Pinchos por asientos
El 'adorno' colocado en la Puerta del Sol dificulta las habituales tertulias de los inmigrantes
Tienen miedo. No se atreven a hablar. Magreb¨ªes, rumanos, polacos, b¨²lgaros, africanos, latinoamericanos que en ¨¦pocas pasadas se daban cita en la Puerta del Sol acuden cada vez menos a circular por la zona. Circular es la palabra, porque la tapia baja en la que se sentaban, que rodea las dos fuentes, ha sido adornada con hierros que impiden el descanso del viandante. Tampoco hay bancos. "Quieren que nos vayamos de esta plaza".
Estos inmigrantes afirman que, desde la llegada del equipo del alcalde Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, las cosas han cambiado en la Puerta del Sol. Los furgones y coches de la polic¨ªa, los agentes, que van aumentando en n¨²mero de dos en dos a medida que transcurren las horas del d¨ªa, pueblan la plaza. Es la tarde de un s¨¢bado, d¨ªa ¨¦ste de la semana en el que, junto con el domingo, acude un mayor n¨²mero de inmigrantes a pasear a la zona. "Llevo media hora paseando", comenta un portugu¨¦s que ya no tiene problemas de legalidad, "y ya me han pedido la documentaci¨®n dos veces".En el llamado campo de los moros, lugar de la plaza que se encuentra entre los ejes que forman Alcal¨¢ y Montera, se concentran los magreb¨ªes. Entre Montera y Carmen, los oriundos de los Balcanes. Una joven pareja de ¨¦stos, con el beb¨¦ dormido en su correspondiente cochecito, muestra la documentaci¨®n que les acaba de ser solicitada. En otro lugar, un argentino pregunta a un compatriota si comi¨® hoy. Y, dispersos por toda la plaza, latinoamericanos, escaso n¨²mero de africanos y alg¨²n que otro italiano.
El acoso policial
Todos est¨¢n de pie: un santo orador, un grupo de empleadas del hogar magreb¨ªes, otro de butaneros polacos, otro de barrenderos tambi¨¦n procedentes de los pa¨ªses del Este europeo, madres contra la droga que acuden a gritar contra la ley Corcuera todos los s¨¢bados... Todos circulan o se estacionan para intercambiar sus experiencias de la semana. "No tenemos d¨®nde sentarnos", insiste un latinoamericano. Enfrente, pegados a la esquina de la calle de Carretas, un grupo de chaperos; y pululando, con miradas hacia todos los sentidos y direcciones de la plaza, alg¨²n que otro camello.
"Los polic¨ªas dicen que vigilan porque hay droga en la plaza, pero lo que quieren es que nos vayamos de aqu¨ª los inmigrantes; ellos saben perfectamente qui¨¦n trafica por aqu¨ª con droga y que un inmigrante, sea de donde sea, no va a venir aqu¨ª a exponerse a que le pillen. Est¨¢bamos acostumbrados a sentarnos. Era una maravilla. Una plaza p¨²blica tiene que ser acogedora para los ciudadanos, y ¨¦sta, ahora, nos empuja, nos expulsa", explica un centroamericano.
Con iron¨ªa, Manolo, un madrile?o solidario, dice: "?Vale, que pongan pinchos en los lugares de asiento! Tambi¨¦n tienen que vivir los que ponen los pinchos. Pero que pongan unos bancos para que tambi¨¦n vivan los que ponen bancos". "Esto ya no es la Puerta del Sol", a?ade un magreb¨ª. "Desde la llegada de Manzano nos va mucho peor. Hay polic¨ªas que, aunque sepan que tienes los papeles en regla, te los piden tres y cuatro veces en la misma tarde. Se trata de molestar, de acosarnos".
En el centro de estas opiniones, los interlocutores ven c¨®mo dos polic¨ªas tocan en el hombro a dos mujeres: "A ver", les dicen con cierta impaciencia, "la documentaci¨®n, ens¨¦?ame la documentaci¨®n". "La polic¨ªa de aqu¨ª no es profesional", comenta un centroamericano. Ni siquiera conocen las leyes espa?olas sobre el tema. Uno de ellos me dijo que circulara y me quitara del lugar en el que estaba. Le pregunt¨¦ que por qu¨¦ raz¨®n, y me contest¨®: 'Porque lo dice la ley'. Le pregunt¨¦ qu¨¦ art¨ªculo de qu¨¦ ley. Y me solt¨® que 'porque el ministro lo mand¨®'".
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