El invierno del pan seco
Subida de precios y racionamiento, en Mosc¨² para un alimento de primera necesidad
Valeria tiene m¨¢s de 60 a?os y conoce muy bien lo crudos que son los inviernos en Mosc¨². "Yo estos d¨ªas he puesto a secar el pan y a m¨ª no me va a faltar comida" explica. "Con mi familia super¨¦ los tiempos dificiles de la guerra y tambi¨¦n soportar¨¦ la mala ¨¦poca que viene".Ponerse a secar el pan es, para los rusos, sin¨®nimo de prepararse para los tiempos dif¨ªciles. Pero Valeria no utiliza la frase en su sentido simb¨®lico: ha comprado grandes, cantidades de pan, los ha cortado en pedazos, los ha metido en el horno y los ha secado. "He llenado un saco entero. No pienso pasar hambre", precisa.
Cuando el alcalde de Mosc¨², Gavriil Popov, anuncio el pasado d¨ªa 5 que iba a implantar los cupones de racionamiento para el pan, mostr¨® su seguridad de que mucha gente se hab¨ªa puesto a secar el pan". El consumo de este alimento se dispar¨® de menos de 2.000 toneladas al d¨ªa a 2.500, despu¨¦s de que Bor¨ªs Yeltsin anunciara que iba a liberalizar los precios y ante la proximidad del invierno. No contento con el racionamiento, el alcalde Popov multiplic¨® por seis, y hasta por nueve, los precios de varios tipos de pan. Nada m¨¢s entrar en la panader¨ªa de la calle Chernishevski, en el centro de Mosc¨², la cola se paraliza. El bloque de estanter¨ªas del pan de 64 k¨®pecks (c¨¦ntimos de rublo) se acaba de quedar vac¨ªo. S¨®lo uno de los clientes se adelanta y coge una barra del reci¨¦n subido pan negro de 3,60 rublos. Entre uno y otro bloque de estanter¨ªas se encuentra el ahora lujoso pan de 5,28 rublos. Ninguno de esos tipos de pan superaba la semana pasada los 70 k¨®pecks.
Un empleado se acerca cansinamente, coge el r¨®tulo que marca el precio de 64 k¨®pecks, pone otro de 60, se lleva el mueble de estanter¨ªas vac¨ªas y vuelve con otro repleto de pan. La cola avanza a buen ritmo, hasta que una se?ora se pone a tocar barras de pan sin coger, ninguna. "Se?ora, deje de manosear", le espeta un polic¨ªa uniformado que ha entrado a comprar. Casi todo el mundo sale con dos o m¨¢s barr¨¢s bajo el brazo. S¨®lo un cliente se lleva el de 5,28 rublos. Y s¨®lo medio pan,
Olga, una mujer ocupada que a¨²n no ha cumplido los 50 a?os, no est¨¢ contra la medida del alcalde. "Al menos, cuando no puedo venir por la m?ana, por la tarde puedo comprar pan aunque sea caro. Antes me quedaba sin pan"'. Una anciana pensionista opina todo lo contrario: "Estamos todos indignados. Toda la gente pobre vivimos con leche y pan, y ahora no vamos a poder comprarlo. Haced algo por favor. Quieren obligamos a comprar el pan caro". Y se va corriendo sin decir el nombre porque pierde la vez. En apenas 10 minutos las estanter¨ªas de pan de 60 k¨®pecks han quedado vac¨ªas, y el empleado inicia la ceremonia de sustituirlo.
En otra panader¨ªa, a pocos metros del mercado central, un grupo de se?oras se arremolina ante la puerta, que exhibe el conocido cartel de "cerrado por razones t¨¦cnicas". Al cabo de un rato aparece una empleada, y explica: "A¨²n no ha llegado el cami¨®n con el pan". Cuando volvemos a pasar, una hora despu¨¦s, la puerta sigue cerrada.
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