Los claroscuros del mediador
Nadie puede pretender que conoce al Terry Waite liberado, salvo quienes compartieron cautividad con ¨¦l. Ya antes hab¨ªa varios Terry Waite. Estaba el emisario del arzobispo de Canterbury, educado, reflexivo, sonriendo incluso a quienes aborrec¨ªa. Estaba tambi¨¦n el negociador, duro, asustado, implacable. Hab¨ªa un tercer Terry Waite, que hablaba con el coronel Oliver North [principal protagonista del Irangate] y que sab¨ªa m¨¢s de lo que le conven¨ªa sobre el intercambio de armas por prisioneros. Y hab¨ªa un cuarto, de esp¨ªritu intranquilo, dubitativo, insatisfecho, temeroso del fracaso.En varias ocasiones, Waite crey¨® recibir promesas de Washington. Promesas de que los prisioneros en Kuwait [cuya libertad reclama Yihad Isl¨¢mica] podr¨ªan escribir a sus familias, promesas de que seis de los 17 ser¨ªan liberados, promesas de que, al menos, podr¨ªa llegar a verles. En cada ocasi¨®n fue traicionado.
Cuando volvi¨® por tercera vez a Beirut en el invierno de 1985, Waite empez¨® a dudar del apoyo que le prestaba el arzobispo de Canterbury, Robert Runcie. En privado hablaba con dureza de estas sospechas y de Runcie. Pon¨ªa en duda la buena fe de la Cruz Roja Internacional. Conseguir la libertad de los rehenes se convirti¨® en una obsesi¨®n y un deseo, cuyas probabilidades de fracaso le aterraban tanto como los peligros de Beirut Oeste. Cuando volvi¨® a Beirut en 1987 ya hab¨ªa agotado la confianza de la gente. Desesperado por probar su integridad entre las explosiones del Irangate, su visita no cont¨® con la aprobaci¨®n del Gobierno brit¨¢nico ni de Yihad Isl¨¢mica, ex¨®tica alianza donde las haya.
Su resistencia y su valor van a sufrir serias pruebas en las pr¨®ximas semanas. Hay rumores, revelaciones, algunas sin fundamento y otras tristemente ciertas, a que tendr¨¢ que hacer frente. El presidente George Bush y North van a escuchar con especial atenci¨®n lo que Waite tenga, que decir.
(C) The Independent-EL PA?S.
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