Miquel Barcel¨® inaugura una exposici¨®n con todos los cuadros vendidos
Fiesta flamenca para presentar en Madrid 20 obras que recogen la "humedad ambiental"
"Cada atardecer, una vendedora ambulante de pi?as se ba?a desnuda en la playa. Siempre frente a m¨ª, est¨¦ yo dibujando aqu¨ª o all¨¢. Yo le compro pi?as. Tendr¨¢ unos 14 a?os y unos pechos como limones negros". El exotismo de este texto africano de Miquel Barcel¨® se transform¨® el jueves en una agitada reuni¨®n social en la galer¨ªa de Soledad Lorenzo, que se prolong¨® hasta la madrugada con una fiesta flamenca. En esa sala madrile?a cuelgan los ¨²ltimos cuadros del pintor, todos ellos ya vendidos entre 1,5 y 13 millones de pesetas. Lejos de la "humedad ambiental" a la que hace referencia en sus diarios como parte esencial de su trabajo, Barcel¨® se consolida como nombre clave en el mercado internacional.
Bicicletas sobre los p¨¢ramos; gigantescas im¨¢genes de lluvia sobre el mar, con barcazas sorteando la tempestad; visiones del golfo de Guinea... Miquel Barcel¨® trajo ese mundo ecuatorial a una reuni¨®n plagada de abrigos, perfumes y una mezcla de dif¨ªcil equilibrio entre elegancia y superficialidad.No se correspond¨ªan sus intensas memorias de ?frica con el espect¨¢culo social, pero la vertiente fenicia de Barcel¨® tambi¨¦n estaba alerta para los saludos y las atenciones a la Prensa. Entre los asistentes, desde modistos como Jes¨²s del Pozo a m¨²sicos como Jos¨¦ Mar¨ªa Cano, pintores como Alfonso Albacete o la ex musa de la movida Paloma Chamorro, m¨¢s una clientela huidiza que quiz¨¢ haya desembolsado 13 millones de pesetas por cada cuadro de gran formato. La galer¨ªa inform¨® que la exposici¨®n tiene un prop¨®sito cultural: el negocio se ha hecho con anterioridad entre la nutrida cartera de clientes interesados en la obra del pintor mallorqu¨ªn.
"Llevo las mismas sandalias de piel que compr¨¦ en Bamako en el 88", escribe en sus cuadernos de viaje de enero a abril de 1991. "Necesitan un arreglo. Ser¨¢ el tercero en tres a?os".
Piel de leopardo
Vestido con una chaqueta torera y pantalones rojos, Barcel¨® cerr¨® un peque?o bar de moda, Morocco (en el que hay sillas tapizadas con piel de leopardo), y continu¨® su fiesta. Pese a la p¨¦sima sonoridad del local, e cantaor flamenco Rancapinos dio un espect¨¢culo con ra¨ªces. Barcel¨® logra lo m¨¢s dif¨ªcil de la paellera moderna: trae aires tropicales a una de las galer¨ªas m¨¢s prestigiosas de Madrid, publica sus diarios de viajero como soporte intelectual y consigue que el estirado p¨²blico de las galer¨ªas guarde silencio reverencial ante el gitano Rancapinos en el antro propiedad de Alaska.Segou-Gao, abril de 1991: "De noche, en Gao, a punto de ser atropellado por una Mobilette. No lleva luz delante, pero s¨ª detr¨¢s. Atraviesa las calles oscuras y deja un rastro de luz. El artista es quien se alimenta de sombras y defeca luz".
Tres de las mujeres dominantes del arte espa?ol acudieron a la fiesta flamenca de Barcel¨®. ?ste, pendiente de la larga, lista de personal femenino que brujuleaba a su alrededor, llev¨® su talento a direcciones pr¨¢cticas dedic¨¢ndoles m¨¢s tiempo a ellas tres: su galerista, Soledad Lorenzo; la directora del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa, Mar¨ªa Corral, y la conservadora de la Guggenheim Carmen Gim¨¦nez.
Segou-Gao, abril de 1991: "De pintura nutritiva a pintura digestiva. Digerirlo todo a la vez en un est¨®mago gigantesco. Eructos verdes. Pedos amarillos. Mierdas negras luminosas. Fosforescencias ¨¢cidas. V¨®mitos de b¨²ho omn¨ªvoro".
Con su aspecto r¨²stico, inteligente y afectuoso, Barcel¨® posa frente al cuadro titulado Gran animal europeo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.