La vuelta al ruedo interminable
Cobaleda / Tato, Rubio, AguileraNovillos de Caridad Cobaleda, con trap¨ªo aunque c¨®modos de cabeza y varios sospechosos de pitones; encastados y bravos, dieron juego.
El Tato: estocada ca¨ªda y larga e insistente rueda de peones (oreja); pinchazo hondo y seis descabellos (silencio). Pep¨ªn Rubio: estocada y rueda de peones (oreja); media rueda insistente de peones, descabello y se acuesta el novillo (vuelta por su cuenta). Paco Aguilera: estocada perdiendo la muleta y rueda de peones (petici¨®n y dos vueltas al ruedo); estocada tendida y dos descabellos (dos orejas). Sali¨® a hombros.
Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de las v¨ªctimas del atentado terrorista perpetrado en Madrid.
Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. Tercera corrida de feria. Lleno.
JOAQUIN VIDAL
?Cu¨¢nto debe durar una vuelta al ruedo? El nuevo reglamento que est¨¢ elaborando el Ministerio del Interior no lo contempla, el que va a derogar tampoco lo contemplaba y no se conoce normativa alguna que lo contemple. Los legisladores que ha tenido la fiesta no se plantearon jam¨¢s cu¨¢nto deb¨ªa durar una vuelta al ruedo, porque los diestros la daban a paso normal y en paz.
Pero eso era antes, cuando a¨²n no hab¨ªa irrumpido en la Fiesta Pep¨ªn Rubio, un novillero que, para dar la vuelta al ruedo, necesita echar la tarde. Pep¨ªn Rubio y sus vueltas al ruedo ponen en evidencia las lagunas reglamentarias en esta materia y alertan sobre la conveniencia de que los legisladores la legislen. Si todos los toreros dieran la vuelta al ruedo como -por ejemplo- El Tato, ahora estar¨ªamos hablando de otra cosa, pues El Tato, en lo que a vueltas al ruedo se refiere, es una escopeta: se pone a andar a paso vivo sin devolver prendas ni tentar botas, y en menos que se dice, circunda entero el redondel.
La cuesti¨®n se agrava si tenemos en cuenta que estas diferentes formas de dar la vuelta al ruedo provocan agravios comparativos. Ocurri¨® en Valdemorillo, sin ir m¨¢s lejos. La vuelta al ruedo de El Tato gozaba del consenso popular, mientras Pep¨ªn Rubio dio la suya en el quinto toro sin que nadie se lo hubiera pedido. Le vali¨® que estaba la tarde primaveral y la gente se sent¨ªa muy a gusto, sentada al solecito, pues si llega a estar ventosa y helada, no pasa. Y, bueno: ya que Pep¨ªn Rubio iba por all¨ª repartiendo sonrisas, algunos espectadores le tiraba prendas, y las devolv¨ªa, y si eran botas de vino, las empinaba, y hac¨ªa reverencias, y ya se tem¨ªa que cayera la noche, con el siguiente toro a¨²n encerrado en el chiquero.
El siguiente toro se tore¨® de d¨ªa, afortunadamente, porque Paco Aguilera le hizo toreo del bueno; toreo en su versi¨®n m¨¢s pura, interpretado con sentimiento. Tanto en ese toro como en el otro de su lote, Paco Aguilera embraguet¨® las ver¨®nicas y plante¨® sus faenas citando de frente. Cuaj¨® pases estupendos y los naturales que lig¨® al sexto entre dorados resoles e incipientes contraluces, poseyeron una singular belleza.
El Tato hab¨ªa hecho en el primer novillo esa faena modernista consistente en dar muchos pases con la suerte descargada. Pep¨ªn Rubio, tras banderillear lucidamente, mulete¨® animoso al segundo. Ambos diestros fueron premiados con oreja y, en cambio, el presidente se la deneg¨® a Paco Aguilera al concluir su tora faena al tercero. Una discriminaci¨®n inexplicable que la realidad de la vida habr¨ªa de corregir despu¨¦s. El Tato baj¨® bien la mano en varios derechazos al cuarto; al hondo quinto novillo, Rubio le aplic¨® una faenita superficial, y al sexto Paco Aguilera fue y le cort¨® las dos orejas. Levantado a hombros, Aguilera no necesit¨® echar la tarde para proclamar su triunfo. En cuanto hubo saludado al p¨²blico, el costalero lo sac¨® de la plaza a todo correr. Pero no debi¨® ser tanto por modestia como por quitarse el torero de encima. La verdad es que el costalero estaba flacucho y le cruj¨ªan las canillas.
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