El 'capo', en el banquillo
John Gotti, acusado de ordenar el asesinato del padrino de una familia mafiosa de EE UU
Las inmobiliarias de Nueva York suelen decir que no hay nada m¨¢s seguro que alquilar una casa en los alrededores del club social (le John Gotti, en Little Italy, para vivir sin temor a la delincuencia com¨²n. Gotti, considerado el jefe de la mafia m¨¢s poderosa de Estados Unidos, recorrer¨¢ el puente de Brooklyn desde la prisi¨®n donde se encuentra para llegar a la sala de juicios en la que se enfrentar¨¢ a acusaciones por cinco asesinatos, una sexta conspiraci¨®n para asesinato, extorsi¨®n, juego ilegal y obstrucci¨®n a la justicia.Este capo de 51 a?os, descendiente de un trabajador de la construcci¨®n napolitano emigrado a Estados Unidos y quinto hijo de una familia de 13 hermanos, puede ser condenado a cadena perpetua si la fiscal¨ªa consigue demostrar sus pruebas.
Gotti ascendi¨® a capo de la familia Gambino tras el asesinato a tiros del anterior Jefe de este clan, Paul Castellano, a la entrada de un restaurante de Nueva York, en diciembre de 1985. Seg¨²n la acusaci¨®n, Gotti orden¨® la muerte de Castellano despu¨¦s de que ¨¦ste le dijera que iba a desmontar la organizaci¨®n de Gotti porque estaba implicada en el tr¨¢fico de hero¨ªna, algo que romp¨ªa las reglas de la familia.
El juicio, que se celebrar¨¢ en el tribunal de Brooklyn, tiene los ingredientes de un buen libro de g¨¢nsteres: un capo sonriente vestido con la ropa m¨¢s cara de la ciudad que adem¨¢s tendr¨¢ que escuchar el testimonio de uno de sus m¨¢s estrechos ayudantes, quien, en un cambio de bando de ¨²ltima hora, decidi¨® testificar contra ¨¦l.
Las sospechas de que este presunto extorsionador pueda tratar de sobornar al jurado han llevado a la corte de Brooklyn a tomar las m¨¢s estrictas medidas. Ayer, martes, se inici¨® el examen de los 500 posibles jurados, que dentro de tres semanas quedar¨¢n en 12 y otros seis sustitutos. Sus identidades ser¨¢n secretas, y los seleccionados permanecer¨¢n ocultos en un hotel durante los tres meses que duren las vistas, custodiados por agentes especiales.
Es posible que las circunstancias obliguen al juez a prohibirles que vean la televisi¨®n o que telefoneen a sus familiares. Puede que todas las precauciones sean pocas, teniendo en cuenta el historial familiar de los Gotti. En 1987, la fiscal¨ªa denunci¨® que el hermano de John, Gene Gotti, hab¨ªa contratado a investigadores privados para averiguar las identidades de otro jurado y que ofreci¨® un coche deportivo a cambio de un tratamiento favorable en su juicio por tr¨¢fico de hero¨ªna.
Para sus amigos, Gotti es un amable vendedor de la empresa Suministros de Calefacci¨®n y Fontaner¨ªa. Para sus vecinos, es un hombre al que se le recibe cuando sale de la c¨¢rcel con lazos amarillos, la tradici¨®n americana para recordar a los seres queridos ausentes. El intento vecinal de agradarle es una mezcla de servilismo y miedo, y no es para menos. John Savara, uno de sus vecinos, desapareci¨® y se le da por muerto desde que en 1980 atropellara accidentalmente al hermano de John Gotti, quien finalmente muri¨®.
Una vez elegido el jurado, Gotti saldr¨¢ del Metropolitan Correctional Center, donde permanece desde hace un a?o, alejado de su lujosa casa blindada a prueba de bomba, de su familia y de su club social, para enfrentarse a tres meses de juicio que decidir¨¢n si vuelve a ser un hombre libre o un preso de por vida.
Pese a que las cintas grabadas por los investigadores y los testimonios recogidos por la fiscal¨ªa hacen que las autoridades conf¨ªen en una condena, en las tres ocasiones en que ha sido juzgado desde 1986 John Gotti ha salido del juicio sonriente, como un hombre no culpable.
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