La firma de Europa
HOY SE firma el Tratado de la Uni¨®n, un texto acordado el 11 de diciembre pasado en Maastricht por los jefes de Estado y de Gobierno de la CE, que reforma los tratados de Roma constitutivos en 1957 de la Comunidad Econ¨®mica Europea, y que configura la estructura de la Uni¨®n Europea del futuro. El momento es trascendental: abre una v¨ªa que hasta hace apenas algunos meses parec¨ªa impensable. Europa, la Europa econ¨®mica y pol¨ªtica que ocupa una parte considerable de nuestro continente, se constituye alrededor de las ideas de libertad, democracia y econom¨ªa de mercado. Cualquiera que hoy eche la vista atr¨¢s comprender¨¢ la importancia del camino recorrido desde el fin de la II Guerra Mundial.El momento no es sencillo: se augura que para 1997 (justo despu¨¦s de una revisi¨®n del tratado prevista en 1996 y salvo que no exista acuerdo, en cuyo caso se aplazar¨ªa hasta 1999 como fecha l¨ªmite) tendremos no s¨®lo un espacio econ¨®mico ¨²nico, sino una moneda y una autoridad monetaria ¨²nicas. El proyecto es claramente innovador y ha suscitado pasi¨®n entre sus defensores y detractores; tanto que el Reino Unido -siguiendo su trayectoria de constantes restricciones ante los avances del proceso unitario- se ha reservado el derecho a no sumarse al sistema a la hora de la verdad hasta dentro de cinco a?os.
Ocurre tambi¨¦n que la actual situaci¨®n econ¨®mica europea no facilita la convergencia de las econom¨ªas de cada miembro, su puesta en com¨²n con niveles equiparables. Por ello ha sido tan importante que Espa?a haya logrado incorporar el principio de cohesi¨®n y solidaridad entre los miembros al nuevo tratado. De todos modos, los pa¨ªses europeos (y en concreto Espa?a) tienen que prestar un extraordinario esfuerzo para llegar a poder cumplir en 1997 los requisitos requeridos para la convergencia de sus econom¨ªas (inflaci¨®n, tipo de inter¨¦s a largo plazo, d¨¦ficit p¨²blico, deuda p¨²blica y flotaci¨®n del tipo de cambio en la banda estrecha) en condiciones que hagan posible las deseadas unidades econ¨®mica y monetaria.
Por otra parte, desde el punto de vista pol¨ªtico, descartada la idea de crear por el momento un solo Estado de Europa, el tratado que se firma hoy consagra el principio de establecer grandes ¨¢reas de pol¨ªtica com¨²n, en cuestiones que afectan a la vida de cada ciudadano: derechos pol¨ªticos, derechos sociales europeos, tratamiento global de cuestiones de polic¨ªa y de judicatura. Si no se constituye un solo Estado, s¨ª se establece un solo espacio para vivir.
Hacia fuera aparecen los elementos que m¨¢s dudas plantean porque ata?en directamente a los principios de soberan¨ªa de cada miembro: la adopci¨®n de una pol¨ªtica exterior com¨²n y de un sistema de seguridad y defensa. La pol¨ªtica exterior adolece de las dificultades propias del enfrentamiento de intereses nacionales, superables a nuestro modo de ver, pero necesitados de una visi¨®n generosa a largo plazo y de la confianza en las propias fuerzas, dos cuestiones que est¨¢n a¨²n ausentes de la filosof¨ªa comunitaria. Por lo que hace a la defensa, se trata de saber si la Uni¨®n Europea Occidental (UEO) va a ser capaz de convertirse en un instrumento aut¨®nomo, relacionado sin duda con la OTAN, pero no excesivamente sometido a la visi¨®n estrat¨¦gica global que EE UU transmite a sus socios a trav¨¦s de la organizaci¨®n atl¨¢ntica.
El momento tiene enorme importancia. Pero no sin ciertas complicaciones. Una de las innovaciones del tratado, el derecho de voto en las elecciones municipales para los ciudadanos de la Comunidad que residen en un pa¨ªs distinto del propio, puede exigir una reforma de la Constituci¨®n de algunos pa¨ªses. Francia se prepara para realizar un refer¨¦ndum sobre el tema. En Espa?a, expertos constitucionalistas de prestigio estiman que sin reforma constitucional no se podr¨¢ conceder a los ciudadanos comunitarios el derecho a sufragio pasivo (posibilidad de ser elegido) en las elecciones municipales, seg¨²n est¨¢ estipulado en el tratado de Maastricht. Urge, pues, que se consulte al Tribunal Constitucional sobre ese tema en vez de perder el tiempo en deshojar la margarita. Lo importante es que, con el m¨ªnimo de complicaciones que sea posible, pero con estricto respeto a la letra y al esp¨ªritu de la Constituci¨®n, la legislaci¨®n espa?ola y nuestra pr¨¢ctica electoral se adapten al tratado que hoy ser¨¢ firmado en Maastricht.
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