Teorema de Brandt
EL SOCIALDEM?CRATA ?nace o se hace?- Seg¨²n un postulado que suele atribuirse a Willy Brandt, y que ha conocido diversas adaptaciones a la realidad del momento, "quien no haya sido comunista a los 20 a?os dif¨ªcilmente ser¨¢ socialdem¨®crata a los 40". En la Espa?a actual, la especie de los socialdem¨®cratas que lo son de la cuna a la tumba es rar¨ªsima. La mayor¨ªa de quienes hoy se identifican con esa tradici¨®n hicieron su noviciado en otra. Frecuentemente, en alguna de las corrientes comunistas del antifranquismo.Ello da una dimensi¨®n parcialmente autobiogr¨¢fica al debate que, organizado por una fundaci¨®n que preside Alfonso Guerra, y con participaci¨®n de numerosos ex comunistas, se ha desarrollado estos d¨ªas en Madrid sobre La izquierda despu¨¦s de la crisis del comimismo. ?Arrastrar¨¢ la ca¨ªda de ¨¦ste al conjunto de aqu¨¦lla? Los que consideran tal cosa evidente invocan lo ocurrido en las elecciones celebradas en los principales pa¨ªses del este europeo despu¨¦s del derrumbe. Y subrayan el hecho de que la m¨¢xima atracci¨®n de las poblaciones de esos pa¨ªses por el modo de vida occidental en los ochenta no haya coincidido con el apogeo del Estado asistencial, sino m¨¢s bien con el de su opuesto: el neoliberalismo thatcherista.
Sus contradictores atribuyen esos resultados electorales a un pasajero efecto pendular y recuerdan que, pese a su origen com¨²n, la diferenciaci¨®n entre comunismo y socialdemocracia es tan antigua como el Estado sovi¨¦tico. Y a?aden que la tradicional agresividad. de los comunistas hacia los partidos de la Segunda Internacional constituye la mejor garant¨ªa contra cualquier intento de identificaci¨®n.
Sin embargo, tambi¨¦n cabe el razonamiento contrario: parte del atractivo de la socialdemocracia derivar¨ªa del hecho de haber sido objeto de los m¨¢s brutales ataques de los comunistas. Ello la habr¨ªa convertido, con Suecia a la cabeza, en paradigma del r¨¦gimen liberal democr¨¢tico y basti¨®n contra el totalitarismo. Socialista a fuer de liberal, la socialdemocracia se habr¨ªa as¨ª beneficiado, desde el final de la II Guerra Mundial, de un suplemento de respetabilidad muy ¨²til para ganarse la confianza de las clases medias. La ca¨ªda del muro privar¨ªa de esa ventaja a los socialistas, obligados ahora a demostrar que, adem¨¢s de convicciones democr¨¢ticas, tienen respuestas diferenciadas a los problemas de la sociedad moderna.
La b¨²squeda de un equilibrio entre los valores de libertad e igualdad ha sido el rasgo m¨¢s caracter¨ªstico de las respuestas pol¨ªticas ensayadas hasta ahora. Hoy tiende a considerarse que es tambi¨¦n necesario un compromiso entre la equidad y la eficiencia, valores no siempre acumulables. No s¨®lo porque para distribuir hay que crecer (cosa asumida por la socialdemocracia hace muchos a?os), sino porque, seg¨²n ha ense?ado la experiencia de los a?os setenta, las principales v¨ªctimas de una econom¨ªa ineficiente son, ya sea por la v¨ªa de la inflaci¨®n o por la del desempleo, los sectores m¨¢s desfavorecidos de la sociedad.
El razonamiento implica dar por supuesta la superioridad del mercado sobre la planificaci¨®n para garantizar una asignaci¨®n ¨®ptima de los recursos. El derrumbe comunista confirmar¨ªa esa hip¨®tesis, pero est¨¢ por demostrar que sea posible una alternativa que no implique el cuestionamiento de algunos de los postulados que hasta el presente hab¨ªan definido la ideolog¨ªa socialdem¨®crata. Si las nacionalizaciones y otras formas de intervencionismo estatal han dejado de ser banderas sostenibles, y, por otra parte, ni los propios socialdem¨®cratas tienen claro que la superaci¨®n del sistema capitalista sea un objetivo, no ya posible, sino deseable, parece evidente que existe un desfase entre la pol¨ªtica socialdem¨®crata realmente existente y el discurso en nombre del cual se la justifica.
La coexistencia de un discurso radical con una pr¨¢ctica moderada no es nueva entre los socialistas ni exclusiva de ellos -ah¨ª est¨¢ el PNV - La presencia conjunta de Alfonso Guerra y Felipe Gonz¨¢lez en la presidencia del acto de apertura de los debates simboliza quiz¨¢ la voluntad de mantener esa coexistencia. Sin embargo, sus intervenciones, la del uno para descalificar a los tecn¨®cratas y la del otro para hacerlo con los sindicatos, dieron la impresi¨®n de coincidir en la misma medida en que lo hacen el que va a un sitio y el que regresa de ¨¦l.
No obstante, si se recuerda que hace poco m¨¢s de una d¨¦cada ambos - y otros muchos - rechazaban como un insulto la consideraci¨®n de socialdem¨®cratas, a la que contrapon¨ªan la de socialistas democr¨¢ticos, no es de extra?ar que haya quien quiera llevar el enunciado de Brandt hasta sus ¨²ltimas consecuencias y establecer que s¨®lo quien haya sido socialdem¨®crata a los 40 ser¨¢ un buen liberal a los 50. Pero ello no es autom¨¢tico y est¨¢ por demostrar.
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