Europa necesita un nuevo sistema pol¨ªtico
El Bundesbank fue el primero en dar la voz de alarma. La Uni¨®n Europea que se vislumbra en el Tratado de Maastricht s¨®lo funcionar¨¢ si, se apoya en un sistema pol¨ªtico central basado en partidos paneuropeos. La ¨²nica forma, opina el autor, de gestionar un sistema econ¨®mico europeo es disponer de un sistema pol¨ªtico europeo encabezado por un presidente elegido en las urnas.
La c¨²pula de la Bundesbank ha afirmado que la creaci¨®n de la moneda ¨²nica no puede realizarse sin la formaci¨®n de un sistema pol¨ªtico central y unitario. Este mensaje, emitido el d¨ªa de la firma del Tratado de la Uni¨®n Europea en Maastricht, no intentaba ser una novedad, sino m¨¢s bien una advertencia a los gobiernos de que este tratado es y ser¨¢ s¨®lo un trozo de papel hasta que no se instale un sistema pol¨ªtico europeo que impida a cada una de las naciones ejercer el poder soberano de decidir una pol¨ªtica econ¨®mica aut¨®noma.Es obvio que el lenguaje del Bundesbank ha sido mucho m¨¢s diplom¨¢tico e indirecto. Pero la sustancia de ese mensaje ha sido subrayada por la elecci¨®n del momento en el que ha sido emitido. Realmente, dicho mensaje denuncia y condena el Tratado de Maastricht como un enga?o: por una parte, se fijan fechas, criterios y modalldades muy precisas para las condiciones de creaci¨®n del sistema de la moneda ¨²nica; por otra, se deja en la ambig¨¹edad el sistema de gesti¨®n de la nueva econom¨ªa integrada, especialmente en el plano de la formulaci¨®n ¨²nica de la pol¨ªtica econ¨®mica europea (aunque est¨¦ muy bien definida la naturaleza independiente del nuevo banco central europeo).
Esto significa que Europa se ve inmersa en una paradoja altamente peligrosa: se crean las condiciones de convergencia, pero no aquellas para gobernar una econom¨ªa integrada.
La respuesta t¨ªpica de los pol¨ªticos a una paradoja de este tipo es la de minimizar el problema declarando que hasta 1999 hay mucho tiempo para pensar en ello y actuar de forma progresiva y pragm¨¢tica. El enga?o reside precisamente en no hacer expl¨ªcito y objeto inmediato de elaboraci¨®n el meollo del problema planteado en Maastricht: la desnacionalizaci¨®n de Europa y su reinstitucionalizaci¨®n en t¨¦rminos de Gobierno ¨²nico de la Uni¨®n Europea. S¨®lo este paso puede dar como resultado una gesti¨®n pol¨ªtica de la econom¨ªa que sea compatible con un sistema monetario ¨²nico. Y el problema est¨¢ precisamente en el hecho de que un paso de tal calibre reviste una enorme dificultad y no se vislumbran las premisas de las que pudiera surgir un proceso de actuaci¨®n antes de 1999.
Realmente se trata de crear una autoridad europea cuyas principales funciones de soberan¨ªa nacional sean transferidas a un sistema de tipo federal.
Para dar una idea de la dificultad de este proceso se pueden citar algunos elementos pol¨ªtico-institucionales que son de necesaria organizaci¨®n para gestionar una econom¨ªa integrada.
Elegir un presidente
El origen de un Gobierno que pueda tener fuerza y legitimidad suficiente para decidir una pol¨ªtica econ¨®mica, financiera y fiscal en el ¨¢mbito europeo no puede ser otro que el basado en la elecci¨®n de un presidente de la Uni¨®n Europea que nombre un Gobierno que se someta al control de un Parlamento compuesto por una c¨¢mara baja en la que est¨¦n representados los partidos y por una c¨¢mara alta que refleje los intereses de cada una de las naciones all¨ª representadas.
Es primordial que la figura presidencial surja de una elecci¨®n paneuropea directa para gozar de legitimidad e independencia suficientes de forma que racionalice, en referencia al sistema y no a cada una de las naciones, los criterios de la acci¨®n pol¨ªtica, sobre todo en su vertiente econ¨®mica. Cualquier otro criterio (colegiaci¨®n, decisiones por mayor¨ªa) ser¨ªa poco eficaz e insuficiente y conllevar¨ªa una inmediata renacionalizaci¨®n de los intereses, haciendo inestable la arquitectura europea.
Por ejemplo, pensemos en el caso de una pol¨ªtica econ¨®mica que por inter¨¦s general tenga que penalizar los intereses de un ¨¢rea concreta. En un sistema de consenso colegiado, las presiones de los intereses perjudicados har¨ªan dificil para los representantes de esa ¨¢rea el consenso y resultar¨ªa imposible y demasiado comprometida la decisi¨®n pol¨ªtica misma. Es decir, el sistema no podr¨ªa funcionar.
El sistema s¨®lo puede funcionar si los intereses perjudicados se expresan a trav¨¦s de. una acci¨®n parlamentaria-legislativa que transforme, de lo concreto a lo general (mediante las reglas de mayor¨ªa), la acci¨®n de equilibrio del poder ejecutivo. A su vez, el poder ejecutivo general tiene que basar el propio poder leg¨ªtimo de direcci¨®n en una fuente igualmente general para no mezclarse en los juegos comprometedores de los localismos.
En resumen, no hay esperanza de gestionar un sistema econ¨®mico europeo sin la formaci¨®n de un sistema pol¨ªtico europeo. Esto significa que ya no existe la posibilidad de usar el m¨¦todo funcional-pragm¨¢tico que ha marcado la evoluci¨®n de la Comunidad desde finales de los a?os cincuenta hasta 1991: la institucionalizaci¨®n de convergencias econ¨®micas de hecho sin dar paso alguno hacia la desnacionalizaci¨®n de la pol¨ªtica sustancial.
Europa se encuentra, por tanto, con que debe romper con el pasado y forzar un paso pol¨ªtico sobre el que nadie ha pensado seriamente hasta ahora (incluso porque los pol¨ªticos en el poder saben que no les tocar¨¢ a ellos gestionar en el futuro el nuevo sistema).
Un trineo sin tim¨®n
Con el Tratado de Maastricht nuestros gobiernos nos han arrojado sobre una vertiginosa pista de hielo en la que no es posible frenar a bordo de un trineo sin tim¨®n. Quiz¨¢ fuera ¨¦ste el ¨²nico modo de romper la inercia.
Ahora le toca a los ciud¨¢danos europeos echar mano de, su bagaje pol¨ªtico para guiar el trineo. Todo lo cual significa que en pocos a?os habr¨¢ que definir c¨®mo Estados nacionales de tradici¨®n milenaria podr¨¢n ceder soberan¨ªa sin repercusiones estructurales y c¨®mo podr¨¢n algunos hacerlo sin verse fragmentados por regionalismos end¨¦micos (especialmente en Italia, Reino Unido y Espa?a); pensar en c¨®mo hacer que la opini¨®n p¨²blica acepte garant¨ªas menores de ¨¢mbito nacional; en s¨ªntesis, c¨®mo pensar en un nuevo pacto social quesos.tenga el avance europeo desde la base d¨¢ndole un fundamento de cohesi¨®n social.
S¨®lo la creaci¨®n de un pilar social europeo puede acelerar la formaci¨®n de una Europa que se mantenga en pie. ?Pero c¨®mo lograrlo? La ¨²nica respuesta posible es la de construir un sistema pol¨ªtico paneuropeo en el sentido literal del t¨¦rmino, es decir, un sistema de partidos europeos.
La Europa esbozada de forma apresurada en Maastricht s¨®lo es posible si se forman dos grandes partidos paneuropeos, uno de orientaci¨®n socialdem¨®crata y otro liberaldem¨®crata, capaces de sintetizar a escala continental las dos grandes ideolog¨ªas que compiten en la evoluci¨®n del capitalismo democr¨¢tico y, sobre todo, capaces de expresar una mayor¨ªa pol¨ªtica desnacionalizada y de mantenerla cohesionada.
Que den un paso adelante, por tanto, los que sean capaces de organizar r¨¢pidamente una oferta pol¨ªtica de este calibre, porque ¨¦ste es el ¨²nico paso que nos puede evitar a todos nosotros, habitantes de Europa, el descalabro por la pendiente en la que nuestros gobiernos nos han arrojado con orgullosa superficialidad.
Carlo Pelanda es profesor de escenarios estrat¨¦gicos en la LUISS de Roma.
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