La edad de la raz¨®n
Hay ocasiones que abren una hendidura singular en el sentido de las cosas. As¨ª, la oportunidad de contemplar, precisamente ahora, una amplia retrospectiva de la obra de aquella gran dama de la vanguardia sovi¨¦tica que fue Liubov Popova, y hacerlo justo en este tiempo que nos convierte en testigos perplejos ante la vertiginosa liquidaci¨®n de la herencia final de aquel sue?o con el que la artista identific¨® su propio destino.Es, desde luego, cierto que lo que la desaparici¨®n de la URSS cierra es un proceso patol¨®gico, tristemente apodado como socialismo real, uno de cuyos s¨ªntomas m¨¢s tempranos, y tal vez el m¨¢s emblem¨¢tico, fue precisamente la eliminaci¨®n de las vanguardias del periodo revolucionario en favor de esa otra abominaci¨®n que se dio en llamar -alterando el orden de los factores, mas no la naturaleza del producto- realismo socialista.
Liubov Popova
Centro de Arte Reina Sof¨ªa. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 17 de febrero.
Sin embargo, ese punto final arrastra tambi¨¦n consigo, fatalmente, las ideas que fueron su semilla original, y con ellas, una cierta. noci¨®n esencial de la modernidad en la que ¨¦sta se sinti¨® destinada a alumbrar al fin la edad de la raz¨®n, propiciando una transformaci¨®n decisiva en la esfera de la vida y los modos de relaci¨®n social.
Nunca fuimos -ni, con seguridad, volveremos a ser- tan esencialmente modernos como en ese periodo de las dos primeras d¨¦cadas del siglo, que tiene su expresi¨®n cat¨¢rtica en la Revoluci¨®n de Octubre. Tampoco el arte obtiene una identidad tan pura y propia de modernidad como en las vanguardias de aquel momento y, muy especialmente, en las vanguardias rusas que abrazaron la causa de la revoluci¨®n como v¨ªa capaz de realizar, finalmente, la vieja aspiraci¨®n rom¨¢ntica a borrar los l¨ªmites entre el arte y la vida. No en vano con esa vanguardia el arte encontrar¨¢ sus propias fronteras exteriores, en un sentido u otro, con el Cuadrado blanco sobre blanco, de Malevich, o el productivismo de Tarabukin.
Bajo esta luz, la exposici¨®n de Popova en el Reina Sof¨ªa cobra el valor de un paradigma. Fruto de un proyecto en el que han participado el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la galer¨ªa Tretyakov de Mosc¨² y el Museo Ludwig de Colonia, la muestra recorre, a trav¨¦s de una cuidada selecci¨®n de piezas, todos los momentos y facetas esenciales de su producci¨®n creativa. Y a trav¨¦s de ese complejo espectro nos revela con precisi¨®n la identidad de una artista que no s¨®lo fue una de las figuras clave de aquel periodo legendario, sino tambi¨¦n un arquetipo que resume de modo ejemplar, aun desde su singularidad, el modelo de evoluci¨®n, las aspiraciones y actitudes en los que se define lo esencial del contexto de debate de la van guardia sovi¨¦tica.
La modernidad
A partir de una temprana influencia de C¨¦zanne, que marca el despertar a la conciencia de la modernidad, la pintura de Liubov Popova acu?¨® su propia madurez en el seno del cubismo, aprendido en su ortodoxia escolar, en el Par¨ªs de 1912, junto a Metzinger. Sin embargo, su evoluci¨®n se define, con m¨¢s propiedad, en esa singular confluencia cubofuturista, consustancial a la vanguardia rusa, ese cruce entre lo estructural y lo din¨¢mico que, en el caso de la Popova, determinar¨¢ una tensi¨®n dial¨¦ctica recurrente a lo largo de toda su trayectoria.Ya en el constructivismo estricto, el proceso de su obra deja sentir, sucesivamente, el impacto de los dos referentes esenciales en el debate ruso, pero encuentra siempre en Popova una lectura muy personal. As¨ª, Tatlin puede ser el detonante de sus relieves de 1915, pero ¨¦stos no rompen a¨²n plenamente con la matriz cubista en la que se han gestado. A su vez, la aproximaci¨®n al suprematismo estricto se ve pronto matizada por una mayor ambig¨¹edad espacial y, en el sentido que antes apunt¨¢bamos, por la reaparici¨®n de su inter¨¦s por el movimiento.
Junto a la descripci¨®n puntual del proceso de la pintura, la exposici¨®n nos acerca, a su vez, a dos aspectos en los que la personalidad de Popova materializa otro eje esencial del esp¨ªritu de la vanguardia, aquel que aspira a convertir su pr¨¢ctica en instrumento de transformaci¨®n de lo real. En ambos casos, su figura desempe?¨® un papel pionero y profundamente renovador. As¨ª, Popova fue la primera entre los nuevos pintores que aventur¨® una v¨ªa de ruptura en la tradici¨®n escenogr¨¢fica teatral. En su m¨ªtico proyecto para el montaje de Meyerhold de El magn¨ªfico cornudo -cuyos bocetos y maqueta se incluyen en el muestra-, Popova utiliza la idea de m¨¢quina no s¨®lo como met¨¢fora principal, sino como instrumento gracias al cual la escenograf¨ªa pierde su condici¨®n de entorno pasivo para convertirse en actor efectivo del drama. De igual modo, Popova fue tambi¨¦n uno de los primeros integrantes de la vanguardia sovi¨¦tica en responder a la llamada del sector industrial, lo que en su caso se traducir¨ªa fundamentalmente en su interesante labor en la esfera del dise?o textil.
En su exploraci¨®n de las formas, la pintura de Popova ocupa un lugar objetivo en la gestaci¨®n de esa v¨ªa que, en el devenir.de la modernidad, se asimilar¨¢ idealmente a lo anal¨ªtico y a una racionalizaci¨®n progresiva del lenguaje pl¨¢stico. En la dimensi¨®n social de su obra, dos impulsos, te?idos ambos por un mismo origen rom¨¢ntico, se funden como reflejo de uno de los rasgos m¨¢s ambivalentes que anidan en el sue?o de la vanguardia, aquel que hace caras de una misma moneda al sometimiento heroico de lo individual a lo colectivo y la tentaci¨®n de acu?ar, desde el propio ideal creativo, el conjunto de lo real.
Hoy, desde esa especie de mezquina lucidez en la que ha venido a naufragar la quiebra modernidad, no sabemos ver ya en los sue?os de la edad de la raz¨®n sino los monstruos que alumbraron. Tampoco ya, para la esfera del arte, son monedas de uso ni el ideal cartesiano ni el destino mesi¨¢nico en los que se gest¨® el mundo de la Popova. Y, sin embargo, aun vista hoy bajo esa luz que, para la conciencia esc¨¦ptica, dibuja como fracasos cada una de sus razones, la aventura de Liubov Popova sigue fascin¨¢ndonos por su lecci¨®n de f¨¦rtil libertad y la frescura inc¨®lume con que resplandecen sus obras.
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