previamente, y en su incapacidad de generar un apoyo de masas, la dictadura franquista constituy¨® una va cuna, evitando que los momen tos de crisis de la transici¨®n empujaran hacia el fascismo a otra cosa que no fuera una minor¨ªa de j¨®venes ligados familiarmente al viejo r¨¦gimen. S¨®lo la permisividad del aparato estatal les permiti¨® hasta 1982 ejercer una violencia de intensidad desproporcionada en relaci¨®n a su fuerza real. Luego se eclipsaron, refugi¨¢ndose para esperar tiempos mejores en lugares sorprendentes, tales como las pe?as de hinchas violentos en clubes de f¨²tbol, donde los presidentes no dudaron en utilizarlos para intimidar con sus ultras a los adversarios, o en c¨ªrculos de apariencia pol¨ªtico-cultural. No es en estos n¨²cleos, sin embargo, de donde han brotado las movilizaciones de tipo racista, en cuya agua revuelta cabe ahora ensayar el proselitismo. Pero por el momento tal empe?o parece dificil; de conseguir: las clases subalternas, golpeadas por la falta de servicios, la inseguridad y la droga, tienen poco que ver con los nost¨¢lgicos de Falange o del nacionalsocialismo. Esta circunstancia no impide que el momento pueda ser juzgado como propicio para relanzar el fascismo por parte de los grup¨²sculos hasta ahora dispersos. En esta b¨²squeda de la oportunidad tuvieron acierto los m¨¢s perspicaces para jugar con el calentamiento a escala europea de los nacionalismos, contraatacando el 12 de octubre en Catalu?a a favor de la espa?olidad. Pero, por el momento, la fecha negra por excelencia del a?o sigue siendo el 20 de noviembre. De ah¨ª que en torno a ella se concentren tambi¨¦n este a?o las movilizaciones previstas. En primera l¨ªnea, y como siempre, los nazis puros tratar¨¢n de negar la evidencia y el rigor con que los verdugos del Tercer Reich registraban sus carnicer¨ªas sistem¨¢ticas: no habr¨ªan existido, en su opini¨®n, ni campos de exterminio ni holocausto. No es mala cosa para celebrar el 500 aniversario, que ahora se cumple, del Plan General para el Este, elaborado en el oto?o de 1941 tras la invitaci¨®n que hiciera el 31 de julio G?ring a Heydrich para preparar "la soluci¨®n final de la cuesti¨®n hebraica". El Generalplan Ost encuadraba la eliminaci¨®n de millones de jud¨ªos en un gigantesco proyecto de esclavizaci¨®n de poblaciones al servicio de la raza dominante. Tal vez pudiera aplicarse una variante actualizada contra los ¨¢rabes y negros que consiguieran filtrarse en Europa o para las masas de poblaci¨®n depauperada del Tercer Mundo. En caso de necesidad, est¨¢n a mano los gitanos. No es menos adecuada la invitaci¨®n a los veteranos de la Legi¨®n C¨®ndor, los mismos que con tanta precisi¨®n destruyeran Gernika en 1937, evocando el
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El vuelo negro
Viene de la p¨¢gina anteriorhecho mucho tiempo despu¨¦s con la misma frialdad distante para mentir de que hicieron gala los criminales de guerra de N¨²remberg, seg¨²n pudimos comprobar en un documental exhibido hace cuatro a?os por televisi¨®n. ?Qu¨¦ mejor vuelo negro? Tampoco es posible mayor sensibilidad, ni m¨¢s estricta correspondencia entre s¨ªmbolos y metas pol¨ªticas.
S¨®lo habr¨ªa que pedir que el ordenamiento democr¨¢tico respondiera a tan loables prop¨®sitos con algo m¨¢s que las lamentaciones proclamadas despu¨¦s del -12 de octubre. Est¨¢ perfectamente probado que el hero¨ªsmo de los grupos fascistas es directamente proporcional a la permisividad que alcanzan sus actuaciones. Ciertamente, la continuidad entre el franquismo y la monarqu¨ªa constitucional ha dificultado la adopci¨®n de leyes antifascistas vigentes en otros pa¨ªses europeos. Y por el momento, la ley Corcuera parece sintonizar su amenaza contra el respeto de los derechos individuales dibujado en la Constituci¨®n y contra las movilizaciones sindicales antes que frente a una eventual crecida racista y/o fascista. Pero eso no debe significar carta blanca para cualquier ensayo de resucitar la impunidad disfrutada entre 1977 y 1982. No hay raz¨®n alguna para entregar el espacio urbano, siquiera por unas horas, a los grupos de la violencia antidem¨®cr¨¢tica. En cualquier caso, el problema es de fondo y no de conmemoraciones. Mientras Espa?a mantenga su posici¨®n de furg¨®n de cola de una afortunada construcci¨®n europea, la coincidencia entre grupos antidemocr¨¢ticos y expresiones de malestar social ser¨¢ s¨®lo transitoria. El problema reside en la persistencia de una pol¨ªtica econ¨®mica en cuyas prioridades no figura la atenci¨®n a esas necesidades populares, cuya marginaci¨®n genera el racismo y la irracionalidad en los comportamientos sociales y pol¨ªticos. El encendido de la mecha puede llegar con la primera crisis econ¨®mica de cierta hondura, sobre todo porque el marco europeo sigue fomentando el individualismo y la insolidaridad, con un claro predominio de pol¨ªticas vueltas de espaldas al Sur. En realidad, el racismo abierto es s¨®lo su prolongaci¨®n expresada en forma aberrante. Para evitar esa infeliz conjunci¨®n del irracionalismo pol¨ªtico y el malestar social, la alerta antifascista ha de ser mantenida y actualizada. Como advirti¨® Primo Levi, superviviente de Auschwitz, respecto del racismo nacionalsocialista, "no podemos comprenderlo, pero s¨ª comprender de d¨®nde nace y estar en guardia".
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