Irangate / Contras
Hace pocos a?os, a la Administraci¨®n de Reagan le crecieron los enanos, y en un proceso c¨¦lebre cuyas consecuencias todav¨ªa colean, el mundo se enter¨¦ de la m¨¢s bien chapucera telara?a anticonstitucional que miembros del Gobierno tejieron para suministrar armas a la Contra nicarag¨¹ense y al r¨¦gimen iran¨ª, a cambio de la liberaci¨®n de los rehenes norteamericanos en Teher¨¢n, financiado con el tr¨¢fico de drogas.Como suele ser norma en un cine especialmente atento a lo que sucede a su alrededor, llega, aunque con cierto desfase, la peripecia de ficci¨®n que aborda el tema: la odisea de cuatro humildes polic¨ªas de Los ?ngeles que, tras una rutinaria aunque esforzada investigaci¨®n, asestan un fuerte golpe a la red de financiaci¨®n de la operaci¨®n. Son incapaces, como es l¨®gico, de calibrar las consecuencias, ni de saber con los enemigos reales a los que se enfrentan. De ah¨ª que, tras sentirse perseguidos y desconfiar de las bases mismas de la organizaci¨®n policial, decidan abandonar el cuerpo, s¨®lo para convertirse en un grupo de justicieros al margen de la Justicia establecida.
C¨®digo azul
Blue heat. Director: John McKenzie. Gui¨®n: Jere Cunningham, Thomas Lee Wright y George Armitage.Fotograf¨ªa: Juan Ruiz-Anch¨ªa. M¨²sica: Jack Nitzcl¨ªe. Producci¨®n: Davis Entertainment para Orion. EE UU, 1990. Int¨¦rpretes: Brian Dennehy, Joe Pantoliano, Jeff Fahey. Estreno en Madrid: Olympo.
C¨®digo azul resulta del cruce de dos tradiciones distintas: una, rancia y antigua, vincula el filme con el fil¨®n de las pel¨ªculas de entronizaci¨®n de la polic¨ªa que, desde mediados de los treinta y con altibajos, es una puntual presencia en las pantallas norteamericanas. La otra conecta el planteamiento policial con la denuncia de las tramas oscuras de los intereses pol¨ªticos a gran escala y con las pr¨¢cticas corruptas de instancias de la Administraci¨®n o de los diversos escalones de la justicia. A la primera se apuntan todas las secuencias de trabajo, pero tambi¨¦n las del tiempo del ocio: los m¨¦todos operacionales, por una parte; por la otra, la vida familiar, la camarader¨ªa fuera de la rutina laboral, las peque?as y grandes cosas de la relaci¨®n, humana entre los personajes y sus mujeres. A la segunda, la denuncia de unos intereses que escapan al necesario control judicial de toda democracia formal.
El conjunto flojea, y la raz¨®n m¨¢s evidente es la falta de un gui¨®n satisfactorio. El oportunismo con que el proyecto se ha montado hace evidentes las lagunas de una trama que no profundiza y que deja numerosos cabos sueltos para no comprometerse no ya con un juicio pol¨ªtico, sino con el dise?o de la acci¨®n en t¨¦rminos veros¨ªmiles.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.