El viejo cuento del lobo alem¨¢n
El reconocimiento internacional de Croacia y Eslovenia por parte de la Comunidad Europea, anunciado para el pr¨®ximo 15 de enero y que ser¨¢ secundado por otros Estados, desde la Santa Sede a Australia, no va a poner fin a la guerra, como asegura creer, entre otros, el presidente croata, Franjo Tudjman. Es incluso previsible que el mero anuncio de esta medida diplom¨¢tica recrudezca a corto plazo los ataques del Ej¨¦rcito serbio-federal contra Croacia.Sin embargo, si algo est¨¢ demostrado ya en seis meses de guerra, es que la negativa de la comunidad internacional a reconocer a estas rep¨²blicas y poner un punto final a la ficci¨®n de la existencia de Yugoslavia no ha frenado el conflicto.
Siempre en la historia esta regi¨®n ha tenido la dudosa virtud de dividir y enfrentar a las grandes potencias europeas. No obstante, los que ahora se lamentan por lo que consideran "chantaje de Alemania a Europa" para el reconocimiento de las rep¨²blicas ex yugoslavas, o son partidarios de dejar a Serbia que imponga su orden en los Balcanes o ten¨ªan la esperanza ilusoria de que tras la revoluci¨®n europea de 1989-1991 Alemania seguir¨ªa en un papel subordinado pol¨ªticamente a Inglaterra o Francia en la CE.
Estos dos pa¨ªses han demostrado en los dos ¨²ltimos a?os que no s¨®lo no tienen el peso econ¨®mico necesario para esta labor de liderazgo.
Tampoco han mostrado estar a la altura de las nuevas realidades para afrontar los graves retos de la nueva era europea, como demostraron primero con la reunificaci¨®n alemana, despu¨¦s en su pol¨ªtica hacia la URSS y finalmente en Yugoslavia.
Son muy efectistas esas evocaciones al IV Reich que ya no s¨®lo hacen los propagandistas de Belgrado, sino tambi¨¦n algunos periodistas occidentales y pol¨ªticos m¨¢s duchos en la historia del periodo de entre guerras que en el an¨¢lisis de una realidad totalmente nueva. Pero tan grotesco es enarbolar una fotograf¨ªa de Genscher con una cruz gamada como sospechar aventuras expansionistas alemanas en los Balcanes.
Enterrado desde hace 70 a?os el proyecto del tren Berl¨ªn-Bagdad y ahogada en sangre hace 50 la aventura balc¨¢nica nazi, el espacio de inter¨¦s cultural y econ¨®mico de Alemania est¨¢ en Centroeuropa. Incluye, eso s¨ª, Croacia y Eslovenia, al igual que Hungr¨ªa, Checoslovaquia, Polonia y partes occidentales de la antigua URSS.
El ¨²nico inter¨¦s de Bonn-Berl¨ªn en los Balcanes -en Serbia, Macedonia, Rumania y Bulgaria, aparte de la defensa de los derechos humanos y de las minor¨ªas en una regi¨®n en la que Alemania se siente obligada a redimir una de las p¨¢ginas m¨¢s oscuras de su historia nacionalsocialista, reside en impedir que la miseria econ¨®mica y social en estos pa¨ªses lleve a sus habitantes a emigrar a la citada regi¨®n centroeuropea. Dicho con crudeza, a Alemania le interesa ante todo que Serbia no se autodestruya bajo su actual r¨¦gimen hasta una situaci¨®n que lleve a las colas de las oficinas de inmigraci¨®n y empleo en Berl¨ªn o M¨²nich a todos esos que hoy se manifiestan en Belgrado contra el "p¨¦rfido revanchismo alem¨¢n".
En cuanto al espacio centroeuropeo, pese a quien pese, en el futuro estar¨¢ dentro del espacio de influencia cultural y econ¨®mica de Alemania como lo' estuvo durante m¨¢s de mil a?os, hasta al menos las revoluciones burguesas de 1848. Esto duele sin duda m¨¢s enalgunos despachos de Par¨ªs, Belgrado o Londres que en Cracovia, Budapest, Praga o la hoy ucrania Lvov y antigua ciudad austriaca Lemberg. Algunos albergan a¨²n esperanzas de poder frustrar una vez m¨¢s el reconocimiento internacional de Croacia, Eslovenia, Macedonia y las otras rep¨²blicas ex yugoslavas que lo soliciten. En Brioni, en julio, y en La Haya, en octubre, se prometi¨® a las dos rep¨²blicas el reconocimiento en dos meses si cumpl¨ªan lo estipulado. En mayor o menor grado lo hicieron, pero la promesa comunitaria no se cumpli¨®. Entretanto, ha habido 25.000 muertos, decenas de miles de heridos, medio mill¨®n de personas sin hogar, regiones croatas devastadas y sufrimiento sin fin.
Bloqueo serbio
Desde hace seis meses es Serbia quien controla, bloquea o burla los esfuerzos internacionales por la pacificaci¨®n. El reconocimiento impulsado por Alemania, pero apoyado ya por una larga serie de Estados, ante todo centroeuropeos, parece ya la ¨²nica forma de romper este poder de veto a la paz que ha ostentado el r¨¦gimen serbio. Acabar con ¨¦l es la primera condici¨®n para permitir al pueblo serbio que acabe con este r¨¦gimen de Milosevic que necesita la guerra para sobrevivir y que, como otros vecinos desde Bulgaria a Hungr¨ªa o Austria, temen que, de acabar con la resistencia croata, tendr¨¢ que buscar nuevos conflictos armados allende las fronteras del extinto Estado federal yugoslavo.
El miedo hist¨®rico a un liderazgo alem¨¢n en la pol¨ªtica comunitaria, aunque sea tan puntual como en este caso, es comprensible, pero no justifica la defensa a ultranza de la estrategia ya fallida de apaciguamiento del principal responsable de la guerra. Si se quieren hacer paralelismos hist¨®ricos, parece, m¨¢s atinado el que f¨¢cilmente puede establecerse entre aquellos intentos de M¨²nich en 1938 de preservar la paz cediendo ante la violencia hitleriana y las tentaciones de algunos pol¨ªticos occidentales de imponer en los Balcanes una paz dictada por el m¨¢s armado y m¨¢s dispuesto a la violencia. Como entonces, esta pol¨ªtica lleva irremediablemente a males mayores y guerras m¨¢s extensas.
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