La gran lecci¨®n de Neumann
El ciclo completo de las Sinfon¨ªas de Gustav Mahler, que promueve la Fundaci¨®n Caja de Madrid en el Auditorio Nacional y al que asiste gran cantidad de p¨²blico, ha alcanzado, probablemente, uno de los momentos m¨¢s bellos con la actuaci¨®n de la extraordinaria Orquesta Filarm¨®nica Checa, dirigida por Jiri Belohavek (Praga, 1946) y Yaclay Neumann (Praga, 1920).El mi¨¦rcoles, antes de la denominada sinfon¨ªa Tit¨¢n, escuchamos los K¨ªndertotenlieder, sobre versos de Rucket, estrenados en Viena en enero de 1905, el mismo a?o que ultima la S¨¦ptima sinfon¨ªa. Se ha escrito mil veces que la gran aportaci¨®n de Mahler a la m¨²sica de su tiempo son los ciclos lieder¨ªsticos con orquesta, que a veces adoptan un car¨¢cter poem¨¢tico. No s¨®lo son importantes estas creaciones l¨ªrico-dram¨¢ticas por su intr¨ªnseca belleza, sino tambi¨¦n porque nos ofrecen la sustancia de todo el sinfonismo mahleriano, que con frecuencia aparece de manera expl¨ªcita (El camarada errante, en la Primera sinfon¨ªa; Urlicht y San Antonio de Padua, en la Segunda), otorgando a la idea y a la materia un sello peculiar.
Obras de Mahler
Orquesta y Coro Filarm¨®nicos de Praga. Directores: J. Belohavec y V. Neumann. Solistas: R. Holl (bajo), R. Alexander (soprano) y J. Taylor (contralto). Auditorio Nacional. Madrid, 29 y 30 de enero.
Cant¨® de manera espl¨¦ndida los Kindertoten (cinco introspecciones en la tristeza) el bajo Robert Holl (Rotterdam, 1947), y los filarm¨®nicos praguenses actuaron en coprotagonistas, absolutamente identificados con el solista, cuyas estrofas parec¨ªan emerger de la estructura orquestal.
Una brillant¨ªsima e impulsiva traducci¨®n de la Tit¨¢n confirm¨® las buenas impresiones que siempre caus¨® el maestro checo. Mas todo alcanz¨® un punto culminante al d¨ªa siguiente, jueves, gracias al arte sensible y sereno de Neumann, para quien Mahler "es una necesidad" y un augurio de las sombras que se alzaban sobre el futuro de Europa. A la vez, es tambi¨¦n la s¨ªntesis de un repertorio de intimidades, incluso cuando canta en alto, como final de la Segunda sinfon¨ªa, la Oda de Friedrich Klopstock (1724-1803), de la que la obra toma su denominaci¨®n, Resurrecci¨®n.
Roberta Alexander, norteamericana, no es una voz impresionante por cantidad, pero s¨ª es artista que conmueve por la delicadeza de su expresividad, su ennoblecedora dicci¨®n, virtudes que se acrecientan en su compatriota Janice Taylor. Una y otra, la orquesta y coro praguenses, respondieron con exactitud al pensamiento interpretativo de Neumann, uno de los pocos maestros supervivientes de la antigua escuela.
Neumann canta y explica, contrasta y razona, y, sobre todo, siente y hace sentir, que es la mejor manera de hacer comprender. Yo no me atrever¨ªa a situar la Segunda sinfon¨ªa entre lo mejor de Mahler. No dudar¨ªa en hacerlo con la versi¨®n que acabamos de escuchar.
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