Inquietud econ¨®mica
SI LOS dos ¨²ltimos registros mensuales del ¨ªndice de precios al consumo (IPC) tienen algo en com¨²n no es otra cosa que su escasa representatividad sobre las verdaderas tensiones inflacionistas de la econom¨ªa espa?ola. El IPC de diciembre sorprendi¨® por su nivel excesivamente reducido en relaci¨®n a las expectativas y su cabal coincidencia, en t¨¦rminos interanuales, con el ¨²ltimo objetivo del Gobierno, cifrado en un 5,5%. Deducidos los precios de los componentes m¨¢s aleatorios (alimentos sin elaborar y energ¨ªa), la denominada inflaci¨®n subyacente -m¨¢s expresiva de esas tensiones inflacionistas- no dejaba margen al optimismo: el 6,5% con el que se cerraba el a?o era cuatro d¨¦cimas superior al registrado en diciembre de 1990.El aumento correspondiente al pasado enero, de un 1,5%, es igualmente poco representativo del comportamiento esperado en el resto del a?o. En primer lugar, por el sesgo habitualmente alcista que sobre los precios suele tener ese mes: el mismo periodo del pasado a?o registr¨® una variaci¨®n del 1,2%. Adem¨¢s, era de esperar que en este a?o el aumento, del 12% al 13%, en el tipo normal del impuesto sobre el valor a?adido (IVA) afectase a los precios de los bienes industriales no energ¨¦ticos y a los de los servicios en los primeros meses del a?o; y, en concreto, en enero en mayor medida que en los siguientes, como as¨ª ha ocurrido, aunque m¨¢s moderadamente de lo que algunos expertos vaticinaban y las autoridades econ¨®micas han tratado de anticipar.
Las declaraciones del propio ministro de Econom¨ªa, valorando como favorable cualquier registro inferior al 2% en el mes de enero, parec¨ªan responder a un efecto de anticipaci¨®n, con la pretensi¨®n de curarse en salud garantizando que cualquier variaci¨®n efectiva inferior a la citada ser¨ªa bien recibida por los agentes econ¨®micos y sociales y, en definitiva, paliar¨ªa la adversa valoraci¨®n que cabr¨ªa hacer de la capacidad del Gobierno, y de su pol¨ªtica econ¨®mica, para controlar un desequilibrio del que ha hecho el eje casi exclusivo del discurso econ¨®mico de los ¨²ltimos a?os.
En realidad, pocas razones existen para esa suerte de temerosa complacencia que con tan inusual elocuencia, en jornadas previas a la aparici¨®n de ese dato, han puesto de manifiesto nuestras autoridades econ¨®micas. La tasa. interanual del 5,9% en que queda el IPC y el 6,4% correspondiente a la inflaci¨®n subyacente no puede considerarse una buena noticia; muchos menos asumir el "Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy" del legendario visitante a Lourdes como objetivo del Gobierno en este a?o de transici¨®n.
Las tensiones inflacionistas de la econom¨ªa espa ?ola, la constante singularidad del sector servicios, con tasas de variaci¨®n de los precios persistentemente superiores al 8%, la ausencia de actuaciones espec¨ªficas destinadas a la eliminaci¨®n de esos quistes inflacionistas, todas estas circunstancias son tanto m¨¢s preocupantes cuanto que muestran su compatibilidad con un ritmo de crecimiento de la econom¨ªa significativamente m¨¢s bajo que el registrado en los ¨²ltimos a?os y, en consecuencia, conviven con un crecimiento del desempleo no menos preocupante. El alejamiento, por ¨²ltimo, de la necesaria convergencia que en materia de estabilidad de los precios estableci¨® el acuerdo de Maastricht es tambi¨¦n motivo de inquietud.
Agotado uno de los m¨¢s importantes periodos de expansi¨®n de la econom¨ªa espa?ola, la magnitud de sus desequilibrios b¨¢sicos obliga a cuestionarse acerca de la eficacia de la pol¨ªtica econ¨®mica pr¨¢ctica y, en mayor medida, acerca de la capacidad de respuesta de que disponen sus responsables en el futuro pr¨®ximo. Inquietud que es de esperar quede eliminada tras la pr¨®xima discusi¨®n parlamentaria del plan de convergencia que el Gobierno ha de presentar en Bruselas, encaminado a la pretendida participaci¨®n de nuestra econom¨ªa en la fase definitiva de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria. De pocas ocasiones como esa dispondr¨¢ el ministro de Econom¨ªa para transmitir credibilidad y confianza a los agentes econ¨®micos de dentro y fuera de nuestras fronteras, equivalentes a las que proyect¨® en esos a?os de bonanza.
Pero esa tarea no corresponde s¨®lo al Ejecutivo; s¨®lo con la comprensi¨®n y el consenso de la sociedad civil, convencida de que el esfuerzo es imprescindible, se podr¨¢ llevar a cabo. Un pacto para la convergencia se convierte en elemento b¨¢sico de la Pol¨ªtica, con may¨²sculas, de los pr¨®ximos tiempos.
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