La nostalgia de Pedro Salinas, autor teatral
Con motivo del centenario del nacimiento del escritor Pedro Salinas, la autora recuerda su participaci¨®n en el estreno mundial de la pieza de teatro La estratosfera, de Salinas, en 1956, siendo profesora de Gram¨¢tica y Conversaci¨®n espa?olas en la Escuela de Verano de Middlebury College, Estado de Vermont. Entre las actividades culturales de esta universidad norteamericana los profesores y algunos alumnos prepararon el montaje de la obra bajo la direcci¨®n de Laura de los R¨ªos y Solita Salinas, con la actuaci¨®n de Francisco Garc¨ªa Lorca, ?ngel del R¨ªo y Joaqu¨ªn Casaduero, entre otros conocidos intelectuales espa?oles. En la obra se unen el talento de creador y la nostalgia infinita que sent¨ªa Pedro Salinas de su Madrid natal,
Era una ma?ana invernal de much¨ªsimo fr¨ªo aquella de diciembre de 1951 cuando corr¨ªa por el descampado hacia Filosofia y Letras. Ya en la escalera, bajaba raudo mi compa?ero de clase y poeta Jes¨²s L¨®pez Pacheco, de aire bohemio, con aquel sombrero de terciopelo negro inolvidable. "D¨ªa muy triste, d¨ªa muy triste. Se ha muerto Pedro Salinas".Siempre imagin¨¦ a Salinas joven e inmortal. Sus versos de amor esculpieron en muchos de mi generaci¨®n una manera, de estar frente a tan rara, siempre irrepetible circunstancia, la del amor. "Para vivir no quiero islas, palacios, torres / ?Qu¨¦ alegria m¨¢s alta / Vivir en los pronombres.
Es conocido que aquellos j¨®venes que ¨¦ramos hab¨ªamos elegido la canci¨®n francesa y el bolero como m¨²sica de fondo de nuestra pobretona vida sentimental. La voz a ti debida nos sonaba a pura modernidad, que desde nuestra perspectiva siempre sab¨ªa a para¨ªso perdido. No se sabe c¨®mo pero el caso es que unos cuantos hab¨ªamos le¨ªdo a Pedro Salinas. Seguramente, en la biblioteca del Ateneo o en la librer¨ªa Clan.
Hubiera parecido, entonces improbable que "as¨ª que pasaran cinco a?os" fuera yo a participar nada menos que en el estreno mundial de La estratosfera, pieza en un acto, original de Salinas. Ante el centenario desu nacimiento en Madrid parece oportuno recordar aquel estreno. Quiz¨¢ convenga un poco de petite histoir¨¦ para explicarlo.
Tuve la suerte de ser becada para estudiar en Norteam¨¦rica, que as¨ª se dec¨ªa entonces. No, no era lo de ahora, no hab¨ªa ninguna cola ni ning¨²n apretuj¨®n para ira listados Unidos de Am¨¦rica en aquellos a?os.
Con Mar¨ªa Jes¨²s Echevarr¨ªa -?qu¨¦ gran, historiadora perdimos con su terrible muerte prematura!-, las primeras mujeres becadas por los Servicios Culturales de Estados Unidos para estudiar cursos posgraduados en aquel. inmenso pa¨ªs del que todo sab¨ªamos por el cine. (Recu¨¦rdese que en 1954 la ONU levant¨® el bloqueo al Gobierno espa?ol).
En septiembre de 1955 embarqu¨¦ en Gibraltar en el Crist¨®foro Colombo, y despu¨¦s de cuatro d¨ªas a bordo, peliculeros por los cuatro costados, llegu¨¦ a Nueva York, y desde all¨ª a la. profunda Carolina del Norte. En el barco coincid¨ª con Pilar de Madariaga, que se convirti¨® en mi hada madrina. Por su pertenencia a los c¨ªrculos intelectuales del exilio espa?ol en Estados Unidos, y por la novedad de ser yo una joven de veinte y pocos a?os formada en la Universidad espa?ola de la posguerra, acced¨ª a un puesto de profesora de Gram¨¢tica y, Conversaci¨®n espa?olas en la muy afamada Escuela de Verano de Middlebury College, Estado de Vermont.
Aquel verano del 56 fue uno de los m¨¢s estimulantes y divertidos de mi vida. Fue, adem¨¢s, el que me devolvi¨® la alegr¨ªa infantil de aquel otro verano del 36 en Fuenterrab¨ªa, desbaratado cruelmente por la guerra civil. Precisamente, en Middlebury, Carlos Blanco Aguinaga y yo nos cont¨¢bamos como hab¨ªamos vivido -ni?os ambos-, y desde, distinta orilla, el incendio de Ir¨²n.
Carlos, Roberto Ruiz y yo ¨¦ramos los m¨¢s j¨®venes de un claustro que inclu¨ªa -para m¨ª-lo m¨¢s respetado de una Espa?a s¨®lo entreo¨ªda, clandestina y profundamente admirada. All¨ª estaban Francisco Garc¨ªa Lorca, Laura de los R¨ªos, ?ngel del R¨ªo, Joaqu¨ªn Casalduero, Mar¨ªa de Unamuno, Amalia de la Torre, Juan Marichal y Soledad Salinas.
Entusiasmo
La escuela de verano duraba seis semanas. Su fama era tal que ven¨ªan estudiantes de Lengua y Literatura espa?ola de todos los Estados, incluso los m¨¢s alejados de Nueva Inglaterra. Los alumnos formaban un grupo entusiasta donde coincid¨ªan futuros hispanistas y profesores de espa?ol de High School. Juraban el d¨ªa de la matr¨ªcula que no hablar¨ªan otra lengua que el espa?ol, incluso entre ellos mismos.Entre las actividades culturales de aquel a?o los profesores y algunos alumnos prepar¨¢bamos La estratosfera bajo la admirable direcci¨®n de Laura de los R¨ªos y en esta ocasi¨®n, de Solita Salinas. La estratosfera es una peque?a joya del teatro de Salinas, donde se unen su talento de creador y la nostalgia infinita que sent¨ªa de su Madrid natal, de la calle de Toledo, para m¨¢s se?as. A Salinas le gustaba el g¨¦nero chico, y era admirador de L¨®pez Silva, Casero y otros autores de libretos que resisten hasta hoy por su gracia.
Conoc¨ªa don Pedro el mundo del peque?o negocio porque sus padres y t¨ªos eran del comercio. Conoc¨ªa las tabernas, los parroquianos, los chicoleos de la calle y, por supuesto, ese hablar peculiar del sur de Madrid, despaciosa, sentenciosa, graciosa e hiperb¨¦lica y puesta de manifiesto ya en el t¨ªtulo. La estratosfera es el nombre de una taberna.
Tarde de exilio
Es adem¨¢s una tarde de don Pedro Salinas en su exilio de Estados Unidos cuando le debi¨® de venir una r¨¢faga de luz madrile?a y un olor a cuero y vino, que le llev¨® a la escritura y recreaci¨®n de un ambiente que nunca volver¨ªa a ver.
La estratosfera cuenta la historia de una burla de amor, a una muchacha y su posterior redenci¨®n. Pedro Salinas escribe lo que ¨¦l llamaba "una realidad fabulizada". Su gusto por el g¨¦nero chico y por Arniches le condujeron aquella tarde melanc¨®lica a poner de pie unos personajes que se expresan as¨ª: "??Por qu¨¦ tus labios han perdido la risa, diosa de los caminos urbanos?", o bien un amigote le dice a otro: "... pues terminando de estructurar mi idea la soluci¨®n o premisa no se le puede escapar a ning¨²n cerebro iluminado y democr¨¢tico, si bien yo no comulgo en ese credo... lo digo por los que comulgan....", que es contestado por su compa?ero en la partida de naipes: "?Geom¨¦trico!".
Lo que fue verdaderamente espectacular fu¨¦ el reparto. Los tres amigos que juegan a las cartas fueron representados por Francisco Garc¨ªa Lorca, ?ngel del Rio y Joaqu¨ªn Casaduero, que dieron voz y gesto perfectos a personajes tan representativos. Eugenio Florit era el T¨ªo Libor¨ªo, ciego que vend¨ªa loter¨ªa. Toda la sensibilidad del poeta que es Florit, la llev¨® a escena entregado al personaje.
Carlos Blanco Aguinaga era C¨¦sar, el guapo actor de cine que rueda una pel¨ªcula y pasa a la taberna y all¨ª encuentra a Felipa, muchacha burlada por ¨¦l en un pueblo donde lleg¨® la far¨¢ndula. Felipa, lazarillo,del T¨ªo Libor¨ªo / Florit era quien esto escribe. El salvador de Felipa, el que urde su redenci¨®n, es ?Ivaro de Tarteso, poeta bohemio, que fue interpretado por el joven profesor y buen novelista Roberto Ruiz.
La estratosfera hizo bis en Nueva York en el teatrito de Barnard College, en las calles altas de Broadway, en'febrero de 1957. Demetrio Delgado de Torres se a?adi¨® al lujoso reparto. El estreno fue un ¨¦xito total y fuimos felicitados por Juan Negr¨ªn y su esposa, la actriz Rosita D¨ªaz.
es escritora e, investigadora de temas de artes populares.
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