Las actitudes de entonces y el nuevo proyecto
Ahora que "de todo hace ya 20 a?os", como dec¨ªa un poema de Jaime Gil de Biedma, se cumplen esos mismos de la orden de cierre dictada por el entonces ministro de Informaci¨®n y Turismo, Alfredo S¨¢nchez Bella, contra el diario Madrid.Sobre la ilegalidad de semejante disposici¨®n, refrendada sin fisuras por el Gobierno franquista del momento, se pronunciaron en su d¨ªa los supremos tribunales, aunque para ello hubieran de transcurrir los a?os que restaban de vida al llamado general¨ªsimo.
Su mentado ministro -cosecha 1969-, cumplidos lo funerales del Valle de los Ca¨ªdos, sellada la losa, promulgada la Constituci¨®n y fracasado el golpe del 23-F, sigue declar¨¢ndose especialmente orgulloso de aquella fechor¨ªa, que hubo de repararse en el ejercicio fiscal de 1984, con cargo al contribuyente, mediante una indemnizaci¨®n de 584 millones de pesetas, sin que a S¨¢nchez Bella ni a sus colegas se les haya reclamado importe alguno.
Comisi¨®n millonaria
Lustro y medio despu¨¦s, en este a?o de gracia de 1991, el citado ex ministro ha cobrado de sus antiguos y eficaces servicios de verdugo, recibiendo una comisi¨®n millonaria por la venta de un inmueble, que los sorprendentes administradores actuales de la sociedad del Madrid le encomendaron para colmar la ignominia.
Eso s¨ª, Alfredo S¨¢nchez Bella y su pagador, ?scar Bernat, no se muestran en absoluto pesarosos de su lucrativo proceder y con todo desparpajo se enorgullecen de tales, operaciones bajo los focos y ante las c¨¢maras de las televisiones que les sientan en sus estudios.
Alguien se apresurar¨¢ a se?alar que tambi¨¦n ahora se cierran peri¨®dicos. Pero aceptar analog¨ªas entre el caso Madrid y los que ahora se plantean ser¨ªa incurrir en un proceso de asimilaci¨®n tergiversadora frente al que Arturo Soria y Espinosa prescrib¨ªa reaccionar aplicando la clarificaci¨®n sancionadora.La Constituci¨®n de 1978 consagra un r¨¦gimen basado en las libertades p¨²blicas y en las instituciones democr¨¢ticas, por supuesto biodegradables, es decir, vulnerables frente a la oxidaci¨®n de los agentes de la intemperie. Por eso, a todos nos concierne la lucha contra la corrosi¨®n.Otra cosa es, que fuerzas de diverso signo entren en conflicto, pero -?viva la plena diferencia!- al amparo de este regimen ning¨²n ministro, en solitario o en conjunto, podr¨ªa dar la orden de cierre al diario Madrid, ni a cualquiera de sus actuales colegas.
Aquel r¨¦gimen pasado comprend¨ªa y utilizaba la funcionalidad del prestigio del terror. Ah¨ª est¨¢ la represi¨®n que sigui¨® a la guerra de los fusilamientos de 1975 para concluir el ciclo. La orden de cierre al Madrid y las suspensiones temporales de otras publicaciones cumplieron, en otra escala, la misi¨®n de amedrentar a los disidentes,potenciales y la de propiciar la docilidad del conjunto de los medios informativos. Basta repasar las hemerotecas para comprobarlo.
Los redactores y trabajadores del Madrid, en noviembre de 1971, fueron consultados por los responsables empresariales acerca del ultim¨¢tum ministerial: sustituci¨®n del director, Antonio Font¨¢n, por Jos¨¦ Mar¨ªa Alfaro, o cierre del diario. Su respuesta desafiaba la ley de la gravitaci¨®n laboral, seg¨²n la cual, en el l¨ªmite los trabajadores optan por la continuidad en su puesto de trabajo.
Ca¨ªda libre
Iniciaron as¨ª un proceso de ca¨ªda libre y quedaron incluidos en la lista de contrataci¨®n indeseable. Porque los empresarios prefer¨ªan eludir la hostilidad inducida que pudieran atraerse del Gobierno si brindaban a estos parados el cobijode una n¨®mina. Recordemos, por ejemplo, que durante largo tiempo s¨®lo un miembro de la Redacci¨®n del Madrid encontr¨® trabajo en otro diario madrile?o, y a¨²n as¨ª, como corresponsal en Bonn.
El sentido de esta primera respuesta fue confirmado, en varias ocasiones, a lo largo de los ocho meses siguientes, cuando a los trabajadores, bajo diversas f¨®rmulas, se les ofreci¨® la oportunidad de conservar el puesto de trabajo en un diario Madrid editado por la organizaci¨®n sindical verticalista o bajo la direcci¨®n de alguno de sus antiguos dirigentes.
La ¨²nica condici¨®n que los trabajadores -comit¨¦ de empresa y sociedad de redactores espusieron a la empresa, que con ellos padec¨ªa la agresi¨®n, fue la de quedar tan indeleblemente asociados a ella en el momento de la reparaci¨®n o reaparici¨®n -un sue?o ut¨®pico cuando Franco parec¨ªa inmorible- como lo hab¨ªan estado en el de la cat¨¢strofe.
De ninguna forma aceptar¨ªan -se?alaron- descubrir con el paso del tiempo que hab¨ªan sido utilizados como carne de ca?¨®n, arrojados al paro y excluidos del futuro, por muy improbable que ¨¦ste pareciera, si alg¨²n d¨ªa llegaba a abrirse la ventanilla de la reparaci¨®n a los damnificados.
Se agolpan los nombres, los datos, las emociones y las referencias enaltecedoras, pero debo escribir cada vez m¨¢s cerca del punto final. Ahorrar¨¦ la. menci¨®n de quien no puede replicar. Largos a?os de incomunicaci¨®n suya con aquellos que hab¨ªan mostrado una lealtad a prueba de paro s¨®lo fueron interrumpidos espor¨¢dicamente para requerirles datos que aportar al expe.diente indemnizatorio ante el Supremo.
Por el contrario, el que fuera presentado a los trabajadores como banquero usurario decidi¨®, junto a sus colaboradores, donar sus acciones a la Asociaci¨®n de Trabajadores y Redactores del Diario Madrid, que ostentan as¨ª la titularidad de un porcenta e significativo. Para estar a la altura de esa donaci¨®n, los recipiendarios de la misma, a tenor de sus estatutos asociativos, tienen vedado patrimonializar en favor propio esa.s participaciones.
"Ahora que de todo hace ya 20 a?os" los participantes de aquella aventura esclarecedora, sin rencor paralizante alguno, parecen decididos a propugna una nueva etapa acorde con lo que fue su limpia e ins¨®lita historia en el diario Madrid.
Los proyectos inmediatos requieren espacio propio para su descripci¨®n. En todo caso, la reaparici¨®n del diario Madrid no puede ser obra de la precipitaci¨®n, que conducir¨ªa al fracaso. La vuelta al ruedo period¨ªstico requiere un trabajo empresarial y period¨ªstico previo, conducido con rigor, experiencia, y atento a todos los detalles. Antes hay que alzar el pabell¨®n, definir los perfiles y acumular el prestigio social necesario para que la vuelta a la plaza se haga a petici¨®n del p¨²blico.
P¨²rpura y andrajos
Baste decir aqu¨ª y ahora que la actividad inmediata m¨¢s visible pretende fomentar, adem¨¢s, estudios e investigaciones en el ¨¢rea de los medios informativos y aportar est¨ªmulos morales a este apasionante tejido de p¨²rpura y andrajo que compone el oficio y absorbe a los oficiantes del periodismo.
Con estos a?os a la espalda y este horizonte por delante, cabe decir que el caso y el futuro del diario Madrid verifican la exactitud del verso de Antonio Machado, seg¨²n el cual "ni est¨¢ el ma?ana ni el ayer escrito". Permitaseme la cita, v¨¢lida pese a los ocasionales adeptos al poeta. Tampoco da?¨® a la jota la adhesi¨®n que le prestaron los Coros y Danzas de la Secci¨®n Femenina en a?os precarios.
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