Un desencanto anterior
A?o 1907. El p¨²blico de entonces, decimon¨®nico sobre todo, pero con la ufan¨ªa del siglo reci¨¦n destapado, encontraba modernidad en este juego con la commedia dell arte, y hasta filosof¨ªa en esta dualidad del personaje Crisp¨ªn-Leandro: el p¨ªcaro, el aventurero, el delincuente dotado de un pensamiento y una estrategia admirables, y el bello sin seso, pero con coraz¨®n, con impulso.El p¨ªcaro necesita del amor, del amor de la picaresca. La descripci¨®n de la sociedad -la riqueza, la aristocracia, la justicia, y el militar, y la poes¨ªa usual- llenaba de entusiasmo cr¨ªtico a los espectadores. ?Eran modernos! Y el artificio no era tan astuto como para que el p¨²blico de teatro lo sintiese como extra?o. Se dijo entonces, y se ha mantenido despu¨¦s de escrito todo su teatro, que fue la mejor obra de Benavente, y tambi¨¦n una de las mejores de la literatura dram¨¢tica espa?ola. Yo difiero: hay otros benaventes anteriores y posteriores con m¨¢s calidad literaria y teatral, y otras muchas obras en este mismo siglo, y antes de la muerte de don Jacinto (1954), mucho m¨¢s importantes. Gustos personales.
Los intereses creados
De Jacinto Benavente. 1907. Direcci¨®n: Gustavo P¨¦rez Puig. Int¨¦rpretes: Jos¨¦ Sazatornil, Juan Carlos Naya, Julio Tejela, Tony Rodr¨ªguez, Emilio Traspas, Nicol¨¢s Romero, Felipe Jim¨¦nez, Elvira Quintill¨¢, Charo V¨¢zquez, Bel¨¦n Mart¨ªn, Silvia Lurue?a, F¨¦lix Navarro, Encarna Abad, Mar¨ªa Granell, Vicente Haro, Paco Camoiras, Carlos Bofill, Luis Zabala, Pololo. M¨²sica: Gregorio Garc¨ªa Segura. Escenograf¨ªa: Gil Parrondo. Figurines: Yvonne Blake. Iluminaci¨®n: J. Manuel Gallardo. Teatro Espa?ol, del Ayuntamiento de Madrid, 29 de enero.
Es lo mismo: tiene un gran lugar en la historia, y se representa ahora con la solemnidad de esta categor¨ªa. Y con este nuevo valor que se est¨¢ dando a Benavente: el de representar un conservadurismo teatral, una derecha -por decirlo en t¨¦rminos toscos-, frente a, por ejemplo, Lorca o Valle-Incl¨¢n, reivindicados por lo que en esta forma de entenderse llamar¨ªamos izquierda. Bobadas. Pero est¨¢ ocurriendo, y como la gente busca signos de identidad para reconocerse entre s¨ª, todo vale.
Cr¨ªtica social
Yo no dir¨ªa que Los intereses creados es una obra de derechas ni conservadora. Tiene el valor de la cr¨ªtica social que este autor hizo siempre, o casi siempre, desde dentro. ?Qu¨¦ queda hoy? Una ingenuidad. Aquella sociedad vino a desaparecer; ha ido sustituy¨¦ndola otras no mejores probablemente tampoco peores, sino dotadas de un relativo descarte de la hipocres¨ªa en la confesi¨®n continua y hasta triunfalista que hacen del desgaste de valores que entonces todav¨ªa ten¨ªan su valor verbal, facial. Otras capas de lenguaje se han sustituido, y la trabaz¨®n, el andamiaje, es el mismo. Y el de mucho antes: el de la commedia dell arte remedada, el del Siglo de Oro. Y el de Lope de Rueda. Si ahora se quiere utilizar por algunos espectadores como alusi¨®n a la corrupci¨®n que denuncian, es, en cambio, exculpatoria en el sentido de que muestra que es algo que existi¨® siempre.El peso teatral de esta comedia es el de su tiempo; un lenguaje escogido, un vocabulario tan amplio y una sintaxis oral tan respetada que da verg¨¹enza a los que usamos el peque?o, reducido castellano de hoy, casi b¨¢sico, y un recurso a la poes¨ªa que queda pobre y cursi. En esta representaci¨®n, dirigida por P¨¦rez Puig, la acci¨®n se sit¨²a en una ¨¦poca poco determinada, aunque el decorado parezca predecir un Madrid modernista y en los trajes se haya procurado recoger el origen italianizante y tambi¨¦n ese modern style posterior a la obra. En todo caso, son detonantes y exagerados, y con una vocaci¨®n de protagonismo que perjudica la atenci¨®n a la obra. En el personaje doble, una parte habla incesantemente y otra calla: habla Crisp¨ªn, y Sazatornil, por tanto, no puede parar; la dificultad del texto, por el vocabulario y por la fraseolog¨ªa -generalmente vac¨ªa, pero brillante- que hizo famoso a Benavente, encontraron la noche del estreno algunas dificultades en su memoria, lo cual inevitablemente se transmite a la interpretaci¨®n; todo lo resolvi¨® con su gran oficio de actor. Su otra parte, Leandro, insignificante, como todo el reparto joven: peor incluso que insignificante. En los mayores, como Quintill¨¢ o Navarro, hay mucha m¨¢s sabidur¨ªa tradicional, y voces educadas de otra manera.
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