El Madrid no remat¨® a un rival muy respetuoso
Los goles hablaron m¨¢s que el partido en Chamart¨ªn: fue una noche de grandes detalles y juego discreto. El Madrid cobr¨® ventaja con dos goles luminosos y Penev devolvi¨® la vida al Valencia con un rosca monumental. El pelaje del partido favoreci¨® al Madrid: juego al paso, tensi¨®n baja y tiempo para pensar. Es el paisaje que m¨¢s conviene al Madrid, cuando prevalece la clase individual. Pero el Valencia tambi¨¦n tiene futbolistas de talento. Penev es uno. Su gol fue de futbolista caro.Todo lo que vali¨® el partido se debi¨® a los tres goles. Iba el encuentro medio dormido, como si no ocurriera nada, cuando apareci¨® Hagi por la izquierda. Levant¨® la cabeza y sac¨® un pase raso y cruzado para que Michel reventara la pelota. La revent¨® y entr¨® por la escuadra. Segu¨ªa la cosa igual -toma, mira, ah¨ª te va, te la devuelvo cortito, ten cuidado, dame-, y entonces Butrague?o entr¨® en danza. Fue formidable. Se cosi¨® el bal¨®n al pie y se dirigi¨® al ¨¢rea con el tobillo de goma. Medio hipnotizados, Boro y Camarasa segu¨ªan el baile del Buitre. Butrague?o buscaba algo. Ten¨ªa a Lasa a la izquierda, listo para recoger un paso horizontal, progresar y tirar el centro. Pero entonces surgi¨® lo m¨¢s grande: Butrague?o dej¨® torcidos a los centrales valencianos y meti¨® un chanfle precioso con el interior del pie: el pase a la red. A 80 metros, Jaro se llev¨® las manos a la cabeza, estupefacto, como todos.
Luego, cuando resbalaba el segundo tiempo, Penev respondi¨® con un cafionazo y dej¨® todo en el aire.
El envoltorio de los goles agrand¨® la tenue l¨ªnea del partido. Vinieron los dos equipos preocupados del otro. De hecho, fueron sim¨¦tricos y se enzarzaron en una pelea demasiado t¨¢ctica, sin concesiones a la brillantez. Claro que siempre queda el factor humano, para lo bueno y para lo malo. Queda la posibilidad de una irrupci¨®n inesperada de Butrague?o o la persistencia de Villarroya. Uno que ofrece lo inesperado; el otro, tambi¨¦n, pero al rev¨¦s. Villarroya se sale de lo estipulado en los partidos por su atropello, sus apariciones sin medida y por un conflicto permanente con el bal¨®n, una pelea que lejos de hacerle imprevisible le vuelve el jugador m¨¢s predecible del mundo.
El Valencia contribuy¨® demasiado a la mec¨¢nica del partido. Hiddink hizo una concesi¨®n inesperada de salida. Quit¨® a Giner el marcaje de Butragueno despu¨¦s de la ¨²ltima pol¨¦mica de Mestalla. Sobre el Buitre puso a Boro. El t¨¦cnico del Valencia no quer¨ªa jaleos. Fue una demostraci¨®n de excesivo respeto al Madrid. Por lo dem¨¢s, el Valencia jug¨® con defensas largos, como el Madrid; con tres centrales, como el Madrid, y dos delanteros, como el Madrid. Se miraron demasiado al espejo.
El problema del Valencia fue su timidez, un aspecto preocupante en un equipo que tiene una traza excelente. En la batalla psicol¨®gica, hab¨ªa dado ventaja y estuvo a punto de pagarlo muy caro. El Madrid vivi¨® bien y sin excesos con esa propuesta de partido. Le quedaba pasar los ex¨¢menes particulares. Michel apareci¨® como medio centro, sustituto del represaliado Milla. Desde esa posici¨®n, Michel ofrece m¨¢s garant¨ªas que Milla, aunque quedan algunas contrapartidas: la obligaci¨®n de encontrar a Villarroya en la banda derecha y una cierta falta de solidez mental por parte de Michel para soportar todas las tareas inherentes al cargo de mediocentro. En cualquier caso, hizo cosas grandes y jug¨® con generosidad. Su gol demostr¨® que es uno de los escasos jugadores que deciden los partidos en cualquier momento. La otra gran cuesti¨®n era el resultado de la primera alianza entre Butrague?o y Alfonso. La perspectiva es magn¨ªfica. Butrague?o parece sentirse c¨®modo con un jugador listo, irituitivo y alineado en las mismas tesis que el Buitre. Sin embargo, Beenhakker tuvo dudas en el segundo tiempo. Entre el ingenio y el trabajo, se decant¨® por el buzo. Sac¨® a Aldana a la cancha y el p¨²blico emiti¨® el veredicto: quiere al novato en la hierba.
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