El fin de un sue?o
La ca¨ªda de Gorbachov revela la falta de visi¨®n pol¨ªtica de Bush
ALBERT MONTAGUT El pasado 1 de agosto, las calles de Kiev (Ucrania) estaban repletas de gente con banderas norteamericanas y ucranias. El cielo estaba encapotado y amenazando lluvia. Fue un d¨ªa hist¨®rico para esa rep¨²blica y para el presidente sovi¨¦tico, Mija¨ªl Gorbachov, porque George Bush declar¨® ante el Parlamento ucranio que mantendr¨ªa su relaci¨®n con ¨¦l "de la forma m¨¢s fuerte posible" y advirti¨® del riesgo de un "aislamiento suicida" de las rep¨²blicas.
Ante la sorpresa de los ucranios, envueltos en una revoluci¨®n independentista, Bush trataba de mantener unida la URSS, y a Gorbachov como ¨²nico interlocutor. Tuvieron que transcurrir cuatro meses para que Bush se diera cuenta de que la Uni¨®n Sovi¨¦tica y su l¨ªder formaban ya parte de la historia.El 27 de noviembre, cuatro d¨ªas antes de las elecciones en las que Ucrania iba a decidir su independencia, EE UU anunci¨® que reconocer¨ªa al nuevo pa¨ªs. El mensaje representaba algo as¨ª como la sentencia de muerte pol¨ªtica para Gorbachov, porque si Washington apoyaba la desintegraci¨®n de la URSS, el l¨ªder de la perestroika y la glasnost se quedaba sin trabajo.
La relaci¨®n entre George Bush y Mija¨ªl Gorbachov pasar¨¢ a la historia como una de las m¨¢s intensas y productivas relaciones diplom¨¢ticas que se recuerdan, pero tambi¨¦n como el m¨¢s claro ejemplo de la mala planificaci¨®n y visi¨®n pol¨ªtica norteamericana.
La relaci¨®n Bush-Gorbachov fue perfecta mientras el l¨ªder sovi¨¦tico pudo desarrollar su pol¨ªtica de perestroika, firmar acuerdos de desarme, reducir sus fuerzas convencionales en Europa, garantizar a Occidente que la guerra fr¨ªa hab¨ªa terminado y prometer que la URSS se integrar¨ªa en la comunidad internacional.
Los acontecimientos que debilitaron su figura y acabaron con el marxismo-leninismo y la Uni¨®n de Rep¨²blicas Socialistas Sovieticas tambi¨¦n da?aron a George Bush. Su reacci¨®n durante y despu¨¦s del golpe de Estado de agosto fue un ejemplo clar¨ªsimo de su candidez y de su falta de previsi¨®n e informaci¨®n. Tambi¨¦n represent¨® el m¨¢s claro ejemplo de la fragilidad de su proyecto pol¨ªtico del nuevo orden, en el que no se preve¨ªa la existencia de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), el estallido de los nacionalismos europeos ni la recesi¨®n econ¨®mica que est¨¢ afectando a todos los planes pol¨ªticos internacionales y nacionales de EE UU.
Bush se enfrent¨® a la crisis sovi¨¦tica hablando de un nuevo orden mundial controlado y planificado desde Washington con el visto bueno de su buen amigo Gorbachov. Su avaricia pol¨ªtica, fomentada por la facilidad con la que dirigi¨® su pol¨ªtica internacional durante los ¨²ltimos tres a?os, le ceg¨® hasta tal punto que era incapaz de ver lo que cualquier sovi¨¦tico medio pod¨ªa adivinar: la ca¨ªda de Gorbachov y la subida de Bor¨ªs Yeltsin. Pero no fue Bush el ¨²nico que no vio la realidad. El Departamento de Estado, la CIA, el Congreso y los analistas de las mejores universidades del pa¨ªs tambi¨¦n erraron en sus an¨¢lisis. La gorbyman¨ªa les hab¨ªa cegado.
Bush no pudo so?ar jam¨¢s con tener un aliado tan bueno como Gorbachov. Su relaci¨®n con el l¨ªder sovi¨¦tico fue tan productiva para el presidente norteamericano en t¨¦rminos de popularidad y reconocimiento pol¨ªtico que ni ¨¦l ni sus superasesores alcanzaron nunca a imaginar a tiempo que Gorbachov era un caballo perdedor.
Incluso despu¨¦s del golpe de Estado, cuando la figura de Gorbachov era una sombra que presid¨ªa un pa¨ªs que hab¨ªa dejado de existir, Bush continuaba insistiendo en rehabilitarle. Su propuesta de desarme masivo lanzada unilateralmente el pasado septiembre era, en cierto modo, un nuevo intento, fallido, de mantener a Gorbachov como interlocutor.
La historia reciente del mundo demuestra que Bush ten¨ªa razones emocionales para agarrarse a la figura de Gorbachov. Desde 1988, sus encuentros con el l¨ªder sovi¨¦tico cambiaron la faz de la tierra. La unificaci¨®n alemana, la ca¨ªda del muro, la retirada sovi¨¦tica de Afganist¨¢n, la derrota de Sadam, el di¨¢logo arabe-israel¨ª, fueron los ejemplos m¨¢s claros de aquella relaci¨®n. Nunca antes un presidente sovi¨¦tico hab¨ªa sido tan bueno para Washington y, en cierta forma, Bush consigui¨® alcanzar el sue?o de sus antecesores, ganar el pulso a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Su victoria moral ante la URSS y la derrota militar de Irak dispararon la popularidad de Bush hasta tal punto que imaginar un segundo mandato sin Gorbachov no entraba en sus previsiones.
Gorbachov y su apertura Pol¨ªtica y social permitieron a Estados Unidos descubrir que en la Uni¨®n Sovi¨¦tica habitaban seres humanos dispuestos a luchar por la democracia.
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