?De rodillas, liberales!
Pedro Schwartz, en un art¨ªculo magn¨ªficamente provocativo (?De rodillas, infelices!, EL PA?S, 10 de enero de 1992), ha tenido la valent¨ªa de poner de rodillas al comunismo que nos atorment¨® con sus sermoneos moralistas antes de la transici¨®n, en la transici¨®n y, si no lo remediamos, despu¨¦s de la transici¨®n y de la ca¨ªda del imperio sovi¨¦tico.Personalmente, me resulta moralmente injustificable un Julio Anguita mesi¨¢nico, que alarga su dedo acusador, juntamente con los de su credo pol¨ªtico, desde una supuesta inocencia sin m¨¢cula, para afear la conducta a los m¨¢s realistas, a los m¨¢s conciliadores, los que se resignan a que nos incorporemos a la OTAN, por no ser radicalmente pacifistas (perversamente pac¨ªficas, habr¨ªa que apuntar, en un mundo donde la indefensi¨®n puede costarnos algo m¨¢s que la vida). ?Curiosamente, tambi¨¦n, se visten imp¨²dicamente de pacifistas los comunistas espa?oles, que nunca han tenido reparos en te?ir de sangre el mundo, si la sangre era burguesa, pretendiendo metamorfosearse, en c¨¢ndidas palomas, que han olvidado sus sue?os revolucionarios para defender interesadamente una paz que s¨®lo puede beneficiar a sus correligionarios pol¨ªticos!
Admiro en Pedro Schwartz su l¨²cida acidez y su capacidad desmitificadora, su pasi¨®n liberal y su b¨²squeda de esclarecimiento.
Pero puestos a dar explicaciones y expiar pecados de acci¨®n u omisi¨®n, no creo que el credo liberal pueda permanecer en pie mientras el comunismo se postra de rodillas.
Si bien es cierto que John Stuart Mill escribi¨® una talla moral formidable, que hace que la figura de Carlos Marx palidezca y quede desva¨ªda, tambi¨¦n no es menos cierto que Stuart Mill fue un liberal totalmente at¨ªpico, que se distanci¨® con energ¨ªa de sus mentores, Jeremy Bentham. o James Mill (su propio padre), para acercarse, esforzadamente, modestamente, honestamente, al socialismo rom¨¢ntico, al socialismo ut¨®pico, incorporando a la doctrina liberal principios tan rabiosamente socialistas como la abolici¨®n de la herencia (en sus Cap¨ªtulos sobre el socialismo), o arremetiendo contra la inmoralidad de la econom¨ªa capitalista que propugn¨® paliar mediante un r¨¦gimen de cooperativas que eliminase las relaciones moralmente insanas de subordinaci¨®n de los operarios a los empresarios, por el coste moral que ellas supon¨ªan no s¨®lo para los desheredados y proletarios (como es creencia compartida por los marxistas), sino incluso, yendo m¨¢s lejos, para los propios presuntamente privilegiados (para Mill, envilecidos) por el abuso del poder econ¨®mico. (Como se constata en El porvenir de las clases trabajadoras, incluido en los Principios de econom¨ªa pol¨ªtica).
Los liberales tambi¨¦n, al igual que los nazis o los bolcheviques, han masacrado poblaciones enteras: ni?os pobres, ancianos desvalidos, enfermos sin recursos, tullidos, minusv¨¢lidos, los marginados, los d¨¦biles, los fracasados en la carrera cruenta que el liberalismo propicia, y que han quedado relegados, fuera de la esfera de la protecci¨®n que los Gobiernos y Estados deben garantizar, desde una perspectiva ¨¦tica m¨ªnimamente sympath¨¦tica, a los que han sido peor dotados, peor tratados, por la sociedad o por natura. Los liberales tambi¨¦n han dejado morir, tambi¨¦n han matado, tambi¨¦n han mutilado, por omisi¨®n y negligencia calculada y calculadora, a millones y millones de seres humanos, a los que hip¨®critamente y en nombre de una esp¨²rea libertad se ha pretendido arrinconar, abandonar a su suerte, presas de las leyes feroces del mercado y la competitividad.
La libertad del liberalismo, no hace falta decirlo, es s¨®lo la libertad de los socialmente o naturalmente privilegiados, los que poseen bienes o dotes que s¨®lo necesitan ser protegidos y no interferidos.
Cuando se piensa, ya no en t¨¦rminos de derechos humanos, sino simplemente en base a algo tan modesto y prosaico como la constatable utilidad marginal decreciente del dinero (defendida incluso parcialmente por pensadores, en parte, liberales) se convendr¨¢ en cu¨¢n improcedentes resultan las reclamaciones frente a un Estado intervencionista, que trata simplemente de que los excedentes de riqueza que los muy acaudalados ni siquiera sienten y no son capaces de paladear, intenten paliar las necesidades m¨¢s acuciantes de aquellos para quienes un poco, muy poco, de los que a algunos les sobra (y hasta les atosiga y agobia) pudiera salvar su vida, su libertad, y asegurar su desarrollo humano y un m¨ªnimo de goces.
Los liberales descarnados, ejemplificados por el anarquista norteamericano Nozick, que reclaman el Estado m¨ªnimo, simplemente vigilante de las propiedades existentes, despreocupado e inhibido respecto al incremento de bienes y propiedades de los despose¨ªdos por la fortuna o las fuerzas sociales, han condenado, y pretenden seguir condenando, a un n¨²mero incalculable que rebasa los billones de billones, de seres humanos, a la indigencia, la desnutrici¨®n, la muerte, el sufrimiento f¨ªsico y ps¨ªquico, las humillaciones, vejaciones de todo tipo y de toda suerte a la ca¨ªda en la desesperaci¨®n suicida o asesina, a la huida al mundo del hampa, de la marginaci¨®n, a la anom¨ªa, a la abulia, a la resignaci¨®n, la rendici¨®n, como seres humanos con sue?os de autonom¨ªa irrealizables si las instituciones y el Estado no reparan el tejido desgarrado, los da?os y desperfectos causados por la depredadora econom¨ªa de mercado, donde "el pez grande se come al chico", sin reparos, donde la gente guapa se aupa sobre la gente fea, es decir, los menos afortunados por la loter¨ªa natural arbitraria, o la loter¨ªa social no m¨¢s equitativa.
Es cierto que el marxismo, como doctrina filos¨®fica, ha cometido falacias y dislates: confundiendo, por ejemplo, hechos con desiderata, supuestas predicciones cient¨ªficas, con utop¨ªas morales. Se les puede acusar, justamente, de ingenuos, a los que lo han defendido, de dogm¨¢ticos, de inflexibles, de intolerantes...
Pero el sue?o de emancipaci¨®n humana, el concepto de liberaci¨®n total frente a los poderes divinos y humanos es una idea tan central en el marxismo que hace que casi le redima de cuantos desvar¨ªos y atrocidades se hayan cometido en su nombre.
Como tambi¨¦n, el sue?o de libertad, aunque s¨®lo lo sea en un sentido restringido y negativo, casi podr¨ªa redimir a los liberales a ultranza de la masacre insensible de los desfavorecidos por la fortuna, que han llevado, y siguen pretendiendo llevar a cabo.
De momento, sin embargo, marxistas y liberales, deben permanecer de rodillas, repensando sus credos, unos y otros, pidiendo perd¨®n al mundo por haber usado, interesadamente, el nombre de la libertad en vano.
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