Cuesti¨®n de convivencia
El dolor ha existido siempre. La injusticia ha te?ido la historia de la humanidad. La crueldad y la infelicidad se han reflejado constantemente en los rostros que poblaron nuestra tierra. Como contrapunto, hemos encontrado compasi¨®n, generosidad, comprensi¨®n, alegr¨ªa. En las ideas y en las acciones, entre las personas individuales y en los colectivos. Siempre insuficientemente contrapuestas para resultar vencedoras, pero vivas para resurgir una y otra vez con fuerza.Encontramos organizaciones dedicadas a la ayuda de los m¨¢s d¨¦biles hace ya muchos siglos: la idea de fraternidad ha animado numerosos movimientos sociales. Pero quiz¨¢ es ahora uno de los momentos en los que, en especial en el mundo m¨¢s desarrollado, la aparici¨®n y crecimiento de este tipo de organizaciones est¨¢ siendo m¨¢s conocido por todos, m¨¢s popular entre la opini¨®n p¨²blica. Y esto no resulta extra?o si tenemos en cuenta que los medios de comunicaci¨®n han sido y son el mejor instrumento para crear la conciencia de un mundo como casa com¨²n de la humanidad; lo que ocurre en la India, en Mozambique o en Suecia puede ser conocido por millones de personas de otros pa¨ªses con la misma precisi¨®n que sabe de sus problemas m¨¢s inmediatos.
Pero, adem¨¢s, el propio orden internacional ha conducido a una interdependencia considerable que ejemplos como el desarrollo econ¨®mico o la utilizaci¨®n del medio ambiente ponen de manifiesto.
Sin embargo, este mismo orden internacional permite y condena a la no existencia a una gran.parte de la poblaci¨®n. Millones de africanos permanecen al margen de las decisiones que afectan al reparto del poder en el mundo; millones de latinoamericanos sufren probreza agravada por el pago de una deuda que ellos no tomaron y que nunca les benefici¨®. Y tambi¨¦n en el mundo desarrollado millones de personas permanecen ajenas a los modos de vida de sus conciudadanos, sobreviviendo en los suburbios de las ciudades sin poder sustraerse a la pobreza, a la ignorancia, a la indignidad.
Son los marginados, gentes pr¨®ximas o lejanas, de los que el mundo parece poder prescindir. Se dir¨ªa que de alguna forma se acepta que es irremediable dejar en la cuneta a estas gentes. Es precisamente en respuesta a esta situaci¨®n por lo que surgen y se implantan las organizaciones para la solidaridad. Frente al abandono de los mayores en la soledad y el aislamiento, frente a la acusaci¨®n sin posibilidad de alternativa de las personas en prisi¨®n, frente a la imposibilidad de encontrar un camino para la integraci¨®n socia de los toxic¨®manos, frente al rechazo que sufren los enfermo: de sida, frente al miedo y desprecio con que se recibe a los de otras razas. Frente a todo ello un n¨²mero importante de personas contrapone actitudes solidarias. Los motivos por lo que lo hacen son tan variados como las organizaciones, o incluso como las personas.
La Cruz Roja, organizaci¨®n m¨¢s que centenaria y cuyo primer principio de actuaci¨®n si resume diciendo "humanidad" quiere proponer a la sociedad espa?ola un reto: solidaridad para la convivencia. Porque como personas creemos que frente a la marginaci¨®n de cualquier tipo hay algo que oponer la convivencia.
Nadie piensa que las tensiones que surgen en relaci¨®n con gentes gitanas, con j¨®venes drogadictos, con ni?os portadores del virus del sida, sean algo de poca importancia. Tampoco se piensa que estas tensiones y la violencia con que se expresar sean la soluci¨®n para unos y otros. Y aunque requiera un gran esfuerzo de h¨¢bitos distintos, de tiempo para la solidaridad, hay que volver a considerar como el primer y fundamental objetivo la convivencia. Convivencia en nuestras ciudades, en nuestro pa¨ªs. Convivencia en el mundo de hoy. Para que nadie quede fuera, para que se viva bien dentro.
Para esto, la tolerancia o el respeto a la ley son imprescindibles. Pero hay que dar m¨¢s pasos. Son los que deben permitir a todos, los m¨¢s d¨¦biles, los que est¨¢n al filo de la supervivencia, los que conocen la soledad y el desamor, tener lo que es m¨ªnimo para ser personas dignas.
Y esto no se consigue s¨®lo con medidas que afectan al ¨¢mbito de la pol¨ªtica. Los ciudadanos podemos forzar a una pol¨ªtica m¨¢s o menos solidaria, pero tambi¨¦n tenemos que actuar en aquellos ¨¢mbitos que s¨®lo las personas individuales -aunque organizadas colectivamente- pueden crear la esperanza en una solidaridad que permita la capacidad de respuesta de todos los que sufren cualquier calamidad.
La Cruz Roja Espa?ola ha puesto en pie un plan que contempla la ayuda a las personas mayores y a los colectivos marginados como su mayor prioridad. Programas de atenci¨®n a domicilio para mayores, de posibilidad de obtenci¨®n de graduado escolar para reclusos, de ciudades ambulatorios para toxic¨®manos, centros de d¨ªa para el conocimiento de oficios dirigidos a adolescentes con fracaso escolar, o de aprendizaje de nuestra lengua para los inmigrantes, son algunas actividades que facilitan una sociedad donde nadie queda fuera.
Adem¨¢s, la cooperaci¨®n con las Cruces o Medias Lunas Rojas del Tercer Mundo, en caso de emergencias, de guerra, de hambre, de epidemias, de pobreza extrema, complementa el objetivo de hacer un mundo vivible para todos. Estas actividades no se improvisan cuando surge la desgracia; por el contrario, es la presencia continua en estos pa¨ªses la ¨²nica garant¨ªa de eficacia en la lucha por hacer frente a sequ¨ªas, terremotos o cualquier otra situaci¨®n de desastre. Estas actividades no suponen el abandono de otras por las que durante muchos a?os, la poblaci¨®n de este pa¨ªs nos ha conocido: ayuda en carretera, en playas, hospitales, etc¨¦tera. Pero los cambios del mundo, de nuestro entorno, exigen una acci¨®n m¨¢s amplia, que tenga en cuenta muy especialmente a quienes m¨¢s sufren o est¨¢n m¨¢s desprovistos frente a la vida.
Y todo ello es posible porque algunos, muchos ciudadanos, ofrecen su tiempo, su esfuerzo, sus recursos econ¨®micos. Cuando esta apuesta por la ayuda solidaria se generalice, cuando la solidaridad se convierta en norma de comportamiento, entonces la convivencia estar¨¢ garantizada. A esto es a lo que llamamos vivir en paz.
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