Gary Cooper
La vida es una ficci¨®n en la que Gary Cooper muere de verdad. Y no s¨®lo ¨¦l, sino tambi¨¦n la hija rubia del granjero, el jefe de la estaci¨®n, el juez de la horca, el vendedor de biblias, los cuatreros y todos los indios. A veces, Gary Cooper, con lo guapo que es, no llega ni siquiera a mitad de esta pel¨ªcula. Lo matan por la espalda enseguida, y el asesino, que sobrevive siempre, al final de la sesi¨®n baja de la pantalla y abandona la sala detr¨¢s de ti por el pasillo del patio de butacas para continuar su acci¨®n en la calle, donde a cada espectador le espera la vida cotidiana, que nadie sabe si es exactamente real, puesto que en su mayor parte se compone de una trama de noticias parecida a la nube de insectos que alrededor del o¨ªdo humano crea un sonido monocorde, dentro del cual se repite siempre el nombre del asesino de Gary Cooper unido a toda clase de cr¨ªmenes. En medio de esta cultura resulta dif¨ªcil discernir si uno vive dentro o fuera de la pantalla, aunque sin duda existe un dato para orientarse. Cuando Gary Cooper ahuyenta a los cuatreros y permanece vivo sonriendo puedes asegurar que ¨¦l es una imagen. Si ves que a este h¨¦roe cualquier p¨ªcaro lo enga?a y un miserable desdentado lo acuchilla en la primera secuencia sin que pase nada y ¨¦l todav¨ªa pide perd¨®n, entonces jura que ante tus ojos discurre la realidad en s¨ª misma. En este caso, no te conf¨ªes mucho. Al finalizar la pel¨ªcula, el asesino victorioso te seguir¨¢ por el pasillo del cine a oscuras hasta la calle y tal vez se constituya en tu sombra adondequiera que vayas. Lo descubrir¨¢s a tu lado en la barra del bar leyendo el peri¨®dico frente a una cerveza y luego se sentar¨¢ detr¨¢s de ti en el autob¨²s, pero al llegar a casa ¨¦l ya te habr¨¢ precedido. Si pones el televisor, su rostro desdentado aparecer¨¢ en pantalla, mientras en el telediario est¨¢n dando la noticia de que ese tipo te ha asesinado en la acera, y aunque tu imagen ensangrentada ser¨¢ perfectamente reconocible, t¨² tendr¨¢s el privilegio de creerlo o ignorarlo, seg¨²n las reglas de esta cultura.
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