?Todos fascistas?
En los resultados electorales que se van sucedientdo en Europa aflora con fuerza inesperad el hast¨ªo de la opini¨®n p¨²blica. Paulatinamente, el cuerpo electoral revela su profundo disgusto frente al parler faux, seg¨²n la expresi¨®n acu?ada por los electores belgas, que resume la irrelevancia, vaciedad y cinismo del actual discurso pol¨ªtico.El rechazo creciente de los abusos de poder de los partidos, su capacidad para corromper a la sociedad civil mediante el cobro de comisiones y subvenciones p¨²blicas, la irrupci¨®n desmedida con ¨¢nimos de control en ¨¢mbitos que debieran preservar la autonom¨ªa, como la justicia, cajas de ahorro o medios p¨²blicos de comunicaci¨®n, y la manipulaci¨®n en provecho de sus maquinarias de los exiguos canales de participaci¨®n, est¨¢n dando cauce a que s¨®lo los fieles y los lun¨¢ticos voten sistem¨¢ticmente a las mismas siglas. En Europa, la hemorragia de votos sufrida por los partidos establecidos alimentan la abstenci¨®n, las plataformas pol¨ªticas esperp¨¦nticas, nazis y xen¨®fobas. S¨®lo de manera incipiente las escasas ofertas de innovaci¨®n.
El resultado de la falta de adecuaci¨®n de la vida pol¨ªtica a la realidad de este fin de milenio es devastador: ineficacia y derroche en la gesti¨®n, deterioro de la calidad de vida, par¨¢lisis de proyectos colectivos, gendarmerizaci¨®n del pensamiento y vida social como ¨²nica respuesta a la ininteligible complejidad de los procesos.
Ante esta situaci¨®n caben dos tipos de reacciones. Asumir la autocr¨ªtica del funcionamiento de los mecanismos de decisi¨®n pol¨ªtica, como el l¨ªder de la Democracia Cristiana italiana, que acaba de sentenciar: "No podemos seguir siendo lo que somos". O la de quienes, en lugar de renunciar a su papel de valedores de los intereses establecidos, prefieren descubrir ellos de pronto, e intentar convencer ellos a los dem¨¢s, que "media europa es fascista". Los que quieren recuperar la convicci¨®n de que tambi¨¦n en pol¨ªtic se puede einnovar, frente a los que niegan la necesidad de impulsar procesos de innovaci¨®n social, dado el cariz villano y esperp¨¦ntico de quienes aparentan abanderar, de momento, la insatisfacci¨®n generalizada.
?No es evidente que la ausencia de qualquier atisbo de reforma de los que ejercen el poder con tal grado de ineficacia constituye la materia prima que nutre los rebotes del nazismo y xenofobia? La falta de propuestas convinvcentes desde la ideolog¨ªa de la libertad confiere al bando de la violencia un protagonismo que no le pertenece.
En la irresistible ascensi¨®n de Arturo Ui, Bertold Brecht escenifica una parodia de la subida ade Hitler al poder mediante el relato de la vida y milagros de un g¨¢ngster del Chicago de los a?os treinta. Cuando Arturo ui se hace con el dominio del hampa, se percata de que incluso en tan singular ambiente necesita unas m¨ªnimas nociones de oratoria y expresi¨®n. A marchas forzadas, toma las lecciones que le imparte un encantador ambulante, memorizando l pie de la letra, que no asimilando, el arte de la arenga y el gesto. Para Bertold Brecht, la supercher¨ªa, la manipulaci¨®n de los conocimientos para violar las masas y el parler faux de los l¨ªderes, de que se quejan hoy los electores europeos, era un componente b¨¢sico del nazismo. Si hoy viviera, arremeter¨ªa contra ellos, sorprendido de que en tanto tiempo hubieran cambiado tan poco.
Si son distintos, en cambio, los sentimientos de las gentes de a pie, ensimismadas en la persecuci¨®n de objetivoss que no trascienden su colectivo ni su generaci¨®n ni su vida individual, sino el marco rabioso de unas horas. Aqu¨ª todo el mundo ha tirado de la manta para s¨ª, lleg¨¢ndose a perder conciencia de lo que une y, por tanto, la defensa del inter¨¦s com¨²n. En un momento dado convino creerse las simplezas de los que anticipaban la sociedad del ocio y acomodarse a una distribuci¨®n del trabajo m¨¢s injusta que la de la riqueza. Luego lleg¨® la revoluci¨®n tecnol¨®gica anunciando la eliminaci¨®n de todo esfuerzo individual.
Las gentes descubren ahora, de repente, que la trnsformaci¨®n del caudaloso r¨ªo de informaci¨®n que nos sumerge en algo de conocimientos, y de estos conocimientos en lago de sabidur¨ªa, requiere un rigor y esfuerzo pesonal hasta ahora insospechado. Nadie tiene garantizado su trabajo, ni siquiera-como descubren nuebvas generaciones de universitarios- cuando se ha trabajado mucho. Frente a la complejidad del mundo moderno, son suicidas los comportamientos recientes. Como ense?a la cibern¨¦tica, la ¨²nica repuesta frente a la mayor complejidad impuesta por la t¨¦cnica consiste en aumentar el grado de complejidad de la organizaci¨®n social. Supone m¨¢s, no menos, participaci¨®n y proyectos colectivos. Puede que el refugio en las opciones simplificadoras, demag¨®gicas y enardecidas sea la pen¨²ltima evasi¨®n ante la magnitud del esfuerzo que se avecina.
Es cierto que la innovaci¨®n en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica choca con obst¨¢culos m¨¢s serios incluso que en la ciencia y en la industria. Al igual que en las religiones, el producto pol¨ªtico es dif¨ªcilmente perceptible. Los partidos pol¨ªticos venden el Estado del Bienestar, la justicia y cohesi¨®n social, la igualdad, la libertad y la fraternidad. ?Qui¨¦n puede dar m¨¢s? La innovaci¨®n suele limitarse entonces a las formas y lenguajes, en lugar de a los contenidos, considerados indiscutibles. Aparentan ser procesos de innovaci¨®n incrementales, sin la garra requerida para convocar voluntades ya de por s¨ª alejadas del proceso de reflexi¨®n pol¨ªtica.
La segunda raz¨®n de las inercias en materia de innovaci¨®n pol¨ªtica tiene que ver con las deformaciones de los mecanismos de participaci¨®n. No hay innovaci¨®n cient¨ªfica sin un determinado nivel de cultura t¨¦cnica, que el innovador requiere como el pez necesita el agua, y no hayinnovaci¨®n pol¨ªtica sin un determinado nivel de participaci¨®n y esfuerzo multidisciplinar.
Lamentablemente, las constituciones democr¨¢ticas no garantizan el nivel de participaci¨®n que requiere cualquier proceso de innovaci¨®n social. Es m¨¢s, la democracia induce un efecto desmovilizador que es preciso neutrlizar: la conquista hist¨®rica del principio de igualdad de oportunidades, que se proclama y predica por todos los medios, es asumida a pies juntillas por colectivos enteros como la juventud, que encuentra en su imaginada vigencia excusa para pasar de cualquier proyecto colectivo y centrarse, en cambio, en el esfuerzo personal e individualizado. La Constituci¨®n en s¨ª misma no asegura el grado de participaci¨®n necesario, pero la ley electoral, dise?ada a menudo al gusto de los comit¨¦s ejecutivos de los partidos y no de los votantes, junto a la manipulaci¨®n de los mecanismos de decisi¨®n, garantiza que no pueda echar ra¨ªces.
Al contrario de lo que ocurre en la vida real, sometida a cambios intensos y reconversiones frecuentes, la pol¨ªtica se afianza al margen de los impulsos innovadores, desafiando los comportamientos que en otros ¨¢mbitosl est¨¢n en la base del progreso: esfuerzo plural, recurso a los conocimientos, universalismo y gesti¨®n eficaz de la diversidad. Estrategias permanentes de ocnfrontaci¨®n, ideolog¨ªas en vez de ideas, visiones de caompanario e imposici¨®n burocr¨¢tica de la uniformidad son sus se?as distintivas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.