Rostropovich y los lituanos

Las Juventudes Musicales Madrile?as atacan de nuevo: tras el ¨¦xito Pogorelich, el triunfo Rostropovich; despu¨¦s de un lleno, otro, y a pocos d¨ªas de una jornada de alto nivel musical, el arte insuperable del violonchelista ruso.No s¨®lo de ¨¦l pues la Orquesta de C¨¢mara de Lituania, con su director, Saulius Sondeckis, nos depar¨® un buen Mozart y un intenso y conmovedor Shostakovich: el del cuarteto octavo, seg¨²n la transcripci¨®n orquestal de Rudolf Barshai.

En esta p¨¢gina est¨¢n algunos de los pentagramas m¨¢s desolados de toda la contemporaneidad, la realidad de un mundo sin esperanza que, en parte crecida, condicion¨® y aprision¨® la existencia del gran m¨²sico, sobre el que tantas tonter¨ªas se dijeron en Oriente como en Occidente.

Vitalidad

A continuaci¨®n, esa r¨¢faga enorme de vitalidad llamada Mstislav Rostropovich. Su salida a escena -sonrisa abierta, grandes zancadas- ya resulta en extremo estimulante. Inmediatamente despu¨¦s empu?a el arco de su violonchelo y hace del Andante cantabile de Chaikovski lo que exactamente es: un total hallazgo mel¨®dico.Pero cantar una melod¨ªa bien es cosa dif¨ªcil y Rostropovich lo hace magistralmente, tanto por la calidad sonora como por el interminable arco que le permite magn¨ªficos ligados as¨ª como por la expresividad que no peca jam¨¢s del menor exceso. Mstislav Rostropovich enaltece cuanto toca.

As¨ª sucedi¨® con el muy bello Concierto en la menor de Saint-Sa?ns en el que el m¨²sico franc¨¦s puso lo mejor de su elegante invenci¨®n hasta la que llegan secretos ecos shumanianos. Rostropovich hizo una versi¨®n no por fiel menos recreadora. Se ha dicho tantas veces que parece perogrullada repetirlo, pero es verdad: Rostropovich es un int¨¦rprete literalmente genial. Al concierto asisti¨® la reina Sof¨ªa y un p¨²blico que desbord¨® la capacidad del Auditorio Nacional.