Degradaci¨®n
LA ORIGINALIDAD de la fotograf¨ªa publicada en la primera p¨¢gina de la edici¨®n de ayer de este peri¨®dico —el hemiciclo del Senado pr¨¢cticamente vac¨ªo mientras se debat¨ªa el proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 1992— no est¨¢ de ning¨²n modo en la excepcionalidad de la imagen captada, sino, justamente, en la provocativa reiteraci¨®n con que se produce la situaci¨®n que denuncia. Por eso se publica.
Pocas im¨¢genes son tan desmovilizadoras para la sociedad civil e inductoras del abstencionismo pol¨ªtico como la de un Parlamento semivac¨ªo. Por activa y por pasiva ha sido se?alado el riesgo de deslegitimaci¨®n moral que hace correr al sistema democr¨¢tico este comportamiento parlamentario. Como si nada. Los representantes del pueblo siguen aferrados a una pr¨¢ctica que reduce a la m¨ªnima expresi¨®n la funci¨®n representativa de la que est¨¢n investidos.
Hace tiempo que los representantes populares dejaron de cumplir la tarea que le es propia: parlamentar. Ni siquiera se consideran obligados a asistir, en condici¨®n de masa inerte, a los debates ya decididos de antemano por las ejecutivas de los partidos. Su trabajo lleva camino de reducirse a asentir a lo que sus jefes digan mediante el acto puramente mec¨¢nico del voto. No puede llegarse a m¨¢s en la degradaci¨®n del debate parlamentario. Los senadores han dado muestra de ello desentendi¨¦ndose del debate parlamentario m¨¢s significativo del a?o.
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