Los funcionarios y la pol¨ªtica
Cuando la pol¨ªtica de un pa¨ªs se burocratiza, es decir, se deja en manos; de los bur¨®cratas, se puede afirmar que, a partir de ese instante, el noble oficio de hacer pol¨ªtica ha empezado su decadencia.En Espa?a, tradicionalmente, la pol¨ªtica ha estado dominada por los bur¨®cratas, que, no conformes con controlar las ¨¢reas administrativas, han logrado apoderarse de las dem¨¢s, expandiendo su influencia por los diversos ¨¢mbitos del Estado. As¨ª ha sucedido entre nosotros en el r¨¦gimen anterior, en virtud de esa singular instituci¨®n que Amando de Miguel denomin¨® en uno de sus libros como el f¨²ncionariato", consistente en que los altos cuerpos de la Administraci¨®n patrimonializaron Gobierno, Cortes, ministerios, organismos aut¨®nomos, empresas p¨²blicas, etc¨¦tera. Y as¨ª sucede ahora, ya que los bur¨®cratas siguen incrustados en todos los esquemas b¨¢sicos del Estado; y, desde el reducto cada vez m¨¢s corporativizado de los partidos, emplean sus m¨¢s eficaces armas para conseguir los objetivos que, en cada circunstancia, les convienen.
A la burocratizaci¨®n de la pol¨ªtica espa?ola han contribuido, intencionadamente, algunas leyes que priman al funcionario que decide dar el salto desde su destino administrativo a las experiencias m¨¢s ambiciosas y halagadoras de la pol¨ªtica. Simplificando el proceso legislativo, aparece en primer t¨¦rmino la ley de medidas de 1984, que, con una generosidad tan sorprendente como injustificada, regul¨® la situaci¨®n de los servicios especiales para los funcionarios que pasan a desempe?ar puestos de significaci¨®n o contenido pol¨ªtico. Prueba de ello es que, seg¨²n su art¨ªculo 29.2, aqu¨¦llos tendr¨¢n derecho, entre otras cosas, a la percepci¨®n de los trienios que pudieran tener reconocidos, en una atrevida confusi¨®n entre lo pol¨ªtico y lo administrativo. No hace falta recordar que la ley de medidas fue hecha por y para funcionarios, los cuales, por aquel entonces de 1984, se cuidaron muy mucho de abrir caminos anchos y despejados para desplazarse al ¨¢rea pol¨ªtica y regresar de ella cuando les interesara.
El siguiente paso en este prop¨®sito de los bur¨®cratas convertidos en pol¨ªticos para garantizarse un futuro lo m¨¢s favorable posible lo encontramos en el art¨ªculo 33.2 de la ley de presupuestos para 1991, conforme al cual los funcionarios de carrera que durante m¨¢s de dos a?os seguidos o de tres con interrupci¨®n desempe?en o hayan desempe?ado, a partir del 5 de julio de 1977, puestos de altos cargos percibir¨¢n desde su reincorporaci¨®n al servicio activo el complemento de destino correspondiente a su grado personal incrementado en la cantidad necesaria para igualarlo al valor del complemento de destino que anualmente se fije para los directores generales.
Profesionalizaci¨®n
La argumentaci¨®n que en su momento se dio para justificar este ins¨®lito complemento, que alg¨²n autor ha calificado como "suprafuncionarial", fue la de que con su implantaci¨®n se buscaba profesionalizar los niveles directivos de nuestra Administraci¨®n. No es as¨ª, porque esta profesionalizaci¨®n, de la que tanto se habla y sobre la que tan poco se hace, no se conseguir¨¢ por la v¨ªa de inventar retribuciones an¨®malas, sino por otras m¨¢s congruentes, como, por ejemplo, decidiendo que los pelda?os m¨¢s altos de la Administraci¨®n p¨²blica se conviertan en los tramos finales y necesarios de la carrera administrativa.Ahora que, una vez m¨¢s, se habla con urgencia de una ley del Gobierno es urgente que, por medio de ella, se delimiten hasta donde sea posible los campos pol¨ªtico y administrativo, poniendo fin a un estado de cosas en el que lo funcionarial se politiza hasta l¨ªrnites incre¨ªbles, y lo pol¨ªtico amenaza con funcionarizarse y burocratizarse vertiginosamente. Si un funcionario siente la tentaci¨®n de dedicarse a la pol¨ªtica, hace muy bien en marcharse a la Administraci¨®n, y nadie puede imped¨ªrselo; pero no debe reclamar para s¨ª una situaci¨®n privilegiada ni acumular ventajas en su posici¨®n funcionarial. ?O es qu¨¦ el empresario o el industrial o el banquero o el trabajador que se dedica a la pol¨ªtica goza de igual proteccionismo que el funcionario?
Nunca ha sido bueno para el pa¨ªs que los funcionarios se aprovechen de su r¨¦gimen legal para hacer su carrera pol¨ªtica. El resultado es negativo inexorablemente. Gracias a su poder, los temas que les afectan gozan de prioridad en el Gobierno y el Parlamento, siendo tratados con antelaci¨®n a otros, quiz¨¢ mucho m¨¢s importantes, que preocupan a la generalidad de los ciudadanos. Adem¨¢s carecen de impulso creativo y suelen tener una visi¨®n legalista y plana de los problemas. Pero, por encima de estos defectos peculiares del bur¨®crata transformado en pol¨ªtico, lo m¨¢s grave es que sigamos disponiendo de una legislaci¨®n que permite e incluso incentiva el acceso de los servidores p¨²blicos a la arena pol¨ªtica con todo lo que esta permisi¨®n conlleva de tolerancia, indefinici¨®n y desigualdad con otros sectores.
Nuestra vida pol¨ªtica est¨¢ burocratizada en exceso, porque los funcionarios transitan libremente hacia ella; y, adem¨¢s, como dice Thierry Pfister refiri¨¦ndose a los funcionarios franceses, tienen asegurado el billete de vuelta cuando quieran reintegrarse a la Administraci¨®n. Precisamente lo que hace falta en Espa?a es que la actividad pol¨ªtica ni se burocratice, ni se funcionarice, ni se rutinice, como sucede ahora. Por eso, debiera actualizarse la normativa vigente reformando en profundidad la situaci¨®n de servicios especiales, de tal manera que el funcionario que sienta la vocaci¨®n pol¨ªtica la siga, con la condici¨®n de renunciar a los privilegios que ahora tiene, suspendiendo su vinculaci¨®n con la Administraci¨®n.
En nuestro tiempo, no es defendible la normativa descrita, que se fundamenta en la concepci¨®n seg¨²n la cual la Administraci¨®n y la funci¨®n p¨²blica est¨¢n llamadas a ser el principal vivero de hombres p¨²blicos y gobernantes que la sociedad demanda para dirigirla. Unos y otros, por el contrario, han de tener su origen en los sistemas democr¨¢ticos, no en las plantillas ministeriales, sino en los partidos.
En consecuencia, para clarificar el panorama actual, pensando en la necesidad de contar con una Administraci¨®n s¨®lidamente constituida y definitivamente profesionalizada, habr¨ªa que rectificar las leyes en una doble y simult¨¢nea direcci¨®n. De un lado, los cargos de director general, subsecretario y asimilados deber¨ªan ser desprovistos de su actual naturaleza pol¨ªtica para pasar a integrarse en la carrera administrativa; y a los que habr¨ªan de acceder los candidatos mejor preparados en el orden t¨¦cnico y profesional. Y de otro, como complemento de lo anterior, los funcionarios que apuesten por la carrera pol¨ªtica ver¨¢n congeladas sus relaciones con la Administraci¨®n y perder¨¢n la ventajosa situaci¨®n que hoy disfrutan. Ambas medidas, sabiamente sincronizadas, contribuir¨ªan a fortalecer el aparato del Estado proporcion¨¢ndole consistencia y estabilidad frente a los cambios provocados por las alternancias de los partidos en el poder; y, asimismo, oxigenar¨ªan la vida pol¨ªtica espa?ola, sac¨¢ndola del aburrimiento y el marasmo en que est¨¢ inmersa.
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