Condiciones para la convergencia
Las condiciones fijadas en el Consejo Europeo de Maastr¨ªcht para determinar si un pa¨ªs re¨²ne los requisitos de convergencia adecuados para formar parte de la uni¨®n monetaria constituyen, sin duda, la referencia central para la orientaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola de los pr¨®ximos a?os. S¨®lo as¨ª se podr¨¢ materializar el prop¨®sito anunciado por el Gobierno, que refleja un sentir ampliamente mayoritario en nuestra sociedad, de que Espa?a participe desde el primer momento en ese proyecto crucial para Europa y para el futuro de nuestro pa¨ªs.En un encuentro reciente dedicado al debate de estas cuestiones he tenido ocasi¨®n de exponer mis puntos de vista sobre la orientaci¨®n que debe adoptar la pol¨ªtica econ¨®mica para colocar a la econom¨ªa espa?ola en una posici¨®n que permita satisfacer los requerimientos establecidos dentro de los plazos fijados. Sin embargo, se han producido algunas interpretaciones que, al confundir las orientaciones de medio y largo plazo con las posibles pautas de actuaci¨®n en la coyuntura m¨¢s inmediata, pueden conducir a algunos malentendidos que quisiera despejar a trav¨¦s de estas l¨ªneas.
Para alcanzar el objetivo de convergencia con las tasas de inflaci¨®n que predominen en los pa¨ªses m¨¢s estables de la Comunidad en el momento del tr¨¢nsito a la uni¨®n monetaria es inevitable seguir una pol¨ªtica de control estricto de la demanda, que favorezca una senda de reducci¨®n continuada de la tasa de inflaci¨®n y que convenza a los agentes econ¨®micos de que un objetivo tan ambicioso puede ser alcanzado.
Espa?a est¨¢ en condiciones de alcanzar esa meta, como lo muestran los progresos realizados en los ¨²ltimos a?os y la capacidad de respuesta de la econom¨ªa espa?ola. Sin embargo, ser¨ªa ocultar una parte fundamental de nuestra verdadera posici¨®n si no se subraya la imperiosa necesidad de seguir pol¨ªticas macroecon¨®micas ajustadas que contrapesen las inclinaciones inflacionistas y que pongan un l¨ªmite al crecimiento del gasto nacional en t¨¦rminos monetarios. Esta es la raz¨®n que ha justificado, y sigue justificando, el empleo de una pol¨ªtica monetaria de signo restrictivo, orientada a la correcci¨®n de nuestros desequilibrios y a la mejora de la convergencia.
Ahora bien, cuando se tienen en cuenta todas las repercusiones del proceso de integraci¨®n europea, resulta evidente que las pol¨ªticas de contenci¨®n del gasto no pueden basarse de manera permanente en combinaciones de pol¨ªticas que atribuyan la mayor parte del esfuerzo de moderaci¨®n de la inflaci¨®n al mantenimiento ,de condiciones monetarias estrictas.
Cuando la pol¨ªtica monetaria asume un car¨¢cter restrictivo, que no es compartido en la misma medida por la pol¨ªtica presupuestaria, la convergencia hacia la estabilidad supone tipos de inter¨¦s nominales y reales elevados, que fomentan las entradas de capitales y conducen a presiones apreciadoras constantes sobre la moneda.Ciertamente, las condiciones monetarias estrictas de estos ¨²ltimos a?os y la fortaleza de la peseta han contribuido de forma significativa a contener las presiones de precios y a acercar nuestra tasa de inflaci¨®n a la de los pa¨ªses europeos m¨¢s estables. Sin embargo, por las razones que acabo de mencionar, esta combinaci¨®n no puede ni debe mantenerse indefinidamente. No puede, porque la plena liberalizaci¨®n de los movimientos de capital y los propios requisitos de convergencia imponen un acercamiento gradual a los niveles de los tipos de inter¨¦s europeos. Y no debe, porque un esquema de esta naturaleza puede ser relativamente desfavorable para el comportamiento de la inversi¨®n y de las exportaciones, que son variables fundamentales, pues de su comportamiento depende la solidez de la posici¨®n competitiva de la econom¨ªa espa?ola en el interior del mercado ¨²nico europeo.
?stas son las razones por las que existe un gran consenso entre todos los analistas de la econom¨ªa espa?ola y en todos los pronunciamientos del ministro de Econom¨ªa y Hacienda y de los diferentes organismos internacionales sobre la conveniencia de que cambie, a medio plazo, la combinaci¨®n de las pol¨ªticas macroecon¨®micas, de manera que la adopci¨®n de un enfoque m¨¢s decididamente restrictivo por parte de la pol¨ªtica presupuestaria permita dar un tono m¨¢s flexible a la pol¨ªtica monetaria que favorezca la convergencia gradual de tipos de inter¨¦s y reduzca las presiones apreciadoras sobre la peseta.
Con el calendario fijado en Maastricht, este cambio se hace m¨¢s apremiante, por lo que es necesario apelar al conjunto de la sociedad espa?ola a que realice los esfuerzos necesarios para adaptarse con rapidez a sus posibles exigencias y repercusiones, en especial en lo que se refiere a la mayor moderaci¨®n en el recurso a los presupuestos del Estado.
Sin embargo, no se debe entender este llamamiento como una se?al de un cambio de la orientaci¨®n de la pol¨ªtica monetaria a corto plazo. Nada hay en el razonamiento anterior que permita aconsejar una relajaci¨®n de las condiciones monetarias que no est¨¦ avalada por el propio progreso en la convergencia o por la mejora de la contribuci¨®n que puedan prestar otros instrumentos de la pol¨ªtica econ¨®mica. Por el contrario, las condiciones actuales de la econom¨ªa espa?ola aconsejan mantener el tono cauteloso con el que ha sido dise?ada la pol¨ªtica monetaria para 1992. El control del crecimiento del gasto nominal es, en cualquier caso, la primera prioridad, cuyo abandono terminar¨ªa generando presiones inflacionistas y un deterioro muy grave de la competitividad.
La adopci¨®n de un tono m¨¢s restrictivo en el car¨¢cter de la pol¨ªtica presupuestaria se enfrenta, sin duda, a grandes dificultades, debido a las exigencias que pesan sobre los Presupuestos Generales del Estado, tanto de orden social corno de mejora de la infraestructura. Exigencias que se ven agudizadas en el momento actual por la fase de menor crecimiento que atraviesa la econom¨ªa espa?ola y por el conjunto de necesidades y expectativas que genera el proceso de integraci¨®n en Europa, que tambi¨¦n debe suponer una reducci¨®n de las diferencias que nos separan de los niveles de riqueza y bienestar de los pa¨ªses centrales del ¨¢rea.
Estas dificultades no son exclusivas de Espa?a, como lo muestra tanto el deterioro de la situaci¨®n presupuestaria que ha experimentado la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos en la reciente fase de recesi¨®n como la presi¨®n que ejerce el aumento de los gastos sociales en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la OCDE.
El caso de Hunosa en Espa?a refleja, y as¨ª lo he referido en la intervenci¨®n que justifica estas l¨ªneas, las enormes dificultades que surgen cuando se pretende atajar una fuente de aumento del gasto p¨²blico y para ello el Gobierno se ve obligado a adoptar medidas que, al comportar costes y sacrificios, son impopulares. No se trata, por tanto, de un ejemplo de la ausencia de tales medidas, sino, por el contrario, de las resistencias y obst¨¢culos que el Gobierno tiene que superar para conseguir la necesaria contenci¨®n del gasto p¨²blico. es gobernador del Banco de Espa?a.
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