Autorretrato en el jard¨ªn
En ocasiones, las im¨¢genes no son exactamente lo que parecen. O mejor, siendo lo que parecen, son a la vez otras cosas distintas. En ese sentido, nadie equivocar¨¢ aquello a lo que nos remite, en su modo m¨¢s literal, este ciclo de telas recientes de Bola Barrionuevo (Torremolinos, 1949).La verdadera miga de estos trabajos se encuentra en el modo desenfadado como deslizan, a partir de esa referencia inmediata, diversas lecturas paralelas, todas ellas posibles y necesarias.
Vinculado a los c¨ªrculos de la figuraci¨®n madrile?a de los setenta, pero centrado tard¨ªamente en la pintura, Barrionuevo empleaba ya en su anterior -y primera- muestra personal madrile?a este mismo punto de vista singular, de perpendicularidad absoluta e inveros¨ªmil, con aquellas islas imaginarias que trastocaban, con mordaces equ¨ªvocos, la lectura de nuestros perfiles geogr¨¢ficos.
J
Bola BarrionuevoGaler¨ªa Columela. Lagasca, 3. Madrid. Hasta el 20 de enero.
La referencia que centra esta nueva exposici¨®n nos remite a las convenciones de representaci¨®n en la tradici¨®n de los jardines cl¨¢sicos o, por ser mas precisos, a una especie de f¨®rmula h¨ªbrida creada por la yuxtaposici¨®n entre dos sistemas descriptivos, una que conserva el eco ilusorio propio del g¨¦nero de paisaje y otra que nos remite a la reducci¨®n a su estructura en planta, propiciada por esa lectura "a vista de p¨¢jaro".
Algo ingenuista y limitada en su ejecuci¨®n, y con un montaje que el excesivo n¨²mero de obras toma reiterativo, el mejor atractivo de esta serie nace de su tono desenfadado y de los gui?os que multiplican el sentido de las im¨¢genes. Son, cada una de ellas, planos y paisajes de un mismo jard¨ªn, pero tambi¨¦n otras cosas, otros artificios.
As¨ª, la simetr¨ªa y punto de fuga central impl¨ªcitos en su estructura y la vibraci¨®n ¨®ptica propiciada por su planteamiento de color los acerca, a su vez, a la tradici¨®n hipn¨®tica de los mandalas orientales, en lo que, en definitiva, supone una sofisticada pirueta de evoca ci¨®n ir¨®nica de los mecanismos de la psicodelia, tan ligados al contexto generacional del propio Bola Barrionuevo.
Emblema
A¨²n hay m¨¢s, si se quiere bien que en gui?os algo m¨¢s privados. Si, como el t¨®pico insiste, cada obra es, en su sentido ¨²ltimo, una forma de autorretrato, ¨¦stas lo son, voluntariamente, en sentido estricto.As¨ª, a la vez que el teina del paisajismo nos remite a una anterior faceta creativa, las bolas de topiario cuya reiteraci¨®n construye estos jardines son como el emblema repetido del propio apodo. alg¨²n caso, ordena en un texto Y, con ellas, el pintor juega a concreto las pinceladas, camuflan nombrarse en cada uno de los m¨®dulos que componen la imagen, del mismo modo como nos recuerda -con la escritura real que, en alg¨²n caso, ordena en un texto concreto las pinceladas, camuflando mensajes en los fondos de tierra- c¨®mo todo rasgo es en definitiva caligr¨¢fico, c¨®mo cada gesto fatalmente nos delata.
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