Marcelino, sin pan ni vino
Entre 1940 y 1955, s¨®lo unas pocas pel¨ªculas -varias folcl¨®ricas, dos o tres comedias, un par de las llamadas producciones imperiales, las primeras dirigidas por Juan Antonio Bardem y Luis Garc¨ªa Berlanga- hab¨ªan roto ya el cerco en que la cultura espa?ola del interior se encerr¨® tras la derrota de la Espa?a libre con la guerra civil. Pero en ese a?o de 1955 se estren¨® un filme espa?ol titulado Marcelino, pan y vino, que no se limit¨® a atravesar las fronteras de la encerrona franquista, sino que las pulveriz¨®. La pel¨ªcula se vio en todo el mundo, y hubo pa¨ªses, como Italia, en que volvi¨® del rev¨¦s las pautas de audiencia y entusiasm¨® a centenares de miles de espectadores. Ahora, 36 a?os despu¨¦s, Italia. nos devuelve el regalo, pero convertido en una mala-sombra de aquella peque?a joya ternurista, pero con rasgos de sutil y, disfrazado con h¨¢bitos franciscanos, hermoso cine de terror.Su director fue un cineasta h¨²ngaro, exiliado de su pa¨ªs tras el fin de la II Guerra Mundial. Se llamaba Ladislao. Vajda, y anduvo errante por casi toda Europa haciendo pel¨ªculas de supervivencia en Alemania, Francia y el Reino Unido hasta que lleg¨® a Espa?a; poco despu¨¦s, hacia 1950, se instal¨® definitivamente aqu¨ª, culminando su accidentada e irregular carrera con algunas interesantes obras, entre las que merecen desempolvarse S¨¦ptima p¨¢gina, Tarde de toros, Carne de horca, esta Marcelino, pan y vino y, sobre todo, las magn¨ªficas Mi t¨ªo Jacinto y El cebo, que son dos de las mejores pel¨ªculas de la historia del cine espa?ol.
Marcelino, pan y vino
Director: Luigi Comencini. Gui¨®n: Luigi Comencini y Ennio de Concini, basado en el cuento de Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢nchez Silva. Fotograf¨ªa: Franco di Giaconio. Italia, 1991. Int¨¦rpretes: Nicolo Paulicci, Fernando Fem¨¢n-G¨®mez, Alfredo Landa. Estreno en Madrid: cines Luchana, Vaguada, Alcal¨¢, Fantasio, Excelsior y Avenida.
Mediocre reedici¨®n
El ¨²nico m¨¦rito que encontramos a esta mediocre reedici¨®n italiana de Marcelino, pan y vino, de Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢nchez Silva, Pablito Calvo y Ladislao Vajda, es que nos permite, d¨¦cadas despu¨¦s de su tiempo de esplendor, hacer un recuento, y con ¨¦l un homenaje a este ¨²ltimo: un admirable director espa?ol adoptivo que ha dejado pel¨ªculas que siguen vivas y no llevan dentro ning¨²n signo de caducidad. Recientemente, la televisi¨®n repuso El cebo, y aunque vista en las estrechuras de la peque?a pantalla, se conserva en el borde mismo de la perfecci¨®n.El ilustre cineasta italiano Luigi Comencini, uno de los pocos veteranos de la etapa inmediatamente posterior al neorrealismo que siguen en activo, se ha embarcado en la absurda empresa de reeditar en colorines los delicados grises del filme original. No funciona nada, absolutamente nada. Todo es, en esta simulaci¨®n de pel¨ªcula, puro artificio. Si el candor y la perdonable cursiler¨ªa de aqu¨¦lla escond¨ªa algunas excelentes secuencias de terror blando, he cho con pinceladas l¨ªricas muy eficaces, la mayor explicitud de ¨¦sta viene acompa?ada por una engorrosa sensaci¨®n de oportu nismo y de impotencia imagi nativa, Por ello, el nuevo Marcelino, pan y vino no pasa de ser un vulgar espectro del viejo, y casi no hace falta a?adir que ¨¦ste resulta hoy mucho m¨¢s vivo que aqu¨¦l. Nos tememos que el enorme ¨¦xito mundial que alcanz¨® en su tiempo la pel¨ªcula espa?ola deje en rid¨ªculo -en cuanto a pel¨ªcula y en cuanto a negocio- a este soso y parasitario c¨¢lculo de producci¨®n italiana,
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