Impresiones de ?frica
Miquel Barcel¨® reparte hoy su tiempo entre Mallorca, Par¨ªs, y casi en mayor medida Mali, esto es, su propia tierra de origen, una de las metr¨®polis que han marcado tanto el paradigma de la modernidad como la trayectoria internacional del artista y el gran pa¨ªs subsahariano que a su vez marca uno de los focos m¨¢s brillantes en la historia cultural del continente africano, esa memoria tan est¨²pidamente ignorada por nuestro entorno. Tan castigada por el presente y, al tiempo, tan aristocr¨¢ticamente impregnada por el flujo de la vida.Tengo la impresi¨®n de que, m¨¢s que a la mera herencia rom¨¢ntica de la fascinaci¨®n por los horizontes ex¨®ticos, el pintor Miquel Barcel¨® pertenece a esa estirpe de hombres cuya lucidez est¨¢ indefectiblemente ligada a la conciencia del exilio, que despierta de la ilusi¨®n de esa afirmaci¨®n complaciente en las propias ra¨ªces -que tan devastadoras histerias viene dando en nuestros d¨ªas- para asumir cu¨¢n poco les une, en verdadera profundidad, a su propio entorno, a los artificios de su pa¨ªs y su cultura o a los h¨¢bitos gremiales de su propio oficio.
Solitarios por elecci¨®n, dejan su medio para enfrentarse al espejo del otro, a la vitalidad de una cultura distinta, reflejo que desdibuja en caricatura la orgullosa fachada de la cultura propia, pero que, al tiempo, impone una frontera de cristal, invisible e inquebrantable que tampoco es posible traspasar.
En ese sentido, Barcel¨® no pertenece m¨¢s al ensue?o de Mali que, al origen europeo al que pone distancia, pero en la mirada del otro mantiene intacta la convicci¨®n en el car¨¢cter relativo de sus propias coordenadas de origen.
Las obras reunidas en esta exposici¨®n -algunas de las cuales pudieron verse ya en el homenaje sevillano a San Juan de la Cruz- tienen su origen en el v¨ªnculo del artista con Mali. Por cuanto he dicho hasta ahora deber¨ªa quedar suficientemente excluido el equ¨ªvoco que pudiera vincular, de alg¨²n modo, a estas pinturas con alg¨²n orden de tipismo de postal, como enga?osamente pudieran inducir la naturaleza de algunas im¨¢genes o la capacidad del propio Barcel¨® de fijar el pulso palpitante de determinadas atm¨®sferas.
Desde un extremo de alg¨²n modo opuesto -y por ello mismo sim¨¦trico- al de las asociaciones delirantes que estableci¨® Raymond Russell, estas otras "impresiones de ?frica" de Miquel Barcel¨® escapan tambi¨¦n a la eficacia m¨¢s inmediata de las im¨¢genes superficiales para moverse, a trav¨¦s de ellas, en otro estrato de m¨¢s profundo sentido.
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