Los besos mas apasionados de Hollywood
La actriz Lauren Bacall presenta un documental sobre las mejores escenas amorosas del cine
Lauren Bacall es la conductora de Besos, documental que se emite hoy en Canal + a las 18.45 y que recopila las mejores im¨¢genes en las que los inmortales del cine nos han ense?ado a besar.La primera pel¨ªcula del fundador del cine norteamericano, Thomas Edison, duraba unos minutos y se titul¨®, premonitoriamente, El beso. Y es que a la mitolog¨ªa del cine de Hollywood, por mucho que se le hurgue por dentro, siempre le queda alg¨²n rinconcillo inexplorado con el que hacer un ejercicio de nostalgia; y ¨¦ste, narrado por Lauren Bacall, hace recuento de algunos famosos besos de un cine atestado de ellos: "Dadme un gui¨®n que termine con un beso y yo me encargar¨¦ de que la pel¨ªcula gane dinero", dec¨ªa, m¨¢s o menos, Walter Pidgeon en su personaje de productor de cine en Cautivos del mal, pel¨ªcula que por cierto gan¨® dinero a espuertas y no terminaba con beso alguno.
Es esta pel¨ªcula de Minnelli casi una excepci¨®n: la norma en el Hollywood cl¨¢sico era el gran beso final, preparado a fondo por muchos intermedios. Lauren Bacall hace el recuento de algunos memorables, y lo hace no s¨®lo con aires nost¨¢lgicos, sino tambi¨¦n con algunas iron¨ªas que esconden verdades como pu?os. Por ejemplo: "Las escenas de amor en el cine actual dejan poco lugar a la imaginaci¨®n". En efecto, el triunfo de la explicitud, el destierro de lo insinuado, de lo que se diluye dentro del proverbial fundido en negro con que terminaban los grandes besos, no ha beneficiado al cine, sino al contrario: le ha robado el sentido de lo indirecto, del que el beso era antesala suprema.
En un recuento de haza?as de los grandes besucones de Hollywood narrado por Lauren Bacall ("los tipos duros sol¨ªan ser buenos besadores") es obvio que no pod¨ªan faltar los labios partidos de Humphrey Bogart, pues su todav¨ªa bell¨ªsima viuda recuerda la asignatura. Pero Bacall es generosa y hace tambi¨¦n memoria de otros: los besos estilo sanguijuela de Edward G. Robinson, el morreo-pelea entre John Garfield y Lana Turner en El cartero siempre llama dos veces, el primer beso cantado de Frank Sinatra, que provoc¨® diez mil urgencias m¨¦dicas por desmayo de quincea?eras en los cines donde la pel¨ªcula se estren¨®.
El conservador (precedido por un matrimonial "?Qu¨¦ vas a hacer el resto de tu vida, nena?" primer beso de Ronald a Nancy Reagan en una casta pel¨ªcula olvidada, los besos bailados de Gene Klelly a Cyd Charisse y Leslie Caron, el ¨²nico leng¨¹etazo que no cort¨® la afilada tijera moral del censor Hays: el del perro Lassie a su amiguita Liz Taylor, la decena de primeros besos que Mickey Rooney dio a Judy Garland. Ejemplos a granel y a cuatro labios de por qu¨¦ Clark Gable, Rodolfo Valentino, John Gilbert, Errol Flynn, Gary Cooper y Cary Grant se ganaron el t¨ªtulo de supremos besadores, cuyo otro lado sigue ocupado por besadoras supremas como Vivien Leigli, Greta Garbo o Clara Bow, s¨®lo superadas en el repaso boca a boca que Marilyn Monroe dio a Tony Curtis en Con faldas y a lo loco.
Toda una colecci¨®n. Aunque es una pena que falte el interminable beso del tel¨¦fono entre Ingrid Bergman y Cary Grant en Encadenados, o los 17 besos seguidos, cada uno respondido por una bofetada cada vez m¨¢s d¨¦bil de ella, que Rod Cameron asesta a Ivonne de Carlo en La dama de la frontera, o el tremebundo beso en que mueren entrelazados Gregory Peck y Jennifer Jones en Duelo al sol. Naturalmente, la materia es tan inabarcable que casi todo queda fuera, guardado en una estanter¨ªa del museo de la memoria sentimental de este siglo, que sigue funcionando.
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