Futre ridiculiz¨® al Athletic en San Mam¨¦s
EDUARDO RODRIG?LVAREZ El Atl¨¦tico acredit¨® su pase a las semifinales de la Copa del Rey goleando al Athletic en San Mam¨¦s, gracias a las genialidades de Paulo Futre y las facilidades defensivas que le ofreci¨® el conjunto bilba¨ªno. El desastre de los disc¨ªpulos de S¨¢ez convirti¨® el encuentro en un entrenamiento para los jugadores de Luis Aragon¨¦s que tramitaron la victoria con solvencia y disciplina. El Atl¨¦tico aparc¨® su crisis interna a costa de agudizar la del Athletic y poniendo en el disparadero la continuidad de I?aki S¨¢ez en el banquillo de San Mam¨¦s y cuestionando la categor¨ªa del equipo bilba¨ªno de forma casi definitiva.
El Athletic, en la Copa como en la Liga, no oculta su complejo de inferioridad. Los rojiblancos, partido a partido, lo evidencian hasta convertirlo en paranoia que facilita la credibilidad del rival y le insufla el ¨¢nimo necesario para tomar las riendas del partido sin demasiado esfuerzo. El Athletic, ajeno al f¨²tbol, pasea su miedo como ¨²nico argumento mendigando la compasi¨®n del rival.
El Atl¨¦tico, metido en harinas de su costal, necesit¨® un par de minutos para hurgar en las miserias rojiblancas y reacreditar su condici¨®n futbol¨ªstica en San Mam¨¦s. El sentido de la orientaci¨®n de Juanito, el destajismo de Vizca¨ªno y el f¨²tbol desconcertante de Futre (incluso para sus compa?eros) obraron la reconciliaci¨®n del Atl¨¦tico gracias a la fragilidad y el nerviosismo del sistema defensivo bilba¨ªno.
El Athletic suele alardear de su poder de transformaci¨®n en la Copa. En pleno derribo de las tradiciones, los disc¨ªpulos de S¨¢ez arrumbaron su ¨²ltimo estandarte. San Mam¨¦s fue un t¨¦mpano de hielo s¨®lo derretido por el manguerazo al c¨¦sped (Futre lo agradeci¨®) y las controversias del p¨²blico con Schuster y algunas menudencias con el colegiado. Al final silb¨® a su equipo y aplaudi¨® al jugador portugu¨¦s rindi¨¦ndose a la evidencia. El Athletic contagi¨® su miedo al p¨²blico que se ausent¨® del partido al primer envite, resignado por el paup¨¦rrimo espect¨¢culo de su equipo.
Mientras el p¨²blico y el Athletic deambulaban por el aburrimiento, el Atl¨¦tico tej¨ªa y destej¨ªa su f¨²tbol y se inclinaba, sin aspavientos, al amparo de la manifiesta superioridad de Futre respecto a los cuatro defensores bilba¨ªnos. La ingenuidad de Tabuenca propici¨® el primer gol en un inocente penalti al portugu¨¦s cuando le esperaban dos defensores; el segundo gol fue un perfecto manual de desprop¨®sitos: Asier y Tabuenca alfombraron un perfecto pasillo a Futre para que el portugu¨¦s lo recorriese entre ambos sin que ninguno le inquietara siquiera. El tercero puso la r¨²brica a la genialidad del portugu¨¦s.
En cuatro ocasiones afront¨® el ¨¢rea Futre y la sald¨® con dos goles, un penalti y una indigesti¨®n de bal¨®n que frustr¨® el banquete. Manolo, entretanto, ajust¨® un disparo a la cepa del poste y Schuster, privilegiado espectador, se ejercit¨® en el saque de faltas con parsimonia y sin fortuna. A fin de cuentas, el alem¨¢n fue el primero en entender que se trataba de un entrenamiento intensivo y se aplic¨® el cuento desde el primer minuto. Otros compa?eros decidieron disfrutar y a fe que lo consiguieron.
La estad¨ªstica result¨® contundente. Ni una ocasi¨®n del Athletic en 90 minutos, ni un solo tiro a puerta y tan s¨®lo un disparo desviado en todo el partido. El Athletic perdi¨® por incomparecencia futbol¨ªstica y el conjunto de Luis Aragon¨¦s cubri¨® el papeleo con eficiencia y aplicaci¨®n burocr¨¢tica. Jes¨²s Gil puede respirar tranquilo durante un par de semanas. Su equipo, desahuciado en la Liga, mantiene la tensi¨®n en la Copa.
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