Ante el XIII Congreso deI PCE, ?continuidad o refundaci¨®n?
No considero necesario recordar el origen hist¨®rico del PCE, as¨ª como su progresivo distanciamiento, desde finales de los sesenta, respecto del PCUS. Pero esta afirmaci¨®n debe ser completada con otra que, sin embargo, suele pasarse por alto: pese a su heterodoxia, el PCE nunca se concibi¨® a si mismo —ni objetivamente podr¨ªa ser concebido— al margen de esa realidad que se ha hundido en toda Europa en estos dos ¨²ltimos a?os. En relaci¨®n con esto, es necesario poner de relieve, aparte de otros argumentos que podr¨ªan aducirse, un dato fundamental, como es el car¨¢cter limitado de la cr¨ªtica dirigida a los pa¨ªses del socialismo real: es una cr¨ªtica "desde dentro" y b¨¢sicamente circunscrita en su formulaci¨®n a los elementos que, en el lenguaje del marxismo vulgar, llamar¨ªamos superestructurales: el PCE defend¨ªa un socialismo en libertad y democracia, pero sobrentendiendo que el socialismo real, construido sin libertad, segu¨ªa siendo al fin y al cabo socialismo; m¨¢s o menos imperfecto, pero con unas relaciones de producci¨®n socialista a las que era necesario vitalizar con una reforma democr¨¢tica de la sociedad y sus aparatos de poder.
De esta manera se comprende tambi¨¦n la forma en que el PCE aline¨®, desde los primeros momentos, con la perestroika de Gorbachov, concebida como un movimiento de reestructuraci¨®n o reforma del comunismo, pero sin renegar de sus presupuestos fundamentales: se hab¨ªan invertido los papeles y, con cierta ingenua presunci¨®n, se afirma que Gorbachov hab¨ªa venido sencillamente a convalidar como justa heterodoxia del PCE.
En estos momentos, parece evidente que los intentos de reforma o regeneraci¨®n del comunismo desde dentro han experimentado un clamoroso fracaso, puesto de manifiesto en los procesos electorales que han tenido lugar en los pa¨ªses ex comunistas en los desarrollos que, tras el fallido golpe de agosto, vive la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. El m¨¢s importante y prestigioso de los partidos comunistas de Europa occidental, el PCI, por su parte, ha cambiado de nombre y abandonado sus se?as de identidad originales.
A la vista de este panorama, cabe preguntarse: ?tiene alg¨²n sentido el empe?o en mantener la denominaci¨®n de comunista y una estrategia de cambio social acorde con la misma? No se trata de negar las contradicciones que contin¨²an existiendo en la sociedad actual y la necesidad de combatir por superaci¨®n. La cuesti¨®n en s¨ª: para este combate siguen siendo v¨¢lidos los instrumentos —incluyendo los s¨ªmbolos y los mitos— propios de una ideolog¨ªa desacreditada por la historia y que, como explicaba en estas mismas p¨¢ginas Santos Juli¨¢, sobrevive precisamente como ideolog¨ªa en el sentido marxiamo del t¨¦rmino, es decir, como falsa conciencia.
El temor que albergamos muchos —o algunos— de los que, pese a todo, hemos continuado hasta el presente en el PCE es que lo que bajo este nombre sur de este XIII Congreso sea, no una formaci¨®n comunista —-inviable a estas alturas de la historia—, sino una especie de izquierda an¨®nima, dispuesta a pasar del rojo al verde, seg¨²n vayan pintando las diferentes manos de la partida, en el bien entendido de que ¨¦sta se juega, en todo caso, a la contra, como corresponde a un partido antisistema o de resistencia que, so pretexto de reclamarse poseedor de estrategias y programas alternativos, se sit¨²a en una posici¨®n marginal, tanto en el escenario nacional como en el europeo o, general, internacional.
Por mi parte, entiendo que el PCE hubiera debido emprender hace ya alg¨²n tiempo —pero, en cualquier caso, no m¨¢s all¨¢ de este congreso un proceso que le condujera a dar vida a una nueva formaci¨®n de izquierda, dotada de un programa democr¨¢tico y reformista que, manteniendo su propia autonom¨ªa pol¨ªtica y organizativa, se alineara en el campo del socialismo democr¨¢tico, desarrollando una estrategia de colaboraci¨®n y convergencia con los partidos integrados en la Internacional Socialista.
Conscientemente he procurado razonar, a lo largo de las anteriores consideraciones, partiendo de una l¨®gica interna al propio PCE. Existen, sin duda, razonamientos ulteriores que podr¨ªan aducirse para sostener la conveniencia de orientar las energ¨ªas del viejo PCE hacia el ¨¢rea o espacio pol¨ªtico del reformismo democr¨¢tico. Me refiero, naturalmente, a la cuesti¨®n de las relaciones entre el PCE y los restantes componentes de IU. Estos razonamientos ser¨ªan a¨²n de mayor peso —al menos desde el punto de vista t¨¢ctico—, pero en todo caso parece que deber¨ªan ser puestos sobre el tapete a partir del resultado, previsible, del congreso que se abre el d¨ªa de hoy.
Fernando P¨¦rez Royo es militante del PCE y eurodiputado.
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