Los clientes exigen a las prostitutas callejeras y a los 'chaperos' hacerlo sin preservativos
En un buen garbeo por el paseo de Camoens, la calle del Almirante o la de la Ballesta, las conclusiones que podr¨ªa extraer un ginec¨®logo medianamente sensibilizado con el sida no podr¨ªan ser m¨¢s pesimistas. Escuchar¨¢ frases como ¨¦stas: "Para hacerlo con condones, me voy con mi mujer", "adem¨¢s de puta, exigente", "y encima querr¨¢s que pague yo el preservativo".
Da la casualidad de que la mayor¨ªa de las prostitutas j¨®venes que recorren la calle tienen los brazos como acericos, y que muchos de sus clientes creen que "eso del sida" es algo que s¨®lo les ocurren a los americanos.
En las ocho o nueve saunas de lujo (enti¨¦ndase las que cuentan con personal para atender a 25 hombres a la vez), la exigencia de utilizar preservativos abarca a todos. Pero ¨¦se es otro universo, ser¨ªa como comparar el baloncesto espa?ol con el de la NBA. De entrada, en muchas saunas existe hasta servicio de ginecolog¨ªa y las chicas disponen de unos h¨¢bitos higi¨¦nicos que las callejeras s¨®lo ven en el cine.
Jos¨¦ es el relaciones p¨²blicas de una sauna bien conocida en este c¨ªrculo. Saca cinco mil pesetas por cada cliente que lleva desde los bares de alterne, m¨¢s las propinas y las copas a las que lo suelen invitar. Asegura que algunas putas les ponen con la boca hasta dos condones a los clientes sin que ellos se percaten.
La directora del centro social para prostitutas del distrito de Centro, Roc¨ªo Nieto, lo aclara: "Las que no tienen una figura bonita no pueden permitirse el lujo de exigir al cliente que lo haga con preservativos".
Pareja de buscones
Con los chaperos (adolescentes que se prostituyen), la historia no es muy distinta. Jos¨¦ pone chapas (se prostituye) en la calle del Almirante y tiene 19 a?os; est¨¢ enganchado a la coca¨ªna y trabaja por el d¨ªa en una imprenta. Por la noche, su novia alterna en el bar Rotterdam, en plena zona de la calle del Capit¨¢n Haya. "Ella est¨¢ enganchada al caballo. Tiene s¨®lo 25 a?os y yo estoy intentando que deje la droga. Adem¨¢s, est¨¢ embarazada de un mes y queremos casarnos, pero tiene que arreglar los papeles, porque hace poco que se separ¨® de un t¨ªo extranjero. Ella no sabe que yo estoy en Almirante".-?Te has encontrado alg¨²n vecino aqu¨ª?
-El otro d¨ªa vi a un sargento que tuve en la mili. Yo no sab¨ªa que el t¨ªo era maric¨®n.
Jos¨¦ gana 5.000 pesetas por cada penetraci¨®n y se lleva 1.000 de propinas. Su novia saca 20.000 pesetas limpias por cada hombre. Viven en un piso alquilado y est¨¢n deseando tener el hijo. "Podremos mantenerlo".
El guardacoches de un bar de la calle del Almirante explica que entre los chaperos tambi¨¦n hay Clases. "Algunos ponen el culo, y otros s¨®lo dejan que les hagan felaciones. Conozco a uno que pone chapas desde los 12 a?os, ahora tiene 22, y nunca se ha metido en l¨ªos de drogas".
Un chapero rubio de ojos azules dice que advierte siempre al cliente de que ¨¦l s¨®lo hace superficiales (actos sin penetraci¨®n).
"Si me lleva a su piso y le puedo robar algo, lo hago; si puedo quitarle la cartera, tambi¨¦n. La hero¨ªna est¨¢ muy cara, colega". Dice que a los clientes les da lo mismo hacerlo sin condones, a pesar de que ellos no esconden el brazo pinchado. "A veces, antes del acto, los maricones nos acompa?an a comprar las dosis y nos ven inyect¨¢rnolas".
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